CAP. 10 "Juana"

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La mañana era calurosa, a pesar de ser primera hora. Se avecinaba un día de bochorno pero en casa de los Pacheco todo era calma.
Juana y Lorenzo desayunaban en el comedor dicharacheros cuando el maestro entró con su pelo húmedo perfectamente peinado y sus ropas de domingo impolutas.

- Buenos días.- dijo dejando un beso en la frente de la joven antes de sentarse en su sitio en el extremo de la mesa.

- Buenos días maestro.- contestó tímido el pequeño mientras trataba de ponerse lo más recto posible.

- Buenos días padre.- contestó sonriente ante la reacción del niño.- ¿Cómo habéis descansado?.- preguntó, ahora sí, mirando al de pelo blanco.

- Bueno, la rodilla me ha dado una tregua esta noche, así que he dormido un poco mejor.- se golpeó su pierna derecha con resignación.

- El médico debería revisaros de nuevo. Algo tiene que haber para curaros esos dolores.

- Hija, esos dolores ya no se van a ir, son como las canas. Me hago viejo y mi cuerpo no es el que era.- explicó apenado.

- No digáis eso.

- Es la verdad querida, ambos debemos aceptarlo. Llegará el día en que yo no esté.

La morena sintió un pellizco desagradable en el estómago y agachó la mirada apesadumbrada.

- Juana hija, no te angusties, aún me queda tiempo para dar guerra. La muerte forma parte de la vida y como tal debemos tomarla.- le sonrió comprensivo hasta que esta le devolvió el gesto.- Lo importante es dejar este mundo en paz y yo he tenido la suerte de tener una buena vida. Una familia estupenda, he podido dedicarme a lo que me apasionaba y os he tenido a tí y a tu madre.

Los ojos verdes se cristalizaron.

- Ojalá pudiera verte, estaría tan orgullosa como lo estoy yo. No sé en qué momento te convertiste en una mujer, quizá estaba demasiado perdido en verte como mi niña adorada.

- Padre, yo siempre voy a ser vuestra niña.- se retiró una pequeña lágrima furtiva.

- Lo sé, pero llegará el día en que tengas que volar y vivir tu vida. Te unirás a otro hombre y crearás tu propia familia, y yo seré solo un trasto viejo.

- ¡No digáis eso!. Jamás os apartaré de mi lado.

- Estoy seguro de ello hija.- se miraron en silencio.- Pero tienes que pensar en tu futuro y Raoul sería un buen marido. ¿Habéis hablado de esto?

La muchacha miró al suelo con gesto sombrío.

- No padre. Aún no hemos tenido ocasión.

- ¿Por qué te pones triste?.- observó sus hombros caídos de pronto.

- No sé padre. Su reacción me dolió y no quiero volver a sentirme rechazada de esa manera. Yo...yo le quiero. Nada me haría más feliz que ser su esposa y compartir el resto de mi vida con él.

- Para mí sería una alegría inmensa. Saber que él será quien cuide de ti cuando yo falte es lo único que me dejaría con la conciencia tranquila. No quiero que te falte nada hija, ni que un mal hombre te haga la vida insoportable.

- Lo sé. Hablaré con él.- accedió.- Pero no puedo prometeros nada. No le pondré en el compromiso de aceptar por obligación, no me lo merezco. Espero que lo entendáis.

- Sí querida.- aceptó con esperanza en los ojos.- Pero prométeme que serás comprensiva, los hombres a veces no sabemos hacer las cosas que tienen que ver con el corazón y los sentimientos.

- Quedaos tranquilo.- aseguró.

- Señorita Juana.

La voz del ama de llaves interrumpió la conversación.

"Lienzos de un Siglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora