Pars VI

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Jimin se sintió como si estuviera dentro de una cárcel, atado de pies a manos sobre un muro de ladrillos húmedos y la tierra mojada debajo de su piel blanquecina como la nieve intrínseca, manchándolo.

Miró con desesperación a todo su alrededor, escuchando el latir de su corazón tan rápido y no encontró escapatorias algunas, todo giraba en frente suyo y era neblina. Fue como un polvo gris golpeando su nariz y haciéndolo estornudar varias veces, su piel quemaba a cualquier cosa que tocaba, ardía como las llamas del infierno mismo.

Pero no había salida.

Enloqueció, otra vez. Ya había perdido la cuenta de las veces que se volvió loco y quiso tirar la puerta de su habitación abajo, deseaba con todas sus fuerzas contener a su lobo en su interior y dejar de sentir ese dolor punzante en su corazón, mil veces más doloroso que aquella molestia que sintió cuando Jaen lo dejó. Porque desde que Jungkook se había ido aquella noche, hacía una semana atrás, Jimin no había sentido nada más que agonía y tristeza, llevándose consigo a la bestia de su animal queriendo salir al exterior y buscar a su pareja.

No había tenido tiempo ni de ponerse a pensar lo que le estaba pasando siquiera. Todo había sucedido en un instante y ni mucho menos pudo cuestionarse qué demonios le estaba ocurriendo a su cuerpo.

Su lobo entró en celo por primera vez, luego de haberse acostado con el argentum. Y su peludo, le gritaba a cada instante que saliera de aquella habitación y buscara a su pareja, para marcarla.

Pero el rubio no iba a hacer eso.

Y por aquello mismo, se había encerrado en su propia habitación durante días, hasta que su celo terminara y su animal dejara de molestarlo.

Había tomado licencia en su trabajo con la excusa de que estaba enfermo y Taehyung cuidó de él por detrás de la puerta, porque Jimin no podía verlo ya que tenía miedo de hacerle daño. Ambos tenían las esperanzas de que el celo sólo iba a durar dos días como era común en los alfas, pero el celo de Jimin estaba extendiéndose y él mismo no sabía cuándo demonios iba a terminar toda esa pesadilla.

También había perdido la cuenta de las veces que tomó los medicamentos para calmar el celo, que su amigo le pasaba por debajo de la puerta. Y ninguno de ellos estaba haciendo efecto en él. Ni siquiera podía comer o beber agua. Lo estaba pasando horrible y quería que todo terminara de una buena vez por todas. Porque dolía, su corazón gritaba y sus colmillos crecidos perforaban la piel de su labio inferior, haciéndole salir una línea de sangre en su mentón.

Jimin estaba hecho un desastre, tirado en el suelo y desnudo, mirando la cantidad de pastillas que había tomado y escuchando el llanto desesperado de Taehyung, sentado al otro lado de la puerta. El castaño no se había movido de ahí, solo para ir al trabajo y regresaba, con más medicamentos y alimentos que Jimin no probaba, porque no tenía hambre. Quería decir, tenía hambre de otra cosa. Su amigo le hizo saber que también estaba sufriendo esta agonía, ya que siendo un veterinario y experto en cosas caninas, no era capaz de detener a su lobo. Y el rubio se odió a sí mismo por eso. Por lo que ahogó un llanto cuando miró la cama vacía y a las sábanas regadas en el suelo e inmediatamente caminó en gateo hasta ellas, tomándolas con las manos y llevándolas a su nariz.

Gimió, cerrando los ojos y escuchando como su lobo se calmaba tras sentir el aroma del argentum impregnado en las mantas. La menta y la madera hicieron dulzor en su sistema y la ola abrumadora, lo tiró a la cama e imaginó por milesima vez en lo que ya había estado encerrado allí, a Jungkook desnudo con las piernas abiertas y el lubricante sabor a café rozando su lengua.

Se volvió loco, tirando las sábanas y comenzando a tocarse mientras agarraba una almohada y la mordía, enterrando su miembro contra el colchón y aullando en desesperación ante la abrumadora sensación de sentir otra vez — en su imaginación hecha pedazos — la piel de Jungkook golpeando contra la suya en un movimiento desesperado y hambriento. Se masturbó, tocando los cielos con sus mismas manos y anudó a la nada, gritando ante el dolor en sus colmillos por morder el cuello ajeno y se sintió brillar cuando la tiara, que de la noche a la mañana había salido en su frente sin explicación, comenzó a iluminar la oscura habitación. Jimin intentó calmarse otra vez, pero su pene se puso duro de nuevo y no resistió más, el calor lo golpeó nuevamente y lo tiró contra la pared hasta hacerle golpear la cabeza y caer al piso.

Aurum • JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora