CAP. 11 "Locos"

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La luz del alba ya despuntaba en el horizonte tiñendo el cielo.
Apretó sus pasos, haciéndolos resonar en el silencio de las calles. Sentía el corazón golpearle en las sienes y la falta de aliento debido a la carrera pero no frenó, dobló la esquina y, para su desgracia, se encontró con una calle abarrotada, nada habitual para esas horas, pero todos se dirigían al mismo lugar.

Empezó a escabullirse entre los viandantes, chocando y empujando para tratar de avanzar. Tenía que llegar antes de que fuera demasiado tarde, aquello no era justo, lo pararía aunque le costase la vida.
Cuando por fin llegó al final de la calle, una explanada se abrió ante ella. La gente trataba de ocupar el mejor lugar para presenciar aquel espectáculo macabro. Grandes y pequeños, todos reunidos para ser testigos de cómo le arrebatan lo que más amaba.

Una nube de humo negro se alzó hacia el cielo cuando consiguió llegar a la primera fila. Los ojos le picaban al estar tan cerca de la pira, el calor era asfixiante y el crepitar de las llamas le erizaba la piel. El olor a carne quemada casi la hizo vomitar hasta que un grito desgarrador dejó en silencio a la multitud y su corazón se congeló.

El humo se disipó por unos momentos, lo suficiente para ver el rostro de Raoul enegrecido y desfigurado por el terror. Vestía una túnica blanca llena de manchas y sus pies descalzos ya tocaban las brasas. Con las manos atadas a la espalda forcejeaba desesperado por soltarse.

- ¡NOOOO!.- gritó con horror.

Trató de acercarse para sacarlo de allí pero la guardia se lo impidió empujándola hasta tirarla al suelo.

-¡Es un error, es inocente!.- chilló desde abajo.

Se incorporó y buscó al inquisidor que observaba la agonía del rubio con gesto de satisfacción en la cara. Se arrodilló ante él y suplicó agarrada a los bajos de su sotana.

- ¡Excelencia, piedad, os lo suplico!, perdonadle la vida, es un buen hombre, no ha hecho nada. Yo respondo por él. Es inocente.

El hombre de pelo gris y rostro arrugado la miró con desprecio.

- El pecado nefando* solo tiene un camino y es el fuego purificador.

Juana sollozó con fuerza, clavó las uñas en el suelo notando un dolor agudo que en nada se comparaba al que sentía en el pecho. Llevó los ojos hasta los dorados que le miraban entre la bruma, vacíos y opacos. Solo había miedo y sufrimiento en ellos.
Se levantó, casi sin fuerzas, dispuesta a meterse en la hoguera para sacarlo de allí con sus propias manos o a consumirse con él.
Dio un paso, respirando agitadamente, luego otro y el calor se hizo insoportable. Miró al aprendiz y este negó con la cabeza antes de llevar la mirada hacia la derecha.
La morena llevó la vista en esa dirección y lo vio de pie al otro lado. El marqués, ataviado con sus mejores galas, tenía los ojos clavados en el joven.

- Vos.- susurró llena de ira.

Sin esperar un segundo, corrió hasta llegar a su altura y empezó a golpearle indiscriminadamente.

- Mal nacido, miserable, vos tenéis la culpa.

Las manos fuertes del contrario se cerraron en torno a sus muñecas frenando su ataque como si nada. Ni siquiera la miró. Los ojos negros seguían clavados en el cuerpo que ardía frente a ellos. Los gritos de Raoul volvieron a llenar el ambiente cuando la lengua de fuego alcanzó su torso.
Se tapó los oídos al borde de enloquecer.

- ¿Cómo podéis estar ahí quieto mirando como se consume sin hacer nada?.- le escupió.- ¡¡Sois el demonio!!

El de barba no contestó, solo siguió contemplando la agonía del menor con una pequeña sonrisa triunfal en los labios.
Ella trató de moverse pero las manos tostadas no aflojaron ni un ápice su agarre.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora