Capítulo 3

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"El cielo nunca me escuchó llamarlo, supongo que esa es la razón por la que me siento como en el infierno." 

V

Uenoyama miraba la hora en su teléfono, ¿por qué los minutos eran tan lentos? ¿Acaso era algún tipo de conspiración para que sufriera ese tormento interminable? Aunque quizá solo era que miraba cada treinta segundos sin percatarse de esto. Se sentía ansioso, y no era por una razón en específico, él mismo se había tratado de convencer que no era por ver a Mafuyu esa tarde.

Su razón podría ser cualquiera, después de todo tenía que pasar por Akemi al salir de la universidad, después... después iría casualmente al parque porque sabía que su sobrino insistiría en pasar el rato, por supuesto, solo iría porque si no el pequeño le haría la vida imposible.

No había otra razón.

-Oye, acabó la clase quieres ir a...

- ¡Nos vemos! - Uenoyama se levantó y salió corriendo del aula dejando a Ueki hablando solo. Le pediría disculpas más tarde por mensaje, pero debía apresurarse porque se le hacía tarde.

Seguía negándose a la idea de que una noche anterior se había reencontrado con Mafuyu. El omega que tenía una mirada perdida cuando lo vio por primera vez. No era necesariamente el destino, Uenoyama no creía en esas cosas absurdas, definitivamente fue una coincidencia muy peculiar, después de todo, existían muchas cafeterías.

Akemi tardó en salir más de lo esperado, eso le incomodaba por una razón. Y es que las madres de los demás niños especulaban siempre sobre si era el padre o solo un hermano mayor de Akemi, no había día que no hicieran comentarios al respecto a sus espaldas.

- ¡Mira, se me cayó otro diente! - Akemi llegó sujetando entre sus manos un diente pequeño manchado de sangre.

-Asco- Uenoyama no pudo evitar decirlo en voz alta, Akemi comenzó a reír.

-Se cayó cuando corrí y tropecé.

-Eres torpe.

-Mi mamá dice que tú te los tirabas a propósito.

Akemi era un experto en avergonzar a Uenoyama, lo había hecho casi desde que aprendió a hablar, y todo era culpa de Yayoi.

-Oh, cállate y vámonos- tomó la mochila de Akemi y caminaron juntos a la estación de autobús, el niño iba relatando todo sobre su día, desde las letras que aún no lograba escribir a la perfección hasta la travesura que había hecho Seiichi, quien fue descubierto por la profesora casi de inmediato.

Uenoyama aprendió a ser paciente con su sobrino, antes de él no soportaba a los niños habladores y traviesos, pero toda esa paciencia se la dedicaba solo a Akemi, porque recordaba su niñez, él también fue un desastre y le daba dolores de cabeza muy seguidos a su padre. Y esa era la razón por la cual el intentaba ser una buena figura paterna después de que el padre de Akemi falleciera.

-Toma mi mano antes de cruzar- Uenoyama tomó con fuerza el brazo de Akemi antes de que un carro pasara-. Siempre mira si puedes pasar, eso debe estar en azul.

Le señaló la luz peatonal, Akemi asintió. Y luego de uno cuantos minutos más llegaron a casa. Era de esperarse que Yayoi no estuviera y que solo una vaga nota pegada al horno dijera que había pizza congelada, además de un apartado especificando que por ningún motivo se le ocurriera cocinar algo más. Uenoyama arrancó aquella hoja algo molesto.

Akemi estaba en la sala, dispuesto a sacar todo juguete que tenía para así crear todo un desastre mientras se le ocurría algún juego para entretenerse, Uenoyama lo vio arrastrando uno de los juguetes más grandes.

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