Capítulo 10

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Hola! Aquí está el nuevo capi del golpe, espero que lo disfrutéis.

Va dedicado a telitalacosa, Lucía, Cris, mi sister warrior, Amy y a todas las que os estáis portando bien y os estáis quedando en casa.

Sin más, os dejo leer y recordad que vuestros comentarios me animan esta cuarentena del demonio.

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El mundo debía volver a la normalidad, ese era su objetivo principal. No podía detenerse o dejar de girar por el fallido golpe de estado y, mucho menos, abarcar cada uno de sus pasos alrededor de Inés Arrimadas si deseaba olvidar como la jerezana ponía su universo del revés y trastabillaba sus piernas, sin un eje de equilibrio.

Había tomado una decisión pero Inés... Inés se lo ponía demasiado difícil sin percatarse de ello, con cada mensaje, con las fotos que ya acaparaban su galería y la memoria de su teléfono, llena hasta arriba de la mirada castaña y limpia de la jerezana, su sonrisa dulce y el pequeño Jordi ya que, cada minúsculo cambio que su madre creía advertir en el bebé decidía inmortalizarlo y, por supuesto, compartirlo con Irene como si fuese una confidencia, provocándole casi sin querer demasiadas sonrisas al día.

Su bolígrafo golpeaba suavemente sobre la mesa de su despacho, mientras controlaba sus respiraciones buscando relajarse y concentrarse en el papeleo que tenía ante sus ojos, estirándose suavemente en su silla sabiendo que le esperaba una jornada larga, antes de finalizar su día con una entrevista. La primera que había aceptado conceder para hablar sobre lo ocurrido durante el golpe de estado, con el beneplácito de Inés ya que jamás se atrevería a desnudar los miedos de la jerezana y, por mucho que intentase evitarlo, sus destinos estuvieron entrelazados y unidos durante ese hecho. Ella se había negado en rotundo a responder preguntas de los periodistas, tras el nacimiento de su pequeño apenas salía de casa y no era un secreto para Irene que Inés no dormía bien por las noches y no por tener un recién nacido en casa... Las pesadillas asolaban su mente transportándola una y otra vez a ese frío baño en los pasillos del congreso, al dolor punzante en sus entrañas y haber acariciado la muerte tan de cerca... Más de una madrugada su teléfono había pitado estrepitosamente, encontrando al otro lado de la línea su voz cortada por pequeños sollozos, el miedo punzante en sus palabras, saltando de la cama y cogiendo las llaves del coche pues su propio pulso se disparaba al sentir como volvía a hacerse pequeña en medio de su llanto, presentándose en su apartamento y acunándola en medio de sus tormentas más oscuras.

Suspiró, suavemente, intentando apartar a Inés una vez más de sus pensamientos, cuando la pantalla de su ordenador se encendió provocándole un pequeño sobresalto al ver que tenía una solicitud de video llamada entrante y, sin poder evitarlo, rió bajito negando con la cabeza al ver que quién deseaba conectarse con ella a esas horas tan poco corrientes no era otra que Arrimadas.

Mordiéndose el labio inferior, miró su papeleo frente a ella, intercambiando sus ojos entre este y la pantalla donde seguía parpadeando la solicitud de llamada, decidiéndose al fin a contestar pues conocía bien a la jerezana y si le colgaba era capaz de llamar trescientas veces más hasta que, harta de su insistencia, contestaría para verla indignada y necesitando al menos diez minutos para hacerse perdonar. Inés era muy cabezota cuando se lo proponía.

Suspirando una vez más, pulso el botón para responder a esa llamada, dejando que la pantalla de su portátil le mostrase el rostro sonriente y cargado de vida de Inés, provocando que su estómago se contrajese y su pulso se disparase en su pecho, agradeciendo la distancia ya que la jerezana no podía notar sus pulsaciones enloquecidas.

–Por fin respondes Ministra. –La saludó, riendo divertida y obligándola a sonreír. –¿Estás muy liada?

–Un poco Inés. –Le respondió, lo más sincera que pudo, deleitándose en silencio con las finas facciones de su rostro. –¿Qué necesitas?

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