CAP. 8 "Más tarde de lo esperado"

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La noche pasó lenta y torturadora. Agoney trató de dormir pero fue en balde. La herida le daba punzadas y la cama se le hacía insoportable después de tantas horas. Se giraba de un lado a otro con sumo cuidado sintiendo el tirón en su carne con según que movimientos. La luna entraba curiosa por la ventana para acompañarle en su vigilia como una expectadora silenciosa.
Intentó centrarse en algo que no fuera su cuerpo entumecido y recordó el ataque. Veía en su cabeza perfectamente la cara manchada de su agresor y el frío del metal clavándose en él.

" Cómo te dejaste sorprender así. Es de novato quedarse desprotegido de esa manera."

Se sentía ridículo, se había confiado y casi le cuesta la vida. Aquello no era propio de él. Jamás se despistaba en un combate, no al menos de esa forma. Pero llevaba días con la cabeza en otra parte y sabía perfectamente donde.
Por inercia se giró y miró la puerta cerrada por la que había visto salir al aprendiz cabizbajo.
Le había dolido su reacción, no podía negárselo y por si fuera poco, en lugar de responderle como se merecía después del desprecio, se había callado. Había sido incapaz de rebatirle como hubiera hecho con cualquiera que tratase de humillarle así. Y no era la primera vez que se mordía la lengua con él. Pero Raoul era diferente a todo lo que había conocido hasta ahora. Sus ojos melosos tan llenos de miedo y a la vez de ganas de libertad le habían arañado por dentro desde que lo vio por primera vez.
Nunca había temblado con unas simples caricias como bajo los dedos inexpertos del joven unas horas atrás.
Verle casi en trance recorriendo su piel con aquella devoción había sido un antes y un después para él y tenía la esperanza de que para el rubio hubiera sido igual, pero no había sido así.
Le dolía y no entendía por qué.

"¿Qué me has hecho Raoul?"

Suspiró con frustración y se pasó las manos por la cara. Ya está. No podía dejarse afectar así por un chico cualquiera, un crío que no sabía ni tenía el valor de aceptar sus propios actos. Era un cobarde y él detestaba la cobardía. Así que a partir de ahora se olvidaría de él y se dedicaría de pleno a su misión que para eso estaba allí. Cuanto antes acabara, antes volvería a su amada Flandes y dejaría atrás esa sonrisa inocente que le había nublado la mente. Volvería a sus encuentros animales con quien sabe lo que quiere y lo que busca. Alguien que a la mañana siguiente ya no existe y no duele. Volvería a su vida donde él marcaba el camino y donde los demás acataban y no tenía que sentirse así, a merced de otro. 

Los primeros rayos del sol le sorprendieron tratando de levantarse incapaz de seguir tumbado por más tiempo. Se apretó fuerte el abdomen y con lentitud echó los pies fuera de la cama. Tardó más de lo que le hubiera gustado en estar sentado al borde del mullido colchón pero no contento con eso, se fue poniendo en pie con un gruñido de dolor.
Tuvo que apoyarse en la mesita de noche durante unos minutos, hasta que se acostumbró al resquemor de la piel herida.

- Joder.- se quejó.

Cuando pudo soportar las molestias, llenó el vaso con agua y se bebió dos seguidos. Sentía la boca tan seca como un esparto y el estómago empezaba a quejarse. Por suerte en la bandeja había una manzana brillante que le pareció el mejor manjar del mundo. Descartó el cuchillo que encontró y se la comió a bocados mientras con paso renqueante se acercó hasta la ventana para ver levantar el día.
El horizonte resplandecía con el Lorenzo pintando de colores las sombras de la noche que huían como si sus rayos pudieran desintegrarlas.
Suspiró y se dejó disfrutar por unos instantes de aquel maravilloso espectáculo de la naturaleza. Sevilla era conocida por su belleza pero hasta que no la veías despertar, no sabías cuanto.
Poco le duró aquella paz porque en seguida cayó en que Diego aún no había ido a verle. Entonces una sensación de presión se instaló en él. ¿Por qué?.

Un crujido a su espalda lo sorprendió. Al girarse vio como la puerta se abría lentamente y tuvo la esperanza de que fuera su ayudante el que entrara por ella pero el rostro de Raoul lo recibió con gesto cansado y ojeras marcadas.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora