Estaba en el laboratorio, como en cualquier otro día de trabajo. Estábamos haciendo pruebas en un nuevo cuerpo de hombre, esta vez era uno bastante peculiar: era más lindo de los que solíamos ver. Las científicas de la FPB estábamos ya muy acostumbradas a ver chicos y hombres bonitos, pero ninguno como éste. Era rubio, y pese a que sus ojos estaban cerrados, sabía que eran de un celeste cielo más claro que nada. Su cuerpo era una gigante armazón de músculos tonificados y bien moldeados. Pero claro, él era POEB. Un experimento, cuyas siglas significaban: Prototype Of Extreme Beauty. Un prototipo de belleza extrema. Y como el nombre lo decía, él era perfecto en todo sentido.
Mis colegas del laboratorio, nuestra sede estaba en Boston, me ayudaban con este proyecto, ya que técnicamente yo era la jefa en este lugar. Tenía dos amigas y mis más cercanas colegas, Lori y Maia. Ellas eran realmente inteligentes, por esa razón las había involucrado en este proyecto.
Estábamos en plena experimentación, Lori era la que se ocupaba de lo técnico y estaba al mando de las computadoras y sus cosas. Maia era más la que se ocupaba de las cuentas y armaba los planos y anatomías, era muy buena dibujante. Yo en cambio, sabía hacer esas dos tareas, pero los químicos y tubos de ensayo, las reacciones y todo eso eran lo mío.
En ese momento, Maia estaba mostrándome un dibujo de la anatomía de POEB, el chico que teníamos sobre la mesa de estudios, conectado a unos cables. Me explicaba dónde tenía cada terminación nerviosa, dónde debíamos intervenir para llegar al cerebro y modificar sus pensamientos. Lori estaba en las computadoras, viendo cada reacción que el experimento POEB iba teniendo, y probando algunas cosas. El experimento movía sus articulaciones según los estímulos que Lori le enviaba, y entonces, POEB se auto-golpeó en la cara. Lori se rió.
-Lori, compórtate. –la regañé. Ella se tapó la boca para evitar seguir riendo.
-Lo siento, Missy. Pero, admítelo, es divertido. Además, nunca nos divertimos con los experimentos. –hizo un puchero. Rodé los ojos.
-Será porque no podemos jugar con ellos. –dije, refiriéndome al muchacho sobre la camilla. –Son peligrosos, Lori.
Ahora ella rodó sus ojos.
-Lo dices porque aún no tienes el tuyo, Missy. Yo ya tengo mi experimento, y es hermoso. –dijo Lori, risueña. Refiriéndose, obviamente, a su reciente novio, el cual ella misma experimentó y modificó para que fuera su chico perfecto.
-Ah, vamos…Eso no tiene nada que ver. –reproché. –Ahora, silencio. Maia tiene que explicarme esto.
Maia sonrió divertida y continuó explicándome su dibujo.
Entonces, todas las luces del laboratorio se apagaron.
Lori gritó: -¡El experimento!
Y claro que la entendí, sus computadoras se habían apagado también, lo que significaba que el experimento podía fallar o hacernos algo. Maia salió corriendo hacia no sé donde ya que no veía nada, solo pude oír sus pasos corriendo con fiereza. Lori tecleaba en una máquina que desprendía algo de luz, pero era la única, y solo era porque era solar. Después de unos segundos, la máquina se le apagó y Lori comenzó a maldecir.
Entonces, la luz volvió, y pude ver a Maia al lado del interruptor de luz de emergencia. A Lori reprogramando todo rápidamente.
Pero lo que primero captó mi atención fue el enorme tipo rubio parado frente a mí, fulminándome con sus ojos cristalinos.
En un segundo, me levantó del cuello, intentando quitarme el aire.