Un crujido de madera, el arrullo de los pájaros que se colaba por la ventana abierta, los rayos del sol que ya calentaban la estancia con fuerza y un sutil olor a jazmín. Paz absoluta. Calma y sosiego. Se sentía arropado entre las nubes mullidas de un cielo azul turquesa. Demasiado agotado para intentar moverse, demasiado perdido en el mundo de los sueños para notar que el mundo real hacía rato que había despertado y a diferencia de él, corría presuroso llenando las calles del bullicio mañanero de la gente y sus quehaceres.
-Raoul... Raoul...¡oh, vamos Raoul!.- lo zarandeó con fuerza.- Tienes que levantarte ya, llegas tarde al examen.- dijo Juana con urgencia.
-¿Juana?.- preguntó saliendo del letargo con lentitud.- ¿Qué pasa?.- preguntó sin entender aún, más dormido que despierto.
- Que eres un desastre, eso pasa. Llegas tarde a la exposición, te has dormido y como no te des prisa no llegarás a la parte final de tu examen.
Como un resorte saltó del sofá de su taller, donde se tumbó para descansar unos minutos y cayó rendido después de trabajar toda la noche para acabar la obra que presentaría esa mañana al comité.
-Mierda, mierda, no llego, no llego.
Empezó a correr como pollo sin cabeza, a medio vestir, mientras Juana reía a carcajadas sentada en el sofá mirándole.
-Típico de Raoul, no pierdes la cabeza porque la llevas pegada.- se carcajeó.
-No tiene ninguna gracia Juana, deja de reírte y ayúdame, no encuentro mi otro zapato. No puedo ir hecho un adefesio.- pidió revolviendo todo lo que había a su paso.
- Vale cálmate. Te he traído tus mejores ropas para que estés elegante y tu madre ha mandado esto esta misma mañana.
Se levantó del sofá y cogió una caja que había dejado en el suelo al entrar.
- Tu padre te los ha hecho especialmente para la ocasión.- le tendió la caja quitándole la tapa.
Eran unos zapatos nuevos, a medida, como los que llevaban los nobles. Con un poco de tacón cuadrado y una hebilla dorada adornando el centro.
Tuvo que aguantar las ganas de llorar por lo que significaba para él ese gesto de su padre.-Son preciosos y vas a estar muy guapo.- lo tranquilizó la joven acariciándole la nuca.- Vamos, acaba de vestirte que aviso al cochero para que estén en la puerta y salgáis volando.
El rubio asintió con un suspiro y empezó a vestirse con las manos temblorosas por la emoción. Se colocó unas calcetas celestes a juego con su pantalón bombacho azul marino y su jubón del mismo color. Los puños y los hombros tenían unos pequeños adornos bordados a mano por su madre. Cerró el último botón del cuello tras colocarse bien la valona*.
Cogió los zapatos y como si fueran de cristal, se los puso con sumo cuidado.- ¡Vaya!.- suspiró la chica volviendo a entrar.- Estás...
- ¿Aterrorizado?.- bromeó.
- Guapísimo.- sonrió.- Déjame que te acomode ese mechón.- se acercó con sutileza y le peinó con cariño el cabello sedoso.- Así, perfecto.
-Oye Juana.- la detuvo agarrando sus manos.- Gracias. Sin ti no sé qué haría.
La muchacha no pudo evitar sonreír y tuvo que agachar la mirada con vergüenza. Desde aquel beso que le robó no habían vuelto a tener esa cercanía. Los dos habían decidido hacer como si nada hubiera pasado, evitando enfrentarse a la realidad, pero ella lo tenía grabado a fuego.
- No seas tonto.- se ruborizó.
-Te lo digo en serio, tú me ayudaste a encontrar la inspiración, si no fuera por ti no habría tenido obra y no hubiera podido presentarme al examen.- le acarició la mejilla obligándola a mirarle.
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"Lienzos de un Siglo"
FanficDurante el siglo de oro español, un humilde pintor sevillano conquistará los corazones de la corte con su talento, llegando a deslumbrar al propio rey. Historia marcada por las luces y las sombras de una época donde las bajas pasiones y los interes...