Capítulo Final

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CANCIÓN SUGERIDA: Emerald eyes - Anson Seabra.

Con el paso de estos días me he estado suministrando voluntad como una droga para poder olvidar algunos entes, como; sus ojos verdes crema, el arco negro de sus cejas, el lunar acaparador de su cuello, y la forma en que le gustaba mirarme y pronunciar mi nombre con aquel acento adquirido. Y ahora, sentada frente a este sillón donde solía sentarse con su copa de vino como realeza, solo me ha bastado observarlo para echar la voluntad a la mierda y engranar hasta el último gemido que salió de su boca, mientras que sus paredes se apretaban alrededor de mis dedos.

Ese es el problema con los pensamientos, que son un desencadenante para todo lo que se aloja en tu memoria. Y hasta en esas neuronas del olvido.

Miro entonces mis dedos como si les temiera. Como si supiera que me harán añicos en menos de lo imaginado. Los llevo hasta mis labios, conmemorando su olor. Deseando cada centímetro de Kate. Pero, enseguida me he levantado, sintiéndome como en esas películas donde soy la peor ilusa de la historia clásica y romántica. Y el añadido; es que estas dos potencias de extrañarla y al mismo tiempo de detestarla, me han hecho ver como una desquiciada sin sentido metafórico. Y la prueba de ello, es estar magullando y pateando todo el maldito sillón. Hasta que me he dejado la fuerza y me he quedado vacía.

Retorno a llorar tirada sobre el frío suelo, como si me estuvieran extirpando las costillas. Con el sillón mirándome y burlándose de mí como lo había hecho ella. Son tal para cual. Había jurado no volver a llorar, pero eso solo había sido un idiota mecanismo de defensa... y una mentira.

– ¡Joder, Charlie! – alguien se acerca tomando mi rostro entre sus manos y colocándome sobre sus piernas–. No puedo seguir encontrándote así. Tienes que parar con esto. Por favor– reconozco la voz de Margi, y trato de estabilizarme. Porque a veces cuando reacciono, siento vergüenza. La veo mirar todo el desastre alrededor–. Arreglaré esto, y luego saldremos de aquí.

Media hora después, veo las calles frías de Colta. Los árboles tan quietos. La ciudad transitada; siendo una tarde lenta de invierno. He bajado la ventana y la brisa comenzaba a calarse entre mis poros frágiles.

Lo malo del corazón roto, es que no es una herida que puedas desinfectar con alcohol etílico o curar con una pastilla de ibuprofeno. Y que tampoco sabes a qué atenerte.

En el momento que reconozco la calle Prince, le he gritado a Margi que se detenga. Ella me mira como si estuviera desquiciada. Y quería decirle que sí lo estaba. Le vuelvo a gritar que pare. Ella me grita que no servirá de nada. Entonces, he abierto la puerta haciendo que frene de golpe. Salgo, y comienzo a correr con el cuerpo pesado.

Desde que Kate se fue, no he sabido qué carajos estoy haciendo.

Me detengo frente a esa puerta de cristal que he estado evitando estas semanas. Y aunque sé que me hará daño, entro sin cauterizar apenas mi sentido común, ni mucho menos mi lado sistemático de precaución.

Veo al chico francés haciendo su trabajo. Se concentra tanto que siempre parece que va a levitar en algún momento. Veo también a Mark, tomando una taza de té. Sé que le gusta mucho. Y también veo a una mujer pelirroja dirigiendo a las modelos mientras habla por teléfono. Ella repara en mi atención con un gesto como si supiera quien soy. ¡Y claro! Ella había estado por aquí antes de que Kate me abandonara. Seguro lo sabía. Y quizá, todos aquí. Menos yo.

Le afinco la mirada, y me pregunto si tendrá algún contacto con ella.

–Charlie. Qué bueno es verte por aquí.

–Hola, Mark– le saludo, tratando de recomponerme.

– ¿Te sientes bien? Tus ojos están algo irritados y estás afónica.

KateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora