Capítulo 11

88 9 5
                                    

CANCIÓN SUGERIDA DURANTE LA LECTURA: Gravity - Sara Bareilles.

Mi estómago acaba de pasar por un proceso inescrutable de sensaciones que lo fueron destruyendo y subsanando a la vez. Si decidiera buscarle alguna definición concreta, entonces estaría minimizándolo por sentado.

Miro a Kate que se encuentra absorta en mi cara, como yo en la suya. Podía sentir mis ojos dilatados dejándome en evidencia ante ella.

–Deja de mirarme así– pide en voz suplicante. Aunque parece más un sonido de advertencia. Y creo que sus advertencias están comenzando a gustarme.

Sin más dilación, baja del auto a pasos lentos. La sigo hasta entrar a su casa con todo el cuerpo erizado. Y me golpeo con su olor empapado en cada jodido espacio. Será difícil controlarme con esto. Así que opto por buscar distraer mi sentido receptivo al aroma de Kate. Porque una inhalación más, y quedaré justo metida en su cuello.

– ¿Por qué estabas en el karaoke? – le pregunto.

–Quise saber cómo la estabas pasando– dice, dejando sus llaves encima de un pequeño cajón. Y noto un ramo de rosas frescas, más una tarjeta que no me pasó en nada desapercibida y que me produce mal espina. Específicamente un colapso de celos puntiagudos–. ¿Charlie?

– ¿Uh?

–Te he preguntado que si te ha gustado ir– le asiento, esforzándome a sintonizar mi cerebro.

– ¿Tenías rato de haber llegado?

–Uhm. Un poco. Te vi pasándola bien con la chica de la biblioteca.

– ¿Por qué le llamas "la chica de la biblioteca"? Te sabes su nombre– me sorprendo de mi tono irritante, y la mirada de Kate reacciona al instante. Descubro entonces, cuánto me ha afectado la estúpida tarjeta entre las rosas.

– ¿Te importa que no la llame por su nombre?

–Ella me cae bien– respondo–. Me enteré que era mi cita– añado, y Kate continúa mirándome por más tiempo, después camina hacia la sala de estar.

–No me sorprende– me dice con tono alto por la distancia.

Me quedo en silencio, aun con la espina de aquellas rosas, y me apoyo con los codos sobre la encimera de granito blanco, mientras la observo fijamente en lo que hace.

Kate se está liberando de sus botines negros de tacón, quedando a la altura baja que me gusta. La veo masajear un poco sus pies y hacer un gesto de alivio por el cansancio. De pronto me pilla mirándola y sonríe avergonzada. Comienza a acercarse a la cocina y se sirve un vaso con agua. Parece como si estuviese tomándose tiempo por no saber qué hacer o decir. Y yo mordiendo mi lengua para no preguntarle por las rosas. No puedo evitar mirarlas con desagrado. Las rosas significan insinuaciones románticas. Compromisos. Confesiones. Una cita.

– ¿Por qué tienes esa cara?– me pregunta sacándome de mi ensañamiento–. ¿Estás mirando las rosas?

– ¿Qué dice en la tarjeta?– la ceja izquierda de Kate se levanta enseguida por mi manera crucial de ir al grano, y nuestras miradas mantienen una línea recta.

– "Espero te gusten"

– ¿Y te han gustado?

–Sí– responde como si nada–. Pero mis favoritas son los lirios. Y he rechazado su cita– sonríe por el cambio radical de mi cara aliviada.

Entonces, empiezo a rodear lentamente el muro y me acerco un poco con detenimiento. La mirada de Kate parece gritarme que pare. Pero, hay algo que no la deja emitir ni una palabra. Y tan pronto me percibe más cerca me suelta la vista. Como si se desprendiera de un hechizo que la mantuvo paralizada, sustituyéndola con esa barrera frágil contra mí. Se aleja pasándome por el lado ocupando ahora mi lugar, y yo el de ella. Saca un encendedor plateado de su abrigo y una cajetilla de cigarrillos con menta, dejándolos sobre la encimera. Y aunque no enciende ninguno, me la imagino calando uno de ellos, con el humo saliendo de sus labios calientes. Se despoja también de su abrigo colgándolo en una de las sillas.

KateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora