*Capítulo XI:

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La luz que pasaba por mi ventana a través de la cortina me despertó. Solté un gran bostezo y me estiré, me incorporé y observé mi habitación, aun creía que mi teoría había sido cierta, talvez todo lo que había ocurrido no era más que un sueño.

Auch, me quejé cuando puse mi mano sobre mi cabeza. Dolió horrible y la jaqueca comenzó. Gruñí llena de frustración y me volví a acostar llevándome las sábanas a la cara.

-¿Ya despertaste corazón?- preguntó mi madre con voz cantarina.

-Si- respondí desganada.

-¿Cómo te sientes?- entró a mi cuarto.

-Me duele la cabeza.

-Come algo primero antes de tomarte la pastilla o te va a hacer daño- me dijo y salió.

Regresó con una bandeja con hot-cakes bañados en miel de maple con trozos de fresa y kiwi y un vaso de jugo de naranja, la puso sobre mis piernas y me dijo que comiera.

Mamá es la mejor cuidando a personas convalecientes. Prepara un montón de botanas y comida súper deliciosa pero saludable, me lleva todo a la cama y me complace en todo lo que quiero con tal de que me sienta mejor.

-Gracias ma, ¿qué hora es?- pregunte tomando el vaso de jugo.

-Una y media de la tarde- casi le escupo en la cara a mi madre cuando oí la hora.

-¡Qué!- exclamé.

-Una y me...

-Sí, ya oí, es solo que no puedo creer que dormí tanto- la interrumpí.

-Pues ya vez, dormiste más de doce horas- se encogió de hombros –perdón por no haber ido ayer por ti, es que me llamó un cliente del otro condado que quería verme lo antes posible y la verdad me fue muy bien porque vendí cinco seguros.

-Wow, que padre- la felicité –y no te preocupes, Nathan me trajo.

-Lo sé.

-Ah sí. ¿Cómo supiste?- pregunté extrañada.

-Estaba aquí, sentado con la cabeza recostada sobre tu cama cuando llegué- imitó la posición mientras la describía –y me dijo todas las recomendaciones que te hizo la enfermera-

-E... e... es... ¿estaba aquí?- tartamudeé por la confusión –me dijo que se iría en cuanto me quedara dormida, y yo me dormí apenas llegamos.

-Sí, aquí estaba y prometió venir a verte hoy al salir de la escuela, me dijo que iba a pasarte todos los apuntes para que no te atrasaras, pero no le creí- alcé una ceja más confundida –no creo que venga solo porque no quiere que te atrases, yo más bien creo que esa es una excusa para venir a verte, para ver como sigues- me sonrió con picardía-. A este chico le interesas Diann- me dijo seria.

Ni en mis mejores sueños ma...

-¿Cómo se te ocurre mamá?- dije con el tono de voz más indiferente que pude hacer.

-No me hagas caso si quieres. Te dejo voy a seguir organizando varios papeles, termina tu desayuno y descansa, luego me dices qué es lo que paso ayer- se levantó del sillón y salió cerrando la puerta detrás de ella.

¿Qué fue lo que paso...? No tenía ni idea.

Terminé de desayunar, tomé la pastilla y salí de la cama, fui al baño y decidí tomar un baño de tina, lo preparé burbujeante y cálido. Aunque odie admitirlo, la enfermera había tenido razón, un baño de tina fue algo bastante relajante.

Detesto a las enfermeras y doctores, pero ésta no era tan mala como todas las que antes había conocido, al menos daba buenas recomendaciones.

Cuando era pequeña y mamá me traía de hospital en hospital buscando saber que era mi enfermedad, a qué se debía y si era curable; conocí a muchos doctores y enfermeras y ninguno me agradó.

Love On Wheels: Amor en RuedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora