Capítulo XXVIII. Recuerdos dolorosos

205 5 4
                                    

Capítulo XXVIII. Recuerdos dolorosos
Narra Masamune
—en estos momentos estoy de nuevo entre los brazos de mi amado Akihiko. Lamento tanto haber sido el causante de su dolor, pero debo hacer lo posible para que él salga adelante y supere esta enfermedad. Sé que lo va a lograr, porque yo voy a estar con él y también su familia lo apoyará. Lo amo tanto y no voy a permitir que nadie nos separe.
Hace poco que Akihiko se quedó dormido. Puedo escuchar su respiración y también puedo sentir los latidos de su corazón. Se ve tan tranquilo, quiero creer que es porque estoy aquí. Lo miré más de cerca y mientras lo veía, venían a mi mente todos los recuerdos de hace un año. Todos son dolorosos y es algo que quisiera olvidar.
FLASHBACK
Un año atrás…
—ese día después de que me fui de la casa, me dirigí hasta la casa de mis papás. No tuve el valor para decirle a Akihiko que estoy esperando un bebé. De hecho, ya tengo dos meses, hace poco los cumplí. El médico me dijo que mi embarazo era de alto riesgo por alguna razón. Tengo miedo, no quiero perder a mi bebé. Quiero tener, aunque sea, una pequeña parte de Akihiko creciendo en mi vientre. También tengo a Eri y a Chidori y ellas son lo más importante para mí, aunque Akihiko y yo ya no estemos más juntos.
¿Por qué me engañó? ¿Por qué me dijo que me amaba? Me mintió. No puedo soportar que diga que me ama cuando sé que me engañó. Como sea, espero que pueda ser feliz con quien se le dé la gana. A mí también me gustaría ser feliz, pero no creo que sea posible. Yo aún sigo amando a Akihiko con todo mi corazón. No creo poder dejar de hacerlo, por mucho que lo intente no lo lograría.
***
—mamá, ¿hoy va a venir papá?—me preguntó mi hermosa Eri. Se le veía tan entusiasmada.
—así es, mi niña. Papá va a venir hoy para llevarlas a jugar al parque. ¿Qué te parece?
—¡sí!—exclamó tan emocionada que alzó los brazos y después subió las escaleras.
Cuando se fue acaricié mi vientre y pude sentirlo un poco más abultado. Me sentí tan triste al hacerlo y sin poderlo evitar dejé que unas cuantas lágrimas salieran de mis ojos.
De pronto, escuché que tocaban el timbre y me levanté rápidamente para ver quién era.
—A-Akihiko—me sorprendí al verlo.  Se ve guapísimo. Ah, qué tonterías estoy diciendo.
—hola—me saludó. Su mirada se veía triste. Tengo tantas ganas de abrazarlo, de decirle cuanto lo amo y que me arrepiento de haberle pedido el divorcio. Pero no lo haré, él me engañó.
—adelante, pasa—me hice a un lado para que entrara, pero él no se movió.
—no, gracias. Prefiero esperar a mis hijas aquí afuera. Avísales que ya estoy aquí—me sentí dolido al escucharlo.
Sin que tuviera tiempo de hacer nada, sentí como mis pequeñas corrían hacia Akihiko y pasaban al lado mío a toda velocidad.
Cuando lo vi mejor, pude percatarme de que ha adelgazado un poco y además, está algo pálido. ¿Estará enfermo?
—ya nos vamos, mami—me sacó Chidori de mis pensamientos.
—está bien. Vayan con cuidado y no le ocasionen muchos problemas a papá, ¿sí?—me acerqué a ellas y les di un beso en cada mejilla. Ellas también me dieron un beso.
—nos vemos. Cuídate mucho—se despidió Akihiko.
—t-tú también. Cuídalas mucho, ¿sí?
—lo haré, te las traeré en dos semanas—sin que me lo esperara, se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla. Después de eso, se fue.
Me quedé petrificado. ¿Qué había sido eso? ¿Por qué me besó? ¿Por qué sigue jugando con mis sentimientos? Y lo peor, ¿por qué mi corazón late tan deprisa?
Volví a entrar a mi casa y toqué el lugar donde me había besado. Sentía mis mejillas hirviendo. Mi corazón también está latiendo muy aprisa. ¡Maldita sea! Lo amo tanto. Quisiera poder olvidarme de él, de mis sentimientos, de mi amor hacia él. ¿Por qué tenía que pasar esto?
Acaricié mi vientre con cariño, pero un dolor en dicho lugar me hizo tener que cerrar mis ojos con fuerza. El dolor se hace más agudo y se extiende hasta mi espalda. No quiero perder a mi bebé. Llamé a mis padres y ellos se encargaron de llevarme al hospital.
Cuando llegamos, me atendieron rápidamente y me dijeron que estuve a punto de perder a mi bebé. Mis lágrimas no tardaron en aparecer…
En ese momento abrí mis ojos y me reincorporé de la cama rápidamente. Al lado mío estaba Akihiko y se restregó los ojos con las manos para poder abrirlos.
—¿qué pasa? ¿Tuviste un mal sueño?—me preguntó de una manera tan dulce. Me acerqué a él nuevamente y recargué mi cabeza sobre su pecho.
—estaba recordando cosas que en estos momentos prefiero olvidar.
—¿cómo que tipo de cosas?—preguntó con curiosidad.
—bueno… hace un año, cuando pasó… aquello, cuando nos vimos la última vez, yo ya estaba embarazado de dos meses. No te lo dije porque… no era que no quisiera que lo supieras, más bien, no quería que te preocuparas. El médico me dijo que mi embarazo era de alto riesgo y que corría peligro de perder a mi hijo. En ese momento pensé que en verdad lo perdería—dejé que mis lágrimas salieran de mis ojos.
—¿por qué era de alto riesgo?—me preguntó mi amor.
—no lo sé. Solamente me dijo que mi bebé corría peligro.
—¿por qué no me lo dijiste?—escuché que su voz sonaba dolida. Sentí que mi corazón se encogió al oírlo de esa manera.
—no quería que te preocuparas. La última vez que te vi, te veías muy cambiado. ¿Desde ese momento ya estabas enfermo?
—sí—fue todo lo que me respondió. Su voz sonó seca y un poco seria. Yo simplemente agaché la mirada y me di la vuelta, quedando ahora de espaldas a Akihiko. Él ni siquiera dijo nada. Lo entiendo, sé que está molesto conmigo.
—¡mamá!—escuché a mi niña gritar desde la habitación en donde está. Su grito sonaba alterado. Me reincorporé rápidamente de la cama y me puse mi pantalón y mi playera. Salí de la habitación y me dirigí a la suya. La encontré en la habitación hecha un mar de lágrimas.
—¿qué pasa, mi nena preciosa?—le hablé con voz dulce y me acerqué a ella para tomarla entre mis brazos. Ella se abrazó a mi pecho y continuó llorando.
—tengo miedo, mami. Aquí está oscuro. No me gusta dormir a oscuras.
—¿quieres que nos vayamos?—le pregunté.
—sí, quiero irme a casa—me miró con los ojos llenos de lágrimas.
—está bien, nos iremos a casa—la tomé entre mis brazos y caminé hacia la puerta.
Salí, con mi niña en brazos, procurando no hacer demasiado ruido.
—¿adónde piensas ir?—escuché la voz de Akihiko detrás de mí. Me sobresalté al oírlo y de mi ojo izquierdo descendió una pequeña lágrima.
—l-lo siento, pero mi hija quiere irse—le respondí sin darme la vuelta y sin mirarlo.
—¿así que solamente es tu hija? Ya veo por qué no me dijiste nada, como solamente es tuya—sus palabras se oían tan secas y un poco resentidas.
—lo siento, no quise decir eso. Yo…
—¿estás seguro de que realmente es mía?—me sorprendí ante la seriedad de sus palabras.
Me di la vuelta para verlo bien y es ahí donde lo veo: serio.
—ya te lo dije, Chihiro es tu hija. No he estado con otro hombre y nunca lo haré.
—¿en serio? Entonces, ¿por qué me lo ocultaste?
—porque no quería que te preocuparas. Tampoco se los dije a las niñas. Son muy pequeñas como para entenderlo.
—¿acaso yo también soy un niño? ¿Me estás diciendo que no me lo dijiste porque no podría entenderlo?—comenzó a exaltarse.
—n-no… y-yo no dije…
—dijiste que ya te ibas, ¿no? Salúdame a tus hijas—habló en tono sarcástico.
—son nuestras hijas—le respondí.
—sí, como sea—me evadió completamente.
—¿puedo venir mañana?—le pregunté. Akihiko ya se había dado la vuelta para volver a su habitación, pero se dio la vuelta y me miró. Me sentí avergonzado y bajé la mirada—. E-está bien si no quieres. Entiendo que también necesitas descansar. Y-ya me voy—mis nervios me traicionaron e inevitablemente comencé a tartamudear.
—Masamune—escuché mi nombre proveniente de Akihiko. Me di la vuelta para verlo de nuevo.
—¿qué pasa?
—perdón. Nunca quise culparte de nada. Lo que pasa es que, me sentí un poco olvidado al escucharte decir que estabas esperando otro bebé, y también que no me lo dijiste para no preocuparme. Lo siento, no quiero tener que separarme de ustedes nuevamente. También lamento haberte preguntado si Chihiro era mi hija. Puedo darme cuenta de que lo es, tiene unos hermosos ojos, tan expresivos y brillantes; tiene tu color tan pálido y lindo; y por último, su cabello tan negro como la noche—explicó Akihiko.
—yo también lo siento. Sé que debí habértelo dicho, pero en ese momento lo que menos quería era preocuparte—agaché mi mirada y me limpié una lágrima de mi ojo izquierdo.
—¿me perdonas?—me preguntó, acercándose a mí y tomando a Chihiro entre sus brazos.
—no tengo nada que perdonarte—lo miré con unas cuantas lágrimas.
—te amo—me puse nervioso ante su declaración.
—y-yo también te amo—lo miré con las mejillas sonrosadas. Puedo sentir que mi cara está hirviendo.
—¿me das un beso?—me preguntó. Mi cara se puso aún más roja. Asentí y me acerqué a él para apoyar suavemente mis labios sobre los suyos.
Acabo de darme cuenta de que en todo tiempo que llevo en su casa no nos habíamos besado.
—voy a dejar a Chihiro en la habitación, espérame—entró nuevamente a la habitación y antes de salir, dejó la luz prendida.
Se acercó a mí muy rápido y me colocó contra la pared. Sus manos se posaron en mi cintura y yo puse mis manos en su pecho. Me mira de una manera tan dulce, como si fuera lo más importante para él, algo valioso, algo irreemplazable.
—¿por qué no me has besado antes?—me preguntó.
—y-yo… no lo sé…
—creo que tendré que hacerlo yo—murmuró en tono lujurioso y me besó de una manera tan desesperada, tan salvaje y llena de deseo, que apenas puedo seguirlo. Mis labios se mueven de una manera un poco torpe, pero lentamente comienzo a seguirle el ritmo y me tomo la libertad de enredar mis brazos en su cuello cuando él me tomó de la cintura.
El beso se volvía más y más apasionado. Abrí mi boca para dejar que él metiera su lengua y acariciara la mía. Hacía eso mientras me tocaba.
—A-Akihiko—me pegó de nuevo a la pared y descendió a mi cuello. También yo dejé de abrazarlo por la cintura y bajé hasta su espalda.
Quiero que siga tocándome, que me bese con tanto amor y que me haga lo que quiera.
—A-Akihiko, puedes hacerme lo que quieras—le dije, mordiendo un poco su labio inferior y halándolo un poco, tampoco quiero lastimarlo.
—¿en serio?—me preguntó, con los ojos iluminados. Yo asentí. De la nada, sentí como me cargaba y me llevaba hasta la habitación.
—espero que a partir de ahora, las cosas mejoren. Él y yo estamos destinados a estar juntos y siempre nos tendremos el uno al otro para apoyarnos en lo que sea…

Amor, y un poco de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora