Cap. 2 "La batalla"

398 57 344
                                    

El cielo empezaba a clarear en el horizonte por fin, mientras Diego envuelto en su capa húmeda no dejaba de tiritar. Odiaba las noches que le tocaba guardia, el frio se le metía en los huesos y pasaba el día siguiente sin dejar de temblar. Sentía el cuerpo tan agarrotado que no veía la hora de que llegara el cambio. Resopló, mientras doblaba un poco las piernas, pasando el peso de una a otra, como hacían aquellos pájaros rosados que tanto llamaron su atención en el sur. Sonrió un poco al imaginarse cubierto de plumas y con aquellas patas delgadas.

-Definitivamente necesito dormir.- se dijo, antes de devolver la atención al pórtico cerrado de la ciudad.

-Tienes un aspecto horrible desde luego.

Se giró veloz, apuntando con el arcabuz hacia la voz que le había sobresaltado.
El gesto serio del marqués le recibió. Ambos se quedaron callados unos segundos, estudiando al contrario. Hacia dos semanas que el mayor no le dirigía la palabra y no sabía muy bien cómo abordar ese momento, hasta que le vio esbozar una pequeña sonrisa. Duró solo un segundo, pero fue suficiente para que volvieran a reconocerse.

-No mucho peor que el vuestro amo, os lo aseguro.- contestó socarrón.

-Tss, exageras. Si estoy en mi mejor momento.- rebatió con ironía, sacando pecho dentro de sus ropas sucias y desgastadas.

Rompieron a reír juntos, recuperando, de a poco, esa sensación de familiaridad que tanto habían echado en falta y que ninguno alcanzaba a recordar, en qué momento la habían perdido.

-Lo siento.

-No amo, yo lo siento. Juro que no quise...

-No Diego, déjame hablar por favor.- lo agarró fuerte de los hombros para que le prestara atención.- Necesito sacar de una vez toda la ponzoña que me está carcomiendo por dentro. Ya no me reconozco y casi no me había dado cuenta.

El rubio asintió con seriedad invitándolo a seguir.

-No sé cuándo fue la última vez que me atreví a mirar dentro de mí mismo. Han sido unos años duros. Creí que podría manejar la situación, que pasado un tiempo, todo quedaría en un simple recuerdo y dejaría de ser una necesidad vital. ¡Qué iluso fui !.- le tembló la voz.

-Amo, no tenéis que hacer esto...

-Sí Diego, sí. Llevo demasiado tiempo escapando de lo que realmente siento. Tapando heridas con sal. Creía que dejando de ser yo, el dolor cesaría. Pensé que podría enterrarme en el fantasma de la guerra y olvidarme de lo que un día fui. Y casi lo había conseguido. Hasta que trajiste de vuelta su recuerdo.- lo miró a los ojos con expresión solemne.

-No tenía derecho amo, lo siento.- dijo avergonzado.

-Es cierto, no tenías derecho. Pero te lo agradezco.

El menor levantó el cabeza sorprendido.

-Bueno, en el momento deseé molerte a palos, he de ser sincero. Todo el dolor que había estado disfrazando se hizo presente como una ola gigante que casi me arrastra de nuevo. Pero volví a reconocerme por primera vez en mucho tiempo. Miles de recuerdos me asaltaron, dejándome completamente desnudo y sin protección. Ninguna de mis armas podía ayudarme con ese enemigo. La cabeza me gritaba que tenía que soltar y dejar atrás todo eso que ya no me pertenecía, que ese no era yo, pero el corazón deseaba tanto volver a tenerle cerca, aunque fuera solo en la memoria, que me sorprendí a mí mismo sonriendo al poder reproducir a la perfección su silueta, su olor, su sonrisa, su forma de arrugar el ceño cuando pintaba. Cuanto más le dejaba volver, más en paz me sentía. Como si hubiera vuelto por fin a mi hogar.

-Siempre me pregunté por qué jamás hablabais de él, por qué no le escribíais o por qué, ni siquiera, me preguntabais por el contenido de mi correspondencia con Lorenzo.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora