Pars I

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En lo más lejano de la ciudad y en donde no existían carreteras ni casas, yacían densos bosques hasta donde no alcanzaba la vista humana y altas montañas, un paisaje misterioso y mágico. Estábamos hablando de Hwangnyeongsan en Busan, Corea del Sur.

Kilómetros y kilómetros de árboles sin fin, grandes praderas y pocos ríos, miles de especies de animales distintas. No había nadie con la consciencia estable que se pudiese adentrar a estas tierras, era peligroso y poco conocido. Había rumores de que, si alguien entraba en los bosques, no volvía nunca más a la ciudad debido a que la señal telefónica no existía y una gran fuerza magnética surgía desde el suelo, haciendo que los radares se volvieran locos y explotaran.

Pero a Park Jimin de veinticuatro años de edad, esas cosas no les importaba.

Él miró a su alrededor mientras caminaba sobre la nieve blanca, que mojaba sus botas de lluvia, por la gran pradera intrínseca que parecía no tener fin alguno. Pensó por un momento que verdaderamente se había sumergido dentro de una habitación sin paredes, caminando en línea recta, dejando las huellas de sus calzados detrás de él y perdiéndose en una atmosfera que parecía no tener tiempo. Su vista estaba perdida y nublada. En sus ojos, brillos no había. Su corazón no latía como debía y su respiración salía entrecortada. Todas las esperanzas que había tenido alguna vez dentro de su alma, desaparecieron con cada paso que se acercaba al abismo. Los copos de nieves caían sobre su cabello rubio y pronto, la neblina apareció haciéndole que mirar hacía al frente, le fuera más que imposible.

Todo era blanco de sopetón.

El viento golpeaba su rostro con fuerza, haciendo que las lágrimas se congelaran en sus mejillas y sus labios se pusieron morados en un zas de segundos.

Pero a él, no le importó.

Todo en su cabeza estaba congelado, pero en el sentido literal, aun así era la mejor definición para describir su estado de tristeza y shock. Sus ojos, los cuales alguna vez estuvieron llenos de brillos, ahora estaban opacos y sin vida.

Ya todo había terminado para él.

Y sí, quizás estaba volviéndose loco, ¿a quién se le ocurría caminar hacia el bosque en medio del invierno frío? Sólo a una persona que tenía el corazón hecho pedazos. Y tal vez si Jimin fuera un humano común y corriente, ahora mismo hubiese caído muerto por la hipotermia.

Pero oh, no.

Jimin no era un humano común y corriente. Su piel clara era dura como el tronco de un árbol y estaba a más de sesenta grados centígrados, calentándolo por completo y no sentía el frío para nada. Incluso vestía de un buso de lana celeste y pantalón de gimnasia, no tenía bufanda ni guantes, él no necesitaba esas cosas.

Por lo que soltando un bufido y sosteniendo las cuerdas de su mochila entre sus hombros, decidió seguir caminando costara lo que le costara.

Pero incluso cuando su corazón latía feroz en su pecho ante el dolor de una ruptura, se dijo así mismo que todo lo que estaba haciendo era idiota. ¿Entonces que había venido a hacer a las montañas si no era más que desaparecer? Jimin negó, él sólo preparó su mochila con algo de alimentos que podía comer por una noche y una botella de agua, alguna que otra prenda también. Él solo quería alejarse de su deprimente departamento, en donde había sido feliz durante los últimos años, y despejar su mente un buen rato. Creía que no le haría nada de malo acampar entre la naturaleza.

Cómo en los viejos tiempos.

Gruñó y se golpeó la cabeza, él no quería pensar en su infancia.

No quería recordar a su padre.

Todo comenzó cuando la noche anterior, llegó a su piso luego de una jornada agotadora de estar sentado en frente de una computadora corrigiendo algoritmos que los demás programadores le mandaban, con la esperanza de encontrar a su novia esperando por él. Tal vez, ella si estaba esperando por él. Pero no de la manera en la que Jimin quería. Jaen yacía en las afueras del edificio, sujetando sus maletas y un bolso entre sus hombros. Jimin levantó una ceja cuando su novia comenzó a llorar mientras lo veía llegar. El rubio no entendía porqué la pelinegra lucía tan triste y mucho menos porqué tenía todas sus cosas afuera, marchándose.

Aurum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora