Agazapado entre la maleza esperaba que las sombras de la noche temprana envolvieran el campamento español. Había perdido a 3 de sus mejores oficiales en aquel desfiladero del demonio por el que habían conseguido acceder a la zona norte del valle. Sabía que era peligroso, pero era su única opción. Aquellos malnacidos habían resultado ser mucho más duros y astutos de lo que esperaba. Por eso tenía que acabar con su único sustento, esa sería la forma definitiva de acabar con el asedio. No pensaba echar a perder su reputación por un grupo mugriento de soldados con agallas. Para ser sincero, aquel conflicto político le importaban un pimiento, pero pensar en quedar como un perdedor frente a ese arrogante de Richelieu le revolvía las tripas. Podía ver en esos ojos sibilinos el desprecio de su propio padre. No, no permitiría que esa vieja cacatúa santurrona lo mirara como si no valiera nada. Pensaba demostrarle a él y a todos los que lo habían repudiado, que Ernesto de Mansfeld no se doblegaba ante nada ni ante nadie.
Sonrió con suficiencia antes de girarse y contemplar a los hombres que le acompañaban. No eran más de 30 pero confiaba en ellos. Habían combatido juntos en más de una ocasión y conocía su destreza y ferocidad en batalla.
Llevó la vista más allá de sus soldados y vio el rostro serio y preocupado del gobernador de Breda.
En cuanto llegó el ocaso, el noble había salido a su encuentro como habían acordado, pero podía ver la duda en su mirada. Sus tropas habían sido muy diezmadas a lo largo de la contienda y el miedo y el cansancio estaban muy presente en todos ellos. Ernesto sabía que no podía estar seguro de que aguantaran aquella incursión, pero los necesitaba para igualar en número a los españoles que habían quedado cuidando el campamento.
- Gobernador, mejor será que quitéis esa mueca de pavor o los hombres saldrán corriendo en cuanto oigan el primer disparo - le dijo acercándose a él con una sonrisa en los labios.
- ¿Encontráis divertida esta situación? - le respondió molesto por su tono irrisorio. - Vos no tenéis idea de lo que hemos pasado hasta llegar donde estamos, no consentiré que nos tratéis con condescendencia. Llevamos un año en guerra, aguantando a esos malnacidos, viendo morir a nuestros seres queridos y, aun así, plantándole cara al enemigo. Así que no vengáis a darme lecciones de cómo hacer las cosas.
- Bonito discurso, lástima que toda esa verborrea no os vaya a servir en el campo de batalla.
- ¿Para eso me habéis traído aquí?, ¿para humillarme? - alzó la voz.
- Si no queréis morir antes de tiempo, guardad las formas gobernador - le advirtió elevando una ceja. - Estamos del mismo lado, por eso necesito que os centréis. O vamos todos a una, o al alba estaremos muertos. Bueno en realidad, yo no pienso morir esta noche, así que tratad de dar la talla, si tan seguro estáis de vuestra valía. Coged a vuestros hombres y cumplid. Así no tendremos que aguantarnos uno al otro ni un día más.
- Os aseguro que, si mi pueblo no necesitara de vos, ahora mismo os atravesaría con mi espada - lo miró rechinando los dientes.
- Eso es, ahora sí. Usad todo ese odio para acabar con el enemigo.
- Sois un hombre despreciable. No sabéis lo que es el honor.
- El honor no os salvara, ni a vos, ni a vuestro pueblo. Seré yo quien lo haga. Así que dejad de mirarme como si fuera una alimaña y recordad lo que podéis perder si entráis en batalla con dudas.
- Os detesto - lo desafió acercándose a él.
- Gracias mi señor, no esperaba menos de un hombre como vos. Aunque debo informaros que eso a mí me trae sin cuidado - le agarró fuerte del pecho.
- ¿Cómo os atrevéis? - trató de zafarse de su agarre mientras sus hombres sacaban las espadas.
- Oídme bien porque no lo repetiré más. Me da igual cuántos títulos tengáis y cuan valiosa sea vuestra sangre, si no queréis que vuestro pueblo acabe muriendo encerrado en esta fortaleza como ratas, seguiréis mis órdenes. Y cuando todo esto acabe, si deseáis, con gusto me batiré en duelo con vos.
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"Lienzos de un Siglo"
FanfictionDurante el siglo de oro español, un humilde pintor sevillano conquistará los corazones de la corte con su talento, llegando a deslumbrar al propio rey. Historia marcada por las luces y las sombras de una época donde las bajas pasiones y los interes...