CAP.9 "Caricias"

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El último tramo hasta la residencia real se le hizo eterno. Apuró más a Lope que ya cabalgaba a gran velocidad. Podía ver la inmensa construcción a lo lejos, rodeada de jardines interminables por los que paseaba la corte. Los lacayos iban de un lado a otro, caballos entraban y salían junto a carretas con alimentos y enseres.
Por la posición del sol debían ser las 12, ya que estaba en su zenit, apretando con fuerza en su nuca y anunciando un verano temprano que empezaba a sofocar el ambiente.

Pasó sin frenar por medio de los presentes, ganándose más de una mirada de reprobación pero le daba exactamente igual. Su única preocupación era informar cuanto antes al Rey y volver a Sevilla con su amo. No podía borrar de su cabeza la imagen del marqués inconsciente sobre el cuerpo bañado de sangre de Raoul que gritaba desesperado buscando ayuda.

"Es fuerte, lo sabes, va a estar bien"

Ese era su mantra desde que dejara atrás la ciudad hispalense.

Frenó al caballo en cuanto llegó a la puerta sur del Alcázar. Era el acceso a palacio que usaban los trabajadores y sería mucho más fácil que le dejaran acceder por ahí. O eso creía.

Para su sorpresa, había dos hombres armados a cada lado de la puerta. Seguro que el Rey había reforzado la seguridad con todos los rumores de conspiración que corrían por todo el imperio. Por mucho que le fastidiara los planes, lo veía la medida más sensata. Media europea estaba repleta de enemigos de la corona y era de conocimiento público el odio que la casa de Austria* despertaba en más de uno.

Observó con desconfianza como los hombres de la guardia paraban a cada carreta, caballo y hombre a pie que intentaba entrar. Los registraban de arriba a abajo, a ellos y a su mercancía. Así como buscar su nombre en una lista que uno de ellos llevaba llena de tachones y anotaciones.

- Mierda, no vamos a poder pasar.- susurró nervioso cuando solo quedaba por delante suya un carro cargado de verduras frescas tirado por un burro.

Llegó su turno y en cuanto trató de pasar, las alabardas* de la guardia se cruzaron delante de él cortándole el paso.

- Nombre y motivo de su visita.- preguntó seco el que tenía la lista en la mano.

- Diego Espósito*, traigo un mensaje urgente para su majestad de parte del Marqués de Hernández.- respondió con toda la convicción que pudo sin apartar la mirada del frente.

El guardia buscó en su lista sin encontrarle, obviamente. Pasó su mirada del papel al joven lacayo que mantuvo el tipo, siendo consciente de las pintas que tenía después del viaje. Desaliñado, sucio y con ropas de plebeyo.

- No aparece, no puede pasar.- sentenció con cara de pocos amigos.

Ambos hombres se quedaron a la espera de que abandonara el lugar y dejara pasar al siguiente. Pero él no pensaba moverse de allí sin ver al monarca. No había pasado días sin dormir para que ahora, estando tan cerca, le hicieran rendirse.

- No puedo estar en esa lista porque es un mensaje urgente.- explicó con rabia.

- No pasa nadie que no esté autorizado. Así que apártate de una vez y déjanos trabajar, muchacho.- lo ninguneó dándole la espalda.

- ¡No voy a moverme de aquí hasta hablar con el rey, ¿me oye?!.- bajó del caballo de un salto y le enfrentó.

- ¿Quieres acabar en una celda?.- habló esta vez el otro mientras le ponía el mango de su arma contra el pecho.- Haz caso y vete.- aconsejó conociendo el mal humor de su compañero.

- Tengo que hablar con su majestad, es cuestión de vida o muerte.

- Muerto acabarás si sigues molestando.- lo amenazó de nuevo el primero.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora