Caída libre

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— No puedo creer lo que estas diciendo. Es más... ¿Tan solo te estás escuchando a ti mismo? — Mi amigo el doctor, se me quedó viendo con enojo, todo era debido a que seguía bebiendo a grandes tragos los tarros de cervezas que me traía el bartender.

— tráeme otra amigi. — Sentía la cara completamente roja al mirar a Sebastián, solo le sonreí. — Claro que me escucho, pero debes de entender que se trata de mi madre, y esos libros tal vez tengan la clave para traerla de vuelta. —

— Sé cuanto quieres que tu madre esté bien, pero lo que estás diciendo es una locura. — Sebastián tan solo imaginar aquello le causaba un nudo en el estómago. Lo sabía porque conocía esa expresión de molestia.

— No es una locura. Es la única forma de poder tenerla conmigo. —

— ¡¿Torturándola?! — El doctor solo me dio una bofetada, sentí entumecida mi mejilla a los pocos segundos, no dije nada. Solo comencé a sentirme aun más triste y mis lagrimas comenzaron a juntarse.

— Tu no sabes lo que he vivido sin ella, lo que he extrañado verla, abrazarla, sentir uno de sus besos en mi frente, saborear su comida. Cuando escuché acerca de los diarios de Penélope Curts y como Anthony Deligiannis había cambiado, en mi cabeza solo apareció una posibilidad, una luz que volviera a traérmela de vuelta. ¿Es tan malo querer ver de nuevo a mi mamá? — No pude evitar comenzar a llorar en medio de aquel bar en Buenos Aires. El tipo de la barra puso el tarro en frente de mí, pero el medico simplemente lo retiró en otra dirección.

— Suficiente alcohol para ti. Nos vamos. — Negué con la cabeza mientras solo comencé a forcejear con mi amigo para poder quedarme a embriagarme. Él logró pagar la cuenta mientras trataba de empujarme lejos de la barra. — Javi, no empieces. Si quieres beber podemos hacerlo en tu habitación de hotel. —

— No, quiero. Déjame aquí para beber. — Simplemente quería ahogar mis penas, mis tristezas. Tan solo, quería seguir recordando como era vivir con mi madre, en medio de ese bar.

— Ni madres, no creas que me voy a ir solo así. — La gente comenzaba a vernos, pero no quería hacer caso, estaba triste, herido y con la única esperanza que tenía alejándose lentamente. — ¿Acaso piensas volver a cometer el mismo error? ¿Volverás a herir a Fabián? — Abrí mis ojos abruptamente y solo dejé de forcejear, tan solo me quedé parado y mirando el suelo. Sentía vergüenza de pensar en lo que Fabián diría si me viera en eso momentos.

— Venga, vámonos de aquí Javi. — Sebastián solo me tomó del hombro y me dio un pequeño empujón para salir de aquel bar. Tomamos un taxi que nos llevará al hotel donde todos los implicados nos habíamos quedado para el asunto de la investigación del comportamiento cerebral y la creación del escáner cerebral y emocional. Mientras íbamos en el viaje solo me quedé viendo como Sebastián se quedaba observando el paso de las calles sin decir nada.

Llegamos al hotel y fuimos directamente a nuestro piso, la habitación de Sebastián estaba continua a la mía así que ambos éramos vecino. Toda la noche había resultado un error por lo que solo decidí entrar a mi habitación, pero antes de cerrar sentí como Sebastián entró de un empujón a mi cuarto, empujándome directamente para acorralarme entre sus brazos y la pared.

— ¿Qué te pasa? — Pregunté, pero el doctor solo me puso una mirada suplicante.

— Javi, hagámoslo. — Escuché y solo me exalté quedándome congelado. — Tengamos sexo como antes, de amigos. Una ultima vez, por favor... — Negué con la cabeza, pero solo sentí como mis labios eran tomados por Sebastián quien me abrazó con fuerza mientras yo estaba tratando de alejarlo. — déjame hacértelo Javier, Fabián jamás se enterará... — Escuché cerca de mi oreja, pero al momento de escucharlo solo hizo que me enfureciera a tal grado que logré darle un puñetazo en el estómago al doctor, para después darle otro en la mejilla.

Mi Turno (Historia LGBT) ~ Finalizada ~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora