Capítulo 3. "Comienzos"

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- Juana por favor ábreme.- pidió por cuarta vez golpeando la puerta de la alcoba de la joven.

-No Raoul, vete.- fue lo único que consiguió sacarle.

- Perdóname, no quería ofenderte. Jamás diría esas cosas de ti. Todo esto me ha cogido por sorpresa Juana, por favor hablemos.

El silencio fue la respuesta. La puerta se mantuvo cerrada, impacientando a un nervioso Raoul que no sabía cómo, pero sentía que estaba fallando a todas las personas que quería.

-Juana no seas así, abre anda. Entiende que yo también estoy afectado por esta situación, quien iba a pensar que tú y yo...osea no me malinterpretes, no es por ti, soy yo que no sé, quiero decir que es como raro pensar en ti de esa forma, a ver no porque no me parezcas atractiva o buen partido, no, no, es...aaagh no sé explicarlo.- se aturrulló.

- ¡Raoul vete!.- gritó la voz gangosa de la chica desde el interior.

-No llores Juana por favor, lo siento.- dijo apoyando la espalda en la puerta y percatándose de que había alguien más en el pasillo.

-Para que me quede claro, ¿tú quieres que salga o que se encierre ahí para siempre?.- preguntó el desconocido.

Un muchacho de pelo rubio ceniza con rizos pequeños por toda la cabeza y  una fina barba destartalada, le observaba apoyado en la pared. Sus ojos verdes le estudiaban divertidos pero amables. Vestía un pantalón remendado y una camisa beige demasiado grande para el, con un chaleco verde algo más decente.

- ¿Quién se supone que eres tú?.- preguntó sintiéndose invadido.

- Perdona, soy Diego, ayudante del marqués.- le ofreció la mano.

- Tus ropas no dejan en buen lugar a tu amo, más que su ayudante pareces el palafrenero.- pensó en voz alta arrepintiéndose al momento.

El chico lo miró un momento y estalló en carcajadas al comprobar cómo enrojecia el rostro pálido del contrario.

-Lo he dicho en voz alta ¿verdad?.

-Eso creo.

- Perdón, perdón no debí...

- Tranquilo hombre, además no te falta razón. Estas ropas me las han dejado los criados del maestro. Los caballos de mi amo son algo desconfiados, les cuesta adaptarse, por eso vengo de las cuadras de echarles una mano, y para no manchar mis ropas me he puesto estás.

-Mil perdones de nuevo.- dijo con apuro.

- De verdad que está todo bien.- le quitó importancia con un gesto de la mano.- Supongo que tú debes de ser el aprendiz del maestro.

- Sí, soy Raoul encantado.- le estrechó la mano esta vez.

-Encantado. Por cierto, ¿me permites un consejo?.- preguntó señalando con la cabeza la habitación donde Juana permanecía encerrada.

El pintor dudó por un momento pero asintió desesperado por poder arreglar las cosas y que la joven dejara de sentirse mal por su culpa.

- Así no vas a conseguir nada.

-¿Y qué hago?, juro que no quería ofenderla.

-Deja de hablarle como si fuera un mueble al que escoges por su apariencia y utilidad y háblale como lo que es, una chica.

-Pero es que yo...no sé mucho de chicas.- se sinceró con las orejas rojas como un tomate.

-Ahora entiendo...bueno las mujeres no son tan distintas en realidad, solo buscan lo que todos, que se las valore y se las respete. 

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora