CAPÍTULO:𝟚𝟛 París

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"París"

Solo regresó a mi habitación para cambiarme de ropa, a un vestido azul que me obsequió Diablo, este se me ciñe por todo el cuerpo, no llamó ni a Leit-Rad, ni a Ciro para que me arreglen, yo misma lo hago y quedó satisfecha con el resultado al natural.

Juntos nos dirigimos hasta el cuarto portal, y pasa igual que la última vez, a diferencia de todas las otras veces es que esta, no me encontré a la dichosa mansión, ni ningún lugar conocido por mí.

Observó a Diablo, quién se ha cambiado de ropa, trae un pantalón negro, una playera blanca, un blazer oscuro y un Rolex de oro resplandece en su muñeca izquierda.

Observó a mi alrededor intentando entender dónde estamos, porque oscuridad es lo único que alcanza a ver mis ojos.

Aplaude dos veces, y las luces se encienden, las velas, recorren toda la sala y en el centro se encuentra una mesa decorada con telas suaves, repleta de comida de todo tipo de alimento y postres, ya me he acostumbrado a ver una mesa llena de comida.

De donde estoy hasta la mesa, pétalos forman un camino no son rojos, son negros.

El lugar brilla y la mesa repleta de comida decorada con pétalos y velas alumbra el pequeño cuarto de madera.

Mi boca se abre en una pequeña "o", mi cara es un enigma de sorpresa, eso último porque nunca creí que él hiciera algo así, siempre he sentido que su lado romántico está en el mismo lugar que su baja autoestima, un lugar que no existe por supuesto.

Mi corazón salta de la emoción, y esa sensación extraña, y nueva para mí surge en mí como la última vez.

— El Diablo puede ser romántico si se lo propone — fue lo primero que susurré sintiendo mis rodillas temblar.

— Si me lo propongo, podrías sentirte la persona más amada del mundo — Dicho eso, caminamos hasta la mesa.

— ¿No conseguiste rosas amarillas, o girasoles? — observe las rosas con indiferencia.

— ¿Te gustan las rosas amarillas? — pregunta con disgusto, negué con la cabeza.

— No, pero las negras tampoco son extrañas, como un velorio — pronuncie mientras tomamos asiento, uno frente al otro.

— Únicas, las rosas negras son únicas, ellas representan lo que soy, lo que seré y lo que fui, y tu representas todo al igual que ellas — decir que no siento nada al escuchar eso estaría mintiendo, siento algo en el estómago inexplicable, algo dentro de mí se encendió, vibró con fuerza.

— ¿En dónde estamos? — cambie de tema, no quiero ponerme nerviosa, ni nada por el estilo o terminar diciendo alguna tontería.

— ¿En dónde crees? —extiende su sonrisa con diversión— Atrás tuyo hay una ventana — señala, me levanto de la silla y me acerco al ventanal, subo las cortinas con cuidado hasta que quedó estática, siento que me hice de piedra en mi lugar.

No puede ser.

Mi ser se paraliza, mi corazón late con fuerza al contemplar un sueño haciéndose realidad.

— ¡París! — exclame entusiasmada mientras Diablo se acerca, delante de mí puedo ver la torre Eiffel iluminada, resplandeciendo, siendo gigante, más grande de lo que imagine.

Es hermoso, las calles están iluminadas porque ya es de noche y las estrellas brillan aún más, es en verdad precioso. Me sobresalte cuando rodeo su brazo en mi cintura estando detrás de mí.

Me envuelve y su fragancia se coló en mis fosas nasales, mi espalda quedó pegada a su pecho. Me ericé y quise atesorar este momento, meterlo en un cajón y retenerlo ahí para siempre.

Diablo: Luzbel ©️✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora