Diego llegó a Palos de la frontera* cuando el sol apenas asomaba por el horizonte. Agotado como su caballo, peleaba por no dormirse encima de la montura.
Con paso lento caminó por las calles todavía desiertas hasta que el animal cambió el rumbo obviando sus órdenes para acercarse hasta un pilar lleno de agua. Le dejó hacer comprendiendo la sed que tenía el pobre después de hacer todo el viaje al galope.- Buen chico.- le acarició el lomo viéndolo beber con ganas.
Con las piernas entumecidas se bajó para dejarle descansar y para saciar su propia sed. El nacimiento de la fuente estaba en un lateral, en una de las piedras que formaban el abrevadero.
Lavó sus manos y su rostro con el líquido fresco, quitándose el polvo del camino y espabilándose al momento.
En cuanto se sintió limpio cogió agua y bebió hasta sentir que iba a reventar.
Se apoyó en el borde para descansar un momento mientras veía al caballo empezar a devorar cualquier tipo de hierbajo que encontraba cerca.
Sonrió con ternura y agradecimiento hacia aquella bestia leal y tozuda que tantas veces le había acompañado.- Vamos Lope, te buscaremos algo decente que comer.
Cogió las riendas suavemente y tiró de él, que tras pensarlo un poco, accedió a volver a ponerse en marcha dándole con el morro a su amo que le correspondió con una caricia en sus crines color chocolate.
No tardaron en encontrar el puerto, con los primeros madrugadores preparando sus embarcaciones para la faena diaria. Cientos de pescadores empezaban la tarea que les tendría ocupados todo el día. Buscó por el muelle hasta dar con lo que necesitaba.
Una taberna ya funcionaba a toda marcha, sirviendo el desayuno a todos los trabajadores antes de partir.
Dejó a Lope atado a un costado junto a una buena montaña de paja y un cubo lleno de agua.- Portate bien.- le golpeó el lomo antes de poner rumbo al interior del local.
La taberna estaba bastante concurrida a pesar de ser tan temprano. Las voces sonaban ya con fuerza unas sobre otras mientras dos camareras corrían de un lado a otro con las bandejas llenas de comida y bebida. En la barra, un hombre mayor servía con gesto serio y regañaba a un joven aprendiz que no daba a basto en sus quehaceres.
Vio un hueco en la esquina y se acomodó allí, observando con desconfianza a los presentes, analizando cada rostro, ropa o acento que escuchaba. Todo parecía normal pero sus años al lado del Marqués le habían enseñado a no confiarse así que se mantuvo alerta.
- ¿Qué va a ser?.- preguntó el joven aprendiz acercándose a su lado.
- Pues algo de pan con tocino estaría bien.- pidió al nervioso chico.- Y un poco de vino, por favor.- sonrió.
- Ahora mismo.- le devolvió el gesto.
Comió en silencio recuperando las fuerzas perdidas en el viaje mientras estaba pendiente de todo lo que acontecía a su alrededor. En concreto, le había llamado la atención una mesa al fondo, algo apartada de la vista, donde 4 marineros acababan sus platos cuchicheando y con miradas desconfiadas hacia cualquiera que pasaba, incluso pudo observar como callaban cada vez que una de las camareras llevaba a la mesa algo.
-Ey...perdona... muchacho.- llamó la atención del menor que cortaba pan con prisa.
- No me diga que...que... me he...equi... equivocado en su pedido, disculpe, a...a... ahora mismo se lo cambio, pero no...no le...no le diga nada a mi padre, por favor.- se adelantó debido a la costumbre y al miedo a su progenitor que le miraba ahora en la distancia con cara de pocos amigos.
- No tranquilo, está todo bien. Solo quería hacerte una pregunta sobre aquellos hombres de allí.- bajó la voz un poco para que solo el chico le oyera.
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"Lienzos de un Siglo"
FanfictionDurante el siglo de oro español, un humilde pintor sevillano conquistará los corazones de la corte con su talento, llegando a deslumbrar al propio rey. Historia marcada por las luces y las sombras de una época donde las bajas pasiones y los interes...