CAP. 7 Aún no

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Con paso nervioso, Raoul deambulaba por el pasillo frente a la habitación donde habían llevado al marqués.
Su camisa y sus manos aún estaban llenas de la sangre del noble, su rostro desencajado por la preocupación y sus dedos castigados por llevar mordiéndose las uñas sin control largo rato.

No podía borrarse la última mirada de aquellos ojos oscuros, ese brillo y esa fuerza que los hacían únicos. No podía morir, no se lo merecía y menos por su culpa. El marqués era un buen hombre, Dios tenía que cuidarle.
Rezó de nuevo con desesperación buscando remedio a la incertidumbre.

El tiempo parecía haberse parado tras aquella puerta que se mantenía cerrada y silenciosa, provocándole ansiedad a cada segundo que pasaba sin noticias.
Juana trató, sin éxito, que fuera a lavarse o a comer algo pero él no pensaba retirarse de allí hasta no verle y saber que estaba a salvo. Necesitaba volver a mírarlo a los ojos, volver a despertar bajo su mirada como si fuera un pájaro al que le abren la jaula por primera vez. En ese momento no le preocupaba lo que sentía, si estaba bien o mal, ahora solo le importaba que no fuera demasiado tarde.

Agotado, acabó dejándose resbalar por la pared y permaneció sentado en el suelo hasta que los primeros rayos del sol empezaron a dar vida a la casa.
Fue entonces cuando la puerta se abrió dejando paso al doctor y a Diego, que con gesto de absoluto cansancio, salió agradeciendo al profesional su trabajo.

- Lo importante ahora es controlarle la fiebre y curar la herida para que no se infecte.

- Así lo haremos doctor.- habló el lacayo.

- Por fortuna, la herida no ha tocado ningún órgano, pero ha perdido mucha sangre, por eso es de vital importancia que descanse lo máximo posible.

- Pero va a despertar ¿no?.- intervino Raoul asustado.

- Ahora mismo su cuerpo está muy débil, no sabemos cómo evolucionará pero ha tenido mucha suerte, si le aplican el ungüento que le he recomendado y procuran que esté hidratado, debería recuperarse. Aún así, estas primeras horas son cruciales.

- Si no le hubieras encontrado y taponado la herida ahora estaría muerto.- explicó el de ojos verdes con un hilo de voz pero cargado de agradecimiento.

- Si está así es por mi culpa, no me trates como a un héroe porque solo soy un cobarde.- respondió aguantando las ganas de llorar.

- Puedes dejar de machacarte por algo que no te corresponde.- pidió serio.

Un silencio se apoderó del pasillo mientras ambos chicos se miraban incapaces de soportar ya más por hoy.

- Bueno...- intervino el mayor.- Yo me retiro. Pasaré a ver cómo sigue mañana, bueno con las horas que son, ya diremos hoy.

- Gracias doctor.- hablaron a la vez los otros dos antes de verlo bajar las escaleras rumbo a la calle.

- ¿Y Lorenzo?.- habló Diego tras un breve silencio.

- El crío se quedaba dormido de pie, Juana le ha llevado a tu habitación para que descansara. Ella le está cuidando, no te preocupes.

- Gracias.- suspiró.- Necesito que os encarguéis de él durante unos días. No tiene a nadie más que a mí y yo tengo que ir a Madrid con urgencia para hablar con el Rey.

- Un momento Diego...

- No Raoul, no tengo tiempo que perder. Tengo que salir de inmediato antes de que...

- Diego para.- lo sujetó de los hombros.- Estás muerto de cansancio, no puedes viajar así.

- Estoy bien.- mintió sintiendo la cabeza totalmente mareada.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora