Pars II

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Cuando Jimin despertó en medio de la noche oscura y dentro de lo que parecía ser una cueva iluminada por una fogata en frente de sus narices, creyó que se despertaría en su habitación de siempre y Jaen estaría desnuda abrazándolo con una sonrisa en sus labios, diciéndole que había quedado embarazada y por fin iban a tener ese bebé que tanto habían buscado.

Pero el aroma exquisito a menta y madera, lo hizo despertar por completo y levantó sus orejas, mirando el fuego en frente suyo. No tardó menos de un minuto en recordar todo lo que había pasado antes del accidente y muchos menos en cambiar a humano cuando se dio cuenta que había estado echado en la tierra en sus cuatros patas. Se deshizo del pelaje y sus dedos aparecieron, consigo el dolor en su hombro y su estomago lleno de moretones.

No sabía cuanto tiempo había estado durmiendo, pero su cuerpo se había curado demasiado rápido. Sacudió su cabello rubio cuando se sentó en la tierra mojada y quedó en blanco olfateando todavía ese aroma enloquecedor.

—¿Quién eres y que haces en mis tierras?

Aquello bastó para que Jimin levantara su cabeza y se diera cuenta de que no había estado solo en la cueva. Un joven de cabello negro largo y ondulado hasta el mentón, que cubría su cuello con una venda blanca y lo asesinaba con sus ojos cafés y fríos, su mandíbula se apretaba junto al aire de grandeza que sumergía en su alrededor, estaba sentado en frente suyo a través de la fogata y detrás de este, cincos lobos custodiaban su espalda.

Fue épico cuando el rubio se dio cuenta de que aquel muchacho había sido aquel alfa que había derrotado en el bosque porque sus manos se congelaron. Notó la tiara de plata en su frente brillando como si fuera un propio sol. Tragó en seco y se puso en alerta cuando los demás lobos le gruñeron, protegiendo a su jefe. Intentó ponerse de pie para comenzar a correr, pero se dio cuenta de que no lograría escapar, estaba acorralado. No tenía salida. Esos lobos ahora lo devorarían con razón.

—No tengas miedo, no te mataré por ahora — dijo el muchacho con un tono frío que Jimin sintió congelarse en un instante y se quedó quieto —. Ahora, responde — el sujeto utilizó su voz alfa, pero Jimin quiso burlarse de él de repente.

Aquella voz no produjo nada en él, pero no tuvo escapatorias que fingir que, si lo había hecho y mordiéndose los labios, empezó a hablar.

—Soy Park Jimin de veinticuatro años — respondió sin más —. Sólo pasaba por aquí y me dirigía a la montaña — él argentum levantó una ceja y poniéndose de pie, Jimin se dio cuenta de la increíble vista que tenía en frente suyo cuando el pulgoso caminó hasta él.

Quedó anonado mirándolo como si fuera un Dios de plata, todo su cuerpo blanquecino brillaba con lo que parecían ser pecas plateadas en sus mejillas y hombros. Los músculos de sus brazos eran gigantes y su torso estaba formado, sus bíceps se resaltaban a pesar de las cicatrices de garras que tenía y su estomago parecía ser duro y plano como la corteza de un roble. Las pieles de un animal, cubrían su intimidad y sus muslos eran poderosos y anchos, sus piernas largas. Él joven era gigante en contextura y emanaba rudeza, poder y esplendor. Nunca había visto a alguien así, ¿Este era el verdadero alfa en su forma humanoide? Se preguntó. Quedó maravillado y entendió entonces porqué su padre lo desalojó de la manada, Jimin era pequeño y frágil en su forma humana, no tenía músculos y era un flacucho cargado de estrés por el trabajo.

—No me interesa tu nombre y edad — le respondió aquel, duro, cuando se agachó y lo examinó desde sus pies llenos de barro hasta su último pelo en la cabeza —. ¿Qué ibas a hacer en la montaña?

Jimin pensó de inmediato, que este tipo era un ridículo. ¿En serio pensaba que iba a robarle sus tierras? Era lo que menos había pensado hacer.

Aurum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora