Capítulo XXXVI. Todo estará bien

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Capítulo XXXVI. Todo estará bien
Pasaron dos días después del incidente de la pequeña Chihiro. Esta aún se encontraba en observación debido a que había presentado nuevos síntomas. Ya había despertado, pero aún no podía salir del hospital.
Takafumi no se movía del lugar en ningún momento. Le preocupaba tanto la salud de su pequeña, que no soportaría si algo malo le sucedía.
Takano también había sido dado de alta y permanecía todo el tiempo al lado de su hija. Estaba tan enojado con el peli azul, que ni siquiera lo dejaba que entrara a la habitación para ver a la niña.
Hace poco que su pequeña había despertado y miraba a su mamá con un poco de confusión.
—¿mami?—preguntó la niña. El azabache se alegró tanto al escucharla.
—hola, mi amor. ¿Cómo estás?—le preguntó con dulzura y le acarició los cabellos oscuros.
—¿dónde estoy?
—estás en el hospital. Hace unos días caíste por las escaleras. ¿Lo recuerdas?
—sí. Lo siento, mami—se disculpó la menor.
—¿por qué te disculpas, mi princesa?
—por haberte preocupado.
—no te disculpes, mi niña. Ya pasó todo. Ahora sólo debes descansar. Pronto podremos volver a casa—besó la frente de la pequeña y ahí pudo ver mejor el lugar donde la niña se había golpeado.
La pequeña asintió alegre y volvió a cerrar sus ojitos. Masamune acarició su cabeza y besó ahora su mejilla. Salió de la habitación y ahí miró mejor a cierto peli azul. Este se veía angustiado. Mantenía su mirada agachada y se tapaba la cara con las manos. Sus sollozos también podían escucharse. Masamune pasó frente a él, pero ni siquiera se giró para verlo y pasó de largo. Takafumi también se dio cuenta de su presencia y alzó la vista. No se levantó ni hizo nada. Solamente lo vio alejarse. Sabía que si le preguntaba acerca del estado de la menor, este no le respondería absolutamente nada. Bajó de nuevo la mirada y recargó esta vez su cara en una de sus manos. Miró al vacío durante un buen rato, hasta que alguien lo sacó de sus pensamientos.
—¿Takafumi?—le llamó un chico castaño.
—¿eh? ¿Qué pasa?—lo miró el menor.
—¿por qué sigues aquí todavía?—preguntó Zen.
—quiero saber cómo está Chihiro. Ella es como una hija para mí. No podría soportar que algo malo pase.
—pero ya es muy tarde. Deberías irte a descansar.
—no quiero irme a ningún lado. Yo tengo que estar aquí para cuando ella despierte.
—¿y Masamune?
—él sigue sin dirigirme la palabra. Me siento tan culpable conmigo mismo. Yo tenía que cuidar de ella y…
—sí. Estoy de acuerdo en que tenias que cuidar de ella, pero Masamune no tiene ningún derecho de culparte por lo que está sucediendo. Él te pidió un favor y tú lo cumpliste.
—pero yo…
—entiendo que Masamune te pidió un favor, y fue un favor. No era tu obligación cuidar de ellas, pero lo hiciste porque las consideras como tus hijas.
—tú no lo entiendes. Era mi obligación estar al pendiente de ella. Sabía que tenía que cuidar de Chihiro porque ella aún es muy pequeña, y es peligroso que esté cerca de las escaleras ella sola.
—muy bien. Entonces, para la próxima que vuelva a pedirte un favor, le dices que no—respondió el castaño con enojo.
—no creo que vuelva a pedirme un favor. Lo más seguro es que me deje de hablar, y tiene razón.
—¡Takafumi! ¡Reacciona, por Dios! Esto no es tu culpa. En todo caso, también es mi culpa. No debí dejar que toda esa carga recayera sobre tus hombros—se disculpó el castaño. Se agachó frente al peli azul y este lo miró con lágrimas en los ojos. No pudo contenerse más y se lanzó a los brazos de su esposo. Ambos se pusieron de pie y se abrazaron con más fuerza. Takafumi escondió su cara en el pecho del castaño y este lo abrazó por la espalda. Se separaron un poco y esta vez el castaño acarició delicadamente las mejillas del menor, a su vez que limpiaba las lágrimas que escurrían por estas.
—¿Takafumi?—el peli azul escuchó su nombre de labios de cierta persona. Tanto este, como el castaño giraron su cabeza para verlo. Takafumi al verlo desvío la mirada.
—¿q-qué pasa?—preguntó, con la mirada baja.
—¿p-podemos hablar un momento?—preguntó temeroso.
—sí, está bien—accedió. Miró al castaño y este asintió. Antes de irse, le dio un beso en los labios. Takafumi sonrió. Zen miró al azabache y después se fue. Takafumi se sentó nuevamente.
—ven, siéntate—le dijo, pero sin mirarlo. Masamune asintió con cierta vergüenza.
Cuando estuvieron sentados, Masamune se puso nervioso y no sabía cómo empezar.
—mira, si has venido a reclamarme…
—no, no he venido a reclamarte nada. Tal vez suene un poco extraño, pero estuve escuchando un poco tu conversación con Zen. Me di cuenta de que es verdad lo que dijo. Yo te pide por favor si podías podías cuidar a mis hijas. Tú eras libre de decir sí o no. Pero al final dijiste que sí, porque las consideras también tus hijas. No tengo el derecho de juzgarte ni mucho menos de culparte. Te pedí ese favor porque eres el único en quien confío, pero tampoco me puse a pensar en la carga que estaba poniendo sobre tus hombros al pedirte un favor así.
—está bien. Ya pasó todo.
—lo siento. No quiero alejarme del único amigo que tengo—se disculpó el azabache.
—no nos alejaremos. Tú también eres mi amigo, casi mi hermano. Tampoco soportaría tener que alejarme de mi amigo—el azabache sonrió—. ¿Cómo está Chihiro?
—hace rato despertó. Estaba algo confundida, pero está bien. Más al rato hablaré con ella para saber bien qué fue lo que sucedió.
—de acuerdo. Mantenme al tanto, ¿sí? ¿Y cómo está Akihiko?
—no he podido ir a verlo. Chihiro me tenía también muy preocupado. El médico me dijo que a lo mejor mañana lo operan, pero aún no sé bien.
—bueno. ¿Cuándo van a dar de alta a Chihiro?
—todavía no me lo dicen. Espero que sea pronto.
—esperamos que sí—dijo el peli azul.
***
—¿cómo fue que pasó todo aquello, pequeña?—preguntó el azabache, quien también iba acompañado del peli azul.
—pues… ese día, tenía mucha sed y quise bajar a tomar agua. No quería molestar a mi tío Takafumi. Por eso yo quería hacerlo sola, pero cuando bajé el primer escalón, sentí que estaba muy abajo. Perdí la fuerza en mi otro pie y terminé cayéndome—respondió avergonzada. Los dos adultos la miraron enternecidos.
—mi nena hermosa. Tú no eres para mí una molestia. Sabes que eres mi hija y te atenderé cuando necesites cualquier cosa, ¿está bien?—le dijo el peli azul con voz dulce. La niña asintió feliz.
—por cierto, mamá—el azabache la miró—. No culpes a mi tío Takafumi. Él estaba muy cansado ese día. Estuvo muchos días cuidándonos a todas. Por eso yo no quise molestarlo—el azabache asintió avergonzado. Se sentía terriblemente mal de haber juzgado a su amigo antes de tiempo.
—lo sé, mi niña. Gracias por haberte preocupado por mí. Ahora sabes que las escaleras son peligrosas. Si necesitas algo, me lo pides, ¿está bien? No me voy a enojar—le habló el peli azul.
—está bien—respondió con una sonrisa.
Continuaron hablando y hablando, hasta que la pequeña terminó agotada. Decidieron salir de la habitación para dejarla descansar.
—¿ya te dijeron cuándo la darán de alta?
—mañana. El médico me dijo que no hay nada malo. Sólo me dijo que hay que estar pendiente del golpe en su frente, pero nada más—respondió aliviado.
—qué bueno. Ahora sólo nos queda esperar a que la operación de Akihiko resulte bien.
—tienes razón—ambos amigos sonrieron.
—me alegra tanto haberme dado cuenta de mi error. Estuve a punto de perder nuevamente a alguien importante solamente por no querer escuchar. Ahora solamente me queda esperar a que la operación de Akihiko salga bien. Cuando él se recupere, volveremos a ser una familia. La misma que yo me encargué de destruir años atrás…

Amor, y un poco de dolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora