❁ « Everlasting - Chaennie » ❁

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A mediados de otoño, recuerdo que había ido a la casa de Lily, me había llamado para conocer su nueva mascota, un lindo gato llamado Louis. La mayoría del tiempo terminaba durmiendo ahí, pero ese día, a pesar de que fuese tarde, quería ir a casa.

Siempre que iba de vuelta, pasaba por un paradero, no importaba que hora fuera y si había gente transitando por las calles, se encontraba vacío y me extrañaba que no lo quitaran debido a eso.

Y esa noche, había alguien esperando el bus, al principio me dio gracia el hecho de que esa persona estaba esperando algo que no iba a llegar. A medida que avanzaba me pude dar cuenta que era una chica, su vestimenta no era el indicado para el tiempo y estaba tan pálida, toda esa gracia cambió a preocupación.

—Si esperas a que llegue un bus, espero que tengas la vida suficiente para ello, ¿Estás bien? Debes tener mucho frío con esa ropa. —

Me quité uno de los abrigos que tenía y se lo ofrecí.

—Por favor tómalo y déjame ayudarte. —

La chica me miró y tenía los ojos como unos cristales.

—Se supone que vendrían por mí, sé que el bus no pasa por acá, pero era el punto de referencia, por cierto, gracias, pero ¿cómo te lo devolveré? —

Sonreí en aquel momento, era increíblemente linda, a pesar de su terrible y congelada apariencia.

—Puedes quedártelo, son casi la una de la mañana, ¿crees que vendrán? —

Ella suspiró, sabía que no irían por ella, sobre todo a esa hora y por el oscuro y mal tiempo que se estaba aproximando, sin embargo, seguía diciendo que sí. Debo admitir que estaba preocupada por ella, más de lo que pude imaginar.

Y me quedé con ella, esperando a aquellas miserables personas llegaran.

Mientras que transcurría el tiempo, el abrigo le ayudó a recuperar el calor y color en su rostro. Hablamos un poco, sus respuestas no eran lo mejor del mundo, pero era mil veces mejor que soportar el silencio, y a medida que la conversación iba fluyendo, su defensa estaba bajando.

Kim Jennie, 26 años y era diseñadora, venía de un pequeño pueblo en Daegu, pero por ciertas razones decidió venir a Seúl.

De tantas personas que he visto en mi vida, tenía una belleza que me enganchaba. Unos labios gruesos de un rosa suave era lo más llamativo de su rostro, sus ojos gatunos, pero también eran algo redondos y grades, su nariz era tan finita que pareciera que lo hubiesen hecho con el mayor de los cuidados, su pelo castaño, era largo y con un lindo brillo.

Verla era bastante agradable y mientras más la miraba, encontraba más detalles que le hacían distinguir.

Y pasó una hora o tal vez más, mi hambre empezaba a hacer acto de presencia y en ese momento, parecía que a ella también.

—Al parecer esas personas no vendrán por ti. —

Ella sonrió con algo de tristeza y asintió con su cabeza.

—Mi casa queda a una cuadra de acá, podrías ir, es tarde y creo que es mejor estar en un lugar seguro antes de que caiga una tempestad. —

Su expresión se volvió seria, lo entendí, a pesar de ser mujer y haber tenido unas posibles horas de conversa, no era la confianza suficiente como para aceptar algo así.

—Entiendo que no me conoces y es extraño que te lo ofrezca, pero si tienes dinero y un hotel donde quedarte, está bien, pero ten en cuenta que yo no te cobraré y mucho menos aprovecharme de esto, además si quieres ir a un hotel decente, tardarás en llegar. Déjame ayudarte, incluso puedo darte una deliciosa taza de chocolate caliente y galletas. —

Me respondió con una sonrisa, tan jodidamente tierna.

—Park ChaeYoung, más te vale tener razón y no tener que arriesgarme a escapar de ti. —

Aquella amenaza me hizo reír un poco, pero aun así me colocó nerviosa.

La llevé a casa, le di algo cómodo y cálido para que pudiera dormir bien, también le acomodé el cuarto de huéspedes y como persona que cumple su palabra, la maravillosa cena madrugadora fue esa taza de chocolate y galletas.

En el poco tiempo que estuvimos comiendo, no hablamos mucho, pero su presencia me hacía sentir cómoda, como si la hubiese conocido de hace años. No podría olvidarlo aunque pasaran un millón de años.

Quien diría que por ello haya comenzado el caos más hermoso de mi vida.