Dentro de mi habitación, permanezco durante unos minutos asimilando la vergonzosa situación con Kate. La vergüenza todavía me golpeaba la cara, sin indicios de desaparecer rápidamente.
Al recordar cada una de sus expresiones, no puedo evitar sentirme inquieta de una forma que revuelve mi estómago. Cada vez estaba siendo más expuesta frente a ella. Por una parte, quiero que sepa lo que estoy sintiendo. Por la otra, me asusta que decida prohibirme acercarme por completo.
Ya casi dan las siete de la noche y mis padres todavía no han llegado de cenar. Normalmente, hacemos algo los tres los fines de semanas, pero mi encogimiento no me dejó moverme de mi cuarto, por lo que les dije que prefiero quedarme en casa.
Salgo de la ducha y estoy tratando de secar mi cabello con la toalla, cuando escucho el timbre sonar por toda la casa. Enseguida pienso en Kate y bajo las escaleras a toda prisa. Cuando abro la puerta, confirmo mi pensamiento.
—Kate —digo, con los nervios en cada extremo de mi lengua.
Ella me mira detenidamente, observando mi cabello húmedo y mi vieja camisa azul clara, ancha y larga hasta mis muslos, sin nada más que mi ropa interior cubierta por el camisón, y lo demás es mi piel expuesta.
— ¿Puedes venir a mi casa un momento? —su tono sigue tosco, y aun así, sigue siendo apacible—. Necesito ayuda con algo.
Luego de asentir, sin poder hablar, ella se retira, sin emitir ningún gesto.
Después de sustituir mi camisón por una franela blanca y un short, avanzo hacia su casa con las manos sudando. Al llegar a la entrada, me doy cuenta que la puerta está abierta, y lentamente me adentro, cerrándola después. Y como siempre, el olor de Kate enseguida me penetra sin misericordia.
— ¿Kate? —la llamo al no verla por ningún lado.
— ¡Estoy aquí! —percibo su voz saliendo del pasillo y camino hasta hallarla en el cuarto de estudio, donde se encuentra el viejo piano negro de cola que ella tocaba esta mañana. Me quedo nerviosa en el umbral de la puerta.
— ¿En qué puedo ayudarte? —pregunto.
—En quitarme algo de la cabeza —rodea el piano y siento secarse toda mi garganta—. He pasado toda la mañana estudiando una razón que me pudiese decir, qué estabas haciendo en mi ventana, pero después pensé que te corresponde a ti decírmelo. ¿No crees?
El tono de su voz combina perfectamente con el cruce de sus brazos en medio de su pecho, mostrando una actitud serena, pero sin dejar su estado de expectación por mi respuesta. Y aunque mis sentidos están a punto de estallar, trago espesamente, para luego asumir mi completa responsabilidad. Y pensando en elegir cuidadosamente mis palabras.
—Lo sé. Sé que te debo una explicación —me acerco, avanzando un paso—. Yo estaba en mi patio cuando escuché unas notas de un piano. Sé que estuvo mal entrar así. Es solo que no pude evitar seguir la melodía. Era algo hermoso. Después de eso te vi tocando. Pero te prometo que no tuve otra intención, solo estaba escuchándote y me dejé llevar. Sé que fui muy imprudente. De verdad lo siento.
— ¿Por dónde entraste?
—Salté el cerco de madera —bajo la mirada, muy avergonzada.
—Eso fue muy inapropiado y descuidado de tu parte. Pudiste haberte lastimado.
—No me pasó nada.
—Pero pudo haberte pasado algo.
—Pero estoy bien.
—Solo quiero que no lo vuelvas a hacer —rebate, con la cara seria—. Disculpa, es que también me has asustado.
—No volveré a hacerlo.

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Kate
RomanceNo puedo evitar expresar mis sentimientos de forma genuina hacia Kate. Sin embargo, ella intenta detenerme para mantener sus razones morales intactas. Obra registrada bajo el número: 2105067761906 TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS.