Capítulo 10

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Karaoke:

La noche fría del sábado ya estaba presente. La ciudad se ejercía muy habitada y luminosa por luces de autos, postes y locales. A las personas de Colta, les encantan los sábados por la noche. Puesto que ríen y parecen más incitados a llenar sus cerebros de lívidos. Como si fuese una regla. Una ley que lubrica sus instintos culposos.

–Bien. Llegamos. Debo darte la bienvenida a este lugar– Margi dice una vez que bajamos del auto de sus padres.

Había terminado de decirle a Kate, que no hacía falta que ella me trajera, por lo que se ha quedado disfrutando con mis padres.

Margi señala con sus manos el local del Karaoke, alumbrado con luces de neón, mientras que me grita que ya he perdido la virginidad. En eso tapo su boca con mi mano, y comienza a reír al mismo tiempo que me adentra al lugar con su brazo enredado en el mío.

El pasillo principal se aprecia tan angosto y oscuro que tuve que caminar con la sensación de caerme o pegarme contra algo. Pero, ya una vez cruzado, el lugar te arropaba con una buena música country, bastante tenue. Sin producir ningún tipo de sonido estridente en los oídos. Un gran espacio lleno de luces bajas y velas. Pero sin ser nada elegante. Repleto de mesas y tres mini barras con todo tipo de bebidas exhibidas en repisas. Incluso una repisa de libros en un rincón con mesitas alrededor. Que gran idea. El ambiente se encontraba en un nivel gustoso y animado. Como si fuese únicamente un lugar para bibliotecarios románticos. Profesores de pocas copas y jóvenes enamorados. Mis ojos continuaban analizando el lugar, y debo admitir que estaba empezando a ser de mi agrado. Y para terminar mi escaneo, doy con esa tarima al fondo del lugar. La famosa tarima de los karaokes y poemas. Donde según la leyenda, muchos han dejado sus penas. Sus corazones. Y sus gargantas.

–Ven. Vamos a tomar algo– Margi me dice llevándome a una de las barras. Nos sentamos en unas sillas de maderas y en cuanto el chico de la barra nos mira, se acerca con una blanca sonrisa.

–Margaret. Es bueno verte– no me sorprende que ya se conocieran. Dada las consecuentes visitas de Margi a este lugar. El chico luce muy alto y musculoso. Con un delantal negro como una braga y un pañuelo posado en su hombro. Supongo lo usa constantemente para limpiar el taburete.

–Lo sé, Jhony– Margi le pica el ojo y el chico le sonríe–. Ella es mi amiga Charlie– me sonríe y lo hago de vuelta. Margi se acerca a él, como si fuese a decirle un secreto–. Mi amiga acaba de perder la virginidad– cierro mis ojos para controlar mis impulsos de lanzármele encima.

–Ella se refiere a que es la primera vez que entro aquí– le explico, y el chico me mira despreocupado.

– ¿Podrás hacer lo de siempre? – Margi vuelve a susurrarle. El chico mira a los lados y asiente. Le dice que ya vuelve y se va.

– ¿Qué es lo de siempre? – le pregunto, curiosa.

–Somos menores de edad. No podemos pedir licor libremente en este lugar. Así que él... ya sabes– le asiento entendiendo– ¿Te gusta el lugar? Es cómodo, ¿no?

–Sí. La verdad lo es.

–Nunca quisiste venir conmigo. Esto es traición, ¿lo sabías? Debería odiarte por eso– Margi escruta, resentida. Y la verdad tiene todo el derecho, pero sabe que no estaría aquí en menores circunstancias.

Entonces recuerdo que estoy aquí por esa razón peculiar, y comienzo a buscar entre aquellos rostros riendo y formando gestos entretenidos, uno que se pareciese al último recuerdo en aquella librería. Entonces me detengo en el que busco. Gabriela se halla en una mesa con pocos metros de distancia a mi derecha, con un grupo de chicos y chicas. Todos del colegio. La observo mientras se ríe con todo su cuerpo y su cabello rubio cayendo sobre su cara. Y no puedo detallar su rostro desde aquí, pero, estoy segura de que su piel se ha puesto roja por el recorrido veloz de su sangre.

KateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora