*Capítulo XIX:

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Allison tuvo mucha razón cuando me dijo que me preparara para un ataque nuclear, porque Kate estaba que explotaba de emoción y esa sonrisa diabólica que llevaba en el rostro significaba lo peor...

-Esto es un hecho único- dijo lentamente cuando nos detuvimos a solo unos pasos de ella, alcé una ceja confundida –la nerd inválida y su amiga se saltaron las dos primeras clases. Totalmente fuera de lo común- explicó con innecesaria emoción.

¿Y ahora qué mosca le picó?

Estaba segura de que el que Alli y yo nos hubiéramos saltado las primeras clases no podía causarle semejante emoción; sí era algo muy raro que perdiéramos clases pero eso no explicaba por qué ella estaba tan feliz. Ahí había algo más...

-¿Y?- pregunté sin ocultar mi confusión.

-No te hagas invaliducha, tuviste una muy buena razón para faltar a clases- su mirada estaba cargada de maldad-. No lo haces a menudo.

-Me desperté tarde- mentí restándole importancia.

-Ja- puso los ojos en blanco cruzándose de brazos-. Esa ni tú te la crees Diann- se agachó hasta estar a mí altura-. Nathan me dijo que terminaron- fingió sentirlo.

¡Qué!

Me fue imposible evitar la sorpresa y por ende abrí los ojos como platos, tragué saliva ruidosamente. Algo dolió en mi pecho y sentí que no estaba realmente ahí, que todo era un sueño. Nathan le había dicho que ya habíamos terminado.

No le creas Diann, aún no has hablado con él; me susurró mi inconsciente alentadoramente.

Al parecer no solo yo estaba sorprendida, Allison estaba sin palabras.

Kate comenzó a reírse a carcajadas.

–Lo lamento mucho en verdad- se puso una mano en el corazón-. Te advertí que ningún chico podría fijarse en ti y no me hiciste caso- se volteó y antes de alejarse añadió –lástima.

Las lágrimas empezaron a acumularse en mis ojos amenazando con derramarse indefinidamente en cualquier momento. Sonreí con pesar ladeando la cabeza tratando de aclarar mis ideas y evitar llorar. Si derramaba una lágrima más iba terminar con los ojos más rasgados que los de un asiático. Parpadeé mirando al techo para dispersar las lágrimas, respiré hondo varias veces hasta tranquilizarme por completo, o más bien hasta que tuve la sensación que algo había salido de mi cuerpo y deje de sentir. Alli pareció volver a la vida.

-¿Qué se cree esa...?- sacudió las manos violentamente absteniéndose de llamarla perra.

-No importa Alli, estoy bien. Vamos a almorzar antes de que toquen para clases.

Asintió sin añadir nada más.

¿Qué le había pasado a mi amiga? Ella nunca aceptaba algo a la primera.

Fuimos hasta el jardín donde comimos, o más bien Alli comió, y yo intenté hacerlo pero después de dos mordidas a una manzana terminé tirándola a la basura sin que Alli se diera cuenta para evitar que me sermoneara sobre el hambre de los niños del mundo.

Me contó cómo arregló las cosas con Dylan y cómo fue que terminaron siendo novios; también hablamos de su madre que había gastado una fortuna en varias tiendas por las rebajas navideñas y de fin de año. La oía, pero no la estaba escuchando realmente.

No me sentía en mi cuerpo, veía todo tan surrealista. Mi corazón ya no dolía, ni siquiera lo sentía; parecía que estaba bajo el efecto de alguna droga, era como si mi alma hubiera abandonado mi cuerpo y estuviera observándolo todo desde otra dimensión.

Love On Wheels: Amor en RuedasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora