Pars XIV

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No hablaron de eso.

Incluso cuando pasaron algunos días, ellos no habían hablado de eso.

Su relación había sido más callada y sin tactos. Todo aquello que apenas habían construido por meses, se deshizo esa noche cuando Jaen interrumpió en el departamento. Y ese dolor en el pecho que lo hacía asfixiar a medida que las horas pasaban, parecía no desaparecer nunca.

Porque Jungkook se sentía ahogado y con espinas por todo su cuerpo, que no lo dejaban moverse ni caminar tranquilo. Su jaula era una habitación de huéspedes demasiado pequeña y apenas tenía una ventana que de vez en cuando, podía mirar hacia la luna y contarle sus problemas.

A pesar de que Jimin le dijo que se iban a mudar a la mañana siguiente de aquel día, no sucedió. El aurum no había llegado con el suficiente dinero para alquilar otro apartamento e incluso, todos los que estaban a bajo costo, ya estaban siendo ocupados. El argentum le había gruñido, diciéndole que podía usar sus lingotes de oro y cambiarlos por dinero, comprar una casa amueblada si quería porque a él, no le importaba ni en lo más mínimo aquellos gastos. Sin embargo, el rubio se rehusó a usar su dinero y lo descartó en la primera mención, diciéndole que trabajaría duro y que antes de finalizar el mes, estarían mudándose a otro lugar. Inclusive, Jungkook le dijo también, que podía usar el bloque que el alfa Kim le había obsequiado; pero el otro lobo siendo un testarudo, se negó con la excusa de que lo devolverá cuanto antes.

Jungkook no quería admitirlo y juró que no lo haría, pero tenía esa sensación de que Jimin no quería mudarse porque se le era difícil abandonar el lugar que él y Jaen habían convivido por años, siéndole fiel a su propio hogar.

Y a Jungkook le dolía. Le dolía saber que se había encariñado demasiado con Jimin y que su corazón, comenzaba a latirle con rapidez. Él nunca sería suficiente para aquel y jamás ocuparía el lugar de Jaen. Porque por más que estuvo diciéndose por semanas que Jimin no le gustaba, erró en todas sus palabras. Sería estúpido seguir ocultándolo.

Le gustaba.

Le gustaba Jimin. Sí, otro alfa. Ese lobo el cual odió en primer momento y con el cual gritó de placer después, cuando sus cuerpos se convirtieron en uno solo.

Y no se trataba de sus animales esta vez. A Jungkook le gustaba Jimin en persona, en cómo fue atento a su embarazo y las veces que le sonreía, mostrándole esa sonrisa que lo hacía morir mil veces y despertar en el paraíso. El sonido de esa risa que había sido su melodía favorita y esos besos con la boca abierta, que lo hacían tocar el cielo. Pero todo eso ahora, se había perdido.

Las sonrisas, las risas, los toques y los besos en la boca. No había más que una simple conversación y un solo beso en su vientre cuando Jimin regresaba del trabajo. Y mentiría si Jungkook dijera que toda esta situación no estaba hartándolo. Pero quizás, sólo quizás, era mejor estar así. Después de todo, el argentum se marcharía y no volvería a saber nada más del otro.

Para siempre.

Así que mientras tanto, el plateado siguió durmiendo en la habitación de huéspedes, saliendo de allí solo para comer e ir al baño, nada más. Su lobo se sentía inquieto cuando recordaba la escena en donde Jaen y el aurum habían estado abrazándose, lo hacía sentir más incómodo que nunca. Le dolía el corazón y su alma entera, sintiéndose traicionado por su compañero de sangre, aunque no tendría por qué ser así. Ellos sólo estaban unidos entre sus animales, no en sus personas.

Entonces, solo tenía que dolerle a su lobo.

Pero en su caso, le dolía todo.

Absolutamente todo.

Aurum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora