XVI. You're also my brother

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Los ojos bicolores de Gellert observaban el techo de la habitación fijamente mientras su mente pasaba toda la secuencia de lo que había sucedido hacia unas horas como si fuera una película. Albus se había hecho suyo al completo, cada milímetro, cada ángulo del perfecto pelirrojo, ahora era suyo, y era arte.

Ambos muchachos aún estaban en la cama, Albus aún dormía, aferrado al pecho de Gellert como si se le fuera a escapar, con el rostro escondido. Una sonrisa traviesa se le dibujaba cuando se le venían a la mente flashes de lo pasado. Todo había sido espectacular, pero, seguro ahora Albus se despertaba adolorido. Si, al principio no estaba muy cómodo, pero Gellert apostaba lo que fuera a que lo había disfrutado como un bellaco sin dudar.

No queria romper esa atmósfera de calidez y comodidad, pero por el bien de los dos, era mejor así. Acariciaba los mechones pelirrojos de Albus mientras le susurraba que era hora de despertarse. Por su parte, Albus solo emitía quejas removiendose en su pecho sin moverse más.

—Venga, ya se que estas cansado, gemir así supone mucho esfuerzo.–

En seguida levantó el rostro sonrojado y abriendo la boca con sorpresa. Gellert rió.

—¡Gellert!—

—¿Que sucede Al? Tu mismo pedías más entre gemidos. Es mas, seguro que estos atravesaron el encantamiento silenciador.—

Albus rodó los ojos bufando, sabia que ahora lo molestaría constantemente. No se acordaba del pacto, así que se llevó una sorpresa al llevarse una mano al pecho y sentir el frío del metal. Sonrió de oreja a oreja al recordar como se habían consagrado de una manera tan pura y especial.

—El pacto...hermoso, ¿no es así? Al... no sabes lo feliz que estoy de haber dado este gran paso contigo. Te adoro, eres todo mío, y yo soy todo tuyo.—

Albus no hizo más que ampliar su sonrisa (si es que se podía sonreír mas) y se lanzó a sus labios, besandolos con cariño y amor.

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Muy a su pesar, los muchachos tuvieron que despedirse para evitar males mayores, aunque no era para tanto, pues era evidente que se volverían a ver en seguida. Albus estaba taquicardico. Sí, después del desliz, se había acordado de que su hermana tenía que haber ido a casa de la tía de Gellert, así que bajó corriendo a la planta de abajo, pero no había nadie.

—Aberforth me mata.—

Murmuró pálido y echó a correr a casa de la señora Bagshot, esperando con toda su alma, (que ahora compartía con Gellert) que su hermana estuviera allí sana y salva. Se sentía súper mal hermano, y con toda la razón, no había excusa, solo debía llevarla un par de casas más arriba y la había dejado abandonada y corrido por ahí con Gellert sin acordarse de ella. ¿Que clase de hermano mayor hace eso? Ninguno.

Por fin había llegado, y sentía miedo de llamar a la puerta y ser recibido por la tía de Gellert, diciendole que no estaba allí, y viéndose obligado a explicar por qué la buscaba, quedando en vergüenza. Que desastre. Llamó a la puerta y se oían pasos hacia esta, como si quien quiera que viniese lo hacía corriendo. Jugaba con sus dedos de manera nerviosa, mirando fijamente una planta que había justo al lado de la vieja puerta de madera. La señora Bagshot abrió y lo dejó pasar.

Ariana estaba sentada, bueno, más bien tumbada en el sofá donde días antes el había estado llorando con Gellert, leyendo un tomo de la revista "Corazón de Bruja" con una sonrisa de oreja a oreja. Al verlo hizo una pequeña mueca, pero no parecía enojada con el.

Gellert & Albus Donde viven las historias. Descúbrelo ahora