Capítulo 7

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Hola! Os traigo nuevo capi de este fic que seguro que no os deja indiferentes.

Se lo quiero dedicar a Cris por ser mi cómplice, a Lucía porque la adoro, a María porque siempre la hago sufrir, a telitalacosa porque real que estoy perdida sin ella y mi pequeñita Amy porque nunca se olvida de dejarme mil comentarios y me hace muy feliz.

Sin más os dejo leer y recordad que comentar es gratis y a mi, personalmente, me viene genial leeros porque me anima a seguir desobedeciendo y escribiendo aunque lo tenga prohibido.


VII

Temblaba por dentro, no podía evitarlo. Completamente arrastrada y sintiéndose empequeñecer cada vez que tomaba aliento, con los nervios bailando en su piel y el sabor salado de las lágrimas bañando sus labios, lágrimas de alivio mezcladas con la amargura de no ser capaz de comprender qué estaba sucediendo con ella, porque no podía sacarse de la cabeza sus últimas horas junto a Inés y, por encima de todo, por qué al pensar que iba a perderla para siempre buscó callar el dolor lacerante de sus entrañas besándola, como si todo su cuerpo chillase aquello que durante tanto tiempo se había negado a sí misma... Inés Arrimadas significaba mucho más para ella que quedar relegada a la simpleza de considerarla su contrincante política.

Abrazada a sí misma, intentando construir cada muralla que aislase el hervidero de su cabeza y le permitiese volver a respirar tranquila, observaba con los ojos empañados el pequeño cuerpecito de aquel bebé, tan absolutamente diminuto y vulnerable, que Xavi cargaba con tantísimo cuidado en los brazos, mirándolo como si fuese el mayor de los tesoros pues, en cierto modo, lo era.

Una y otra vez se preguntó qué demonios hacía aun en aquel hospital si Inés ya se encontraba fuera de peligro... Porqué no había salido huyendo de ese lugar dejando atrás cualquier duda que se atenazase en su garganta, volviendo al Congreso para presenciar en primera persona cómo continuaba el asedio al hemiciclo, verificar si los soldados habían penetrado finalmente al lugar para liberar al resto de los compañeros, si el golpe de estado había concluido... Mas, como una estatua, sus pies se hallaban anclados a ese suelo color verdoso, en ese pasillo, en ese hospital, siendo una intrusa en la vida de una familia que había estado a punto de romperse pero renacía de sus cenizas, como el mejor de los milagros.

Perdida y ensimismada, luchando encarnizadamente en su interior con el volcán que se había liberado y no sabía frenar, con las lágrimas producto de su miedo enfermizo y el alivio, sin la adrenalina manteniéndola entera y fría, temblando casi de forma imperceptible, destruida y a la vez arrastrada por su propia tormenta, volvió a la tierra cuando la voz de Xavi, cargada de una emoción difícil de ocultar, se dirigió hacia ella, provocándole mil espinas que torturaban su vientre sin escrúpulo alguno.

–¿Te gustaría cogerlo Irene? –Le preguntó suavemente, entregándole aquel bultito, al hijo de Inés por el que la jerezana estuvo tan cerca de entregar su propia vida. –Es muy pequeñito pero está sano y fuerte... Aun no sé cómo se va a llamar.

Sin darle tiempo a responder, aquel hombre al que prácticamente acababa de conocer, depositó al bebé en sus brazos. Notando el peso ligero de aquel chiquitín, nuevas lágrimas cargadas de ternura nacieron en sus orbes castaños, acompañadas de una nerviosa sonrisa que derivo en carcajada alegre, sumando el alivio a su tormentosa emoción ya que ese bebé estaba vivo, estaba sano, tal y como se empeñó en prometerle a su madre en el peor de los infiernos.

–Hola diminuto. –Le susurró, dejando un beso muy suave en su frente y riendo una vez más al ver como se agitaba en sueños. –Bienvenido... Dentro de muy poquito estarás con tu mamá y te puedo asegurar que nadie en el mundo te quiere más que esa facha...

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