Bajo las Heridas

2.

Hilary en multimedia.

Hilary:

Los hombres son como unos juguetes y mucho más los que vienen a este tipo de clubs cada noche en busca de calentar sus pollas y saciar lo que las mujeres en sus casas o novias no pueden hacer.

Pocos son los solteros que se animan a venir, por no decir ninguno o incluso hombres a punto de casarse,  al hombre le gusta lo prohibido y lo sucio. 

Es por eso que los tenemos comiendo de nuestra mano y  cada vez que subo al escenario me reafirmo que es verdad.

Tantas bocas abiertas y pollas duras que logro notar por encima de sus pantalones costosos.

Solo necesitas bailarles, mover el culo, las tetas sobre el rostro y gemir frente a ellos, es suficiente para conseguir lo que quieres. 

He tenido sexo tantas veces y de tantas formas, con muchos hombres adinerados a los que les he sacado muy bien de provecho y he soportado muchas cosas desde que tengo este trabajo.

Me he topado con tríos, fetichistas y orgías.

Y he practicado cada una de ellas, no ha habido un limite en lo que mis clientes me pidieran y no he puesto uno hasta ahora.

Es simple, sexo a cambio de dinero, es un trueque, que ellos aprovechan y nosotras también, no hacemos daño a nadie y no tengo porque sentirme mal conmigo misma, ni siquiera conozco a estos tipos o la vida que llevan, ni me interesa en lo más mínimo si están casados o si tienen una novia a la que están engañando.

Es su problema, no el mio.

Si hay dinero de por medio, lo tomo y ya, sin importar que.

Cojo, les hago un oral o dejo que me penetren por atrás, sea uno o dos, así soy yo.

Vivo por esto y también lo disfruto, pero más que eso vivo por eso, porque no todos nacimos en una cuna de oro, por más que internamos de una y otra forma sobresalir, las puertas siempre se terminaron cerrando.

Esta es mi única de vivir, sacando provecho de quienes tienen más que yo.

—¡Felicidades, fue una excelente presentación, chicas!.—Madam, así la llamamos, es nuestra "Madre"

Todas aplaudimos.

—¡Ahora vayan a las habitaciones, los clientes no tardan en llegar!.—Nos recuerda.

Les da una nalgada a una de las chicas y yo me rio.

—Ha trabajar.

Le sonrio y voy a la habitación, mientras el cliente llega y rosio una crema en mi cuello y lo disperso.

Cojo mi móvil cuando suena, una sonrisa forma mis labios cuando veo a la pequeña Lily en un vídeo enviado por la niñera.

Decido llamar.

—Hilary.

Sonrio.—¿Sigue despierta..?

—Quiere esperar despierta a su hermana.—Me responde la niñera.

Me rasco la nuca y me giro para verme en el espejo, arreglo la lencería.

—Pasame con ella.

—Hilary... ¿Ya regresas?.—Me dice con una voz angelical.

—No puedo, Lily..—Le digo y puedo notar su tono de voz desanimada.—Sabes que debo trabajar toda la noche.

—¿Y qué haces toda la noche?