Con paso nervioso, Raoul deambulaba por el pasillo frente a la habitación donde habían llevado al marqués.
Su camisa y sus manos aún estaban llenas de la sangre del noble, su rostro desencajado por la preocupación y sus dedos castigados por llevar mordiéndose las uñas sin control largo rato.No podía borrarse la última mirada de aquellos ojos oscuros, ese brillo y esa fuerza que los hacían únicos. No podía morir, no se lo merecía y menos por su culpa. El marqués era un buen hombre, Dios tenía que cuidarle.
Rezó de nuevo con desesperación buscando remedio a la incertidumbre.El tiempo parecía haberse parado tras aquella puerta que se mantenía cerrada y silenciosa, provocándole ansiedad a cada segundo que pasaba sin noticias.
Juana trató, sin éxito, que fuera a lavarse o a comer algo pero él no pensaba retirarse de allí hasta no verle y saber que estaba a salvo. Necesitaba volver a mírarlo a los ojos, volver a despertar bajo su mirada como si fuera un pájaro al que le abren la jaula por primera vez. En ese momento no le preocupaba lo que sentía, si estaba bien o mal, ahora solo le importaba que no fuera demasiado tarde.Agotado, acabó dejándose resbalar por la pared y permaneció sentado en el suelo hasta que los primeros rayos del sol empezaron a dar vida a la casa.
Fue entonces cuando la puerta se abrió dejando paso al doctor y a Diego, que con gesto de absoluto cansancio, salió agradeciendo al profesional su trabajo.- Lo importante ahora es controlarle la fiebre y curar la herida para que no se infecte.
- Así lo haremos doctor.- habló el lacayo.
- Por fortuna, la herida no ha tocado ningún órgano, pero ha perdido mucha sangre, por eso es de vital importancia que descanse lo máximo posible.
- Pero va a despertar ¿no?.- intervino Raoul asustado.
- Ahora mismo su cuerpo está muy débil, no sabemos cómo evolucionará pero ha tenido mucha suerte, si le aplican el ungüento que le he recomendado y procuran que esté hidratado, debería recuperarse. Aún así, estas primeras horas son cruciales.
- Si no le hubieras encontrado y taponado la herida ahora estaría muerto.- explicó el de ojos verdes con un hilo de voz pero cargado de agradecimiento.
- Si está así es por mi culpa, no me trates como a un héroe porque solo soy un cobarde.- respondió aguantando las ganas de llorar.
- Puedes dejar de machacarte por algo que no te corresponde.- pidió serio.
Un silencio se apoderó del pasillo mientras ambos chicos se miraban incapaces de soportar ya más por hoy.
- Bueno...- intervino el mayor.- Yo me retiro. Pasaré a ver cómo sigue mañana, bueno con las horas que son, ya diremos hoy.
- Gracias doctor.- hablaron a la vez los otros dos antes de verlo bajar las escaleras rumbo a la calle.
- ¿Y Lorenzo?.- habló Diego tras un breve silencio.
- El crío se quedaba dormido de pie, Juana le ha llevado a tu habitación para que descansara. Ella le está cuidando, no te preocupes.
- Gracias.- suspiró.- Necesito que os encarguéis de él durante unos días. No tiene a nadie más que a mí y yo tengo que ir a Madrid con urgencia para hablar con el Rey.
- Un momento Diego...
- No Raoul, no tengo tiempo que perder. Tengo que salir de inmediato antes de que...
- Diego para.- lo sujetó de los hombros.- Estás muerto de cansancio, no puedes viajar así.
- Estoy bien.- mintió sintiendo la cabeza totalmente mareada.
ESTÁS LEYENDO
"Lienzos de un Siglo"
FanfictionDurante el siglo de oro español, un humilde pintor sevillano conquistará los corazones de la corte con su talento, llegando a deslumbrar al propio rey. Historia marcada por las luces y las sombras de una época donde las bajas pasiones y los interes...