Capítulo III. Pain

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  —por favor no te vayas, ¿qué voy a hacer sin ti?—preguntó el peli azul preocupado y tomando al mayor de una mano para que no se fuera.
—me duele mucho verte en ese estado, pero no puedo quedarme, yo tampoco quiero sufrir por esto—dijo el mayor con la cabeza agachada.
—¿me vas a dejar solo?—le reclamó.
—y si tú mueres, ¿quién me va a dejar solo a mí?—dijo con seriedad y el menor se quedó callado.
—entonces, toma. No quiero esto, no podemos estar juntos—dijo con dolor y se quitó el anillo que Zen le había dado.
Kirishima miro el anillo que tenía en la mano y lo apretó con fuerza.
—adiós—dijo el mayor. Se subió a su automóvil y se marchó.
—no me dejes—susurró el peli azul con lágrimas en los ojos y acarició su estómago.
***
—¿Kirishima te dijo algo como eso?—le preguntó su su mejor amigo a Takafumi. Ambos estaban en la casa que Takafumi y Zen habían comprado juntos.
—sí, dijo que no estaba dispuesto a sufrir por mi culpa.
—miserable cobarde, creí que él era diferente. Pero me acabo de dar cuenta que es igual que todos—dijo con molestia.
—¿Usagi también es así?—preguntó intrigado.
—bueno, casi todos. Usagi es distinto. Pero puede que Kirishima tenga razón, ¿no has pensado en...?
—¡NO! ¡Es mi hijo! ¿Cómo podría siquiera pensar en algo así?—respondió con mucha rabia.
—tranquilizate un poco, solamente estaba dando mi opinión. Pero ¿qué fue exactamente lo que les dijo el doctor?
—pues…que los latidos de su corazón eran demasiado débiles y si seguían de ese modo, podría morir. Además, dijo que si el embarazo llegaba hasta los 9 meses, la vida de los dos corría peligro—dijo con pesadez.
—entonces, ¿para qué arriesgarse? No va a servir de nada si no podrás verlo.
—ya dije que no me importa si muero, quiero que mi hijo nazca—dijo con firmeza.
—ay, Takafumi, bueno. Si es lo que quieres, no me queda de otra más que apoyarte, pero a mí no me agrada para nada esto.
—gracias, amigo—le dijo abrazandolo.
—¿y has pensado en cómo va a reaccionar Hiyo cuando se entere de todo?
—Ya lo pensé. Hiyo está muy emocionada con el bebé, no puedo arrebatarle la ilusión a mi pequeña.
—¿aunque eso te cueste a ti la vida?
—ya te dije que haré lo imposible para que mi bebé nazca—dijo con seriedad.
—está bien, pero al menos habla con Kirishima, hazlo entender. Planteale tu postura. Dile que lo amas y que no puedes vivir sin él.
—ya se lo dije, pero no quiso escucharme—se lamentó.
—vuelvelo a intentar, ¿te vas a dar por vencido tan fácilmente?
—pero ni siquiera sé dónde está.
—ay, amigo, ¿por qué te complica tanto? Llámalo por teléfono—le ordenó un poco desesperado.
—no creo que quiera hablar conmigo.
—entonces, yo hablaré con él—dijo con firmeza y llamó a su amigo.
—hola, Takano. ¿Para qué me llamaste?
—Takafumi ya me contó lo que pasó—el mayor solamente soltó un largo suspiro.
—ahhhh, no quiero hablar de eso, por favor.
—pero es necesario, por favor habla con Takafumi. Arreglen esto, por el bien de Hiyori. ¿Quieres que ella sufra las consecuencias?
—no, lo que menos quiero es lastimar a mi pequeña.
—entonces háganlo, por el bien de todos.
—está bien, lo haré. En un rato estaré ahi. Adiós—dijo y colgó la llamada.
—ya está, ahora tú trata de controlarte y habla las cosas con calma, ¿sí? Yo me tengo que ir porque de seguro Usagi ya llegó y ha de estar preocupado. Nos vemos luego—se despidió el azabache y Takafumi también se despidió.
Algunos minutos más tarde...
El peli azul se encontraba sentado en el sillón de la sala mientras miraba la televisión, cuando de pronto escuchó que alguien abría la puerta.
—Zen, ya llegaste—dijo un poco nervioso—. ¿Dónde está Hiyo?
—mis papás están cuidando de ella—respondió con un tono un poco seco—. ¿Qué era lo que querias decirme?
—¿ella ha preguntado por mí?—cuestionó Takafumi.
—así es, preguntó por ti en la tarde que llegue a mi casa.
—¿le dijiste que nos separamos?
—mmm, algo así. Me preguntó si había pasado algo malo entre nosotros, le dije que nos habíamos distanciado por un tiempo.
—¿no le has dicho la causa de nuestra separación?—volvió a preguntar Takafumi con unas cuantas lágrimas en los ojos.
—no se lo he dicho, no quiero que sufra.
—tienes razón, yo tampoco quiero que sufra ni que le suceda algo malo—respondió el peli azul.
—también me preguntó si yo te amaba.
—¿y qué le dijiste?
—le dije que sí, ¿tú me amas a mí? 
—claro que te amo, por favor regresa, no puedo soportar estar lejos de ti—dijo con lágrimas en los ojos y se acercó un poco a su novio.
—yo tampoco puedo soportarlo, pero me da miedo pensar que puedo perderte para siempre—dijo tratando de contener su llanto, sin conseguirlo.
—quisiera que pudieras comprender, aunque sea un poco, es mi bebé...
—es nuestro bebé. ¡Ah! Si eso es lo que quieres, trataré de apoyarte en lo que pueda, ¿está bien?—el más chico sólo lo miró con una gran sonrisa y se abrazo a él fuertemente.
—vamos a la casa para que puedas hablar con Hiyo, ella debe estar muy preocupada, vamos—incitó a su pareja para que fueran a la casa de Kirishima y así lo hicieron.
El castaño manejó y en todo el camino ambos permanecieron en silencio. Fue hasta que llegaron a la casa, que los dos bajaron del automóvil y decidieron entrar al departamento.
El primero en hacerlo fue el peli azul, quien se quitó los zapatos y caminó hasta la sala.
Los papás de Zen hace poco que se habían ido por pedido del mismo, ya que querían tener una conversación en privado con su hija.
La niña estaba sentada en el sillón, tenía las piernas encogidas y se abrazaba a estas.
A Yokozawa se le encogió el corazón al verla tan triste.
—Hiyo—la llamo el peli azul. La pequeña levanto la cabeza y pudo ver a Takafumi a lo lejos. Inmediatamente se levanto y corrió a abrazarlo.
—¡mamá!—exclamó la niña aferrándose a su ya más notorio vientre. Takafumi sintió que su corazón se rompía al oír a la niña decirle mamá.
—estoy aquí, mi niña. No me voy a ir nunca—dijo esas palabras mientras veía a su pareja, quien tenía una mirada triste.
—mi papá me dijo que ustedes se habían dado un tiempo, ¿ya no nos amas?
—no digas eso, mi amor. Yo los amo a los dos, y también a este bebé que llevo en mi vientre. Ustedes son lo más importante para mí—acaricio las mejillas de la pequeña y limpio unas cuantas lágrimas que escurrían por estas.
—prométeme que nunca nos vas a dejar—la niña lo miró seria.
—lo prometo—respondió con unas cuantas lágrimas en sus ojos  y abrazó a la niña nuevamente.
Kirishima veía todo desde su lugar y a su vez, trataba de contener su llanto.
—no sé si podría soportar un dolor como este de nuevo…

Amor, y un poco de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora