Jueves.
Roth, por fin se había decidido a cambiar, a poner todo su empeño en ello. Se le notaba cuánto lo deseaba, y era bueno, porque parecía estar muy motivado. En realidad, yo sabía que lo que lo motivaba era saber que se iría con su familia pronto, y que mientras más perfecto fuera, más cerca de Alemania estaba.
Quería creer que todo saldría bien.
Pero un nudo me oprimía la garganta al pensar que él se iría, y no podría detenerlo. Más allá de que trató de matarme al inicio, y que se portó muy mal conmigo, y me hizo la vida imposible, yo había desarrollado un extraño cariño hacia él. Y no quería dejarlo ir.
Esa tarde, el sol se ocultaba y a Roth le habían permitido salir conmigo afuera de la sede. Había unos patios bastantes grandes, pero no había flores ni nada que llamara la atención. La sede Boston estaba muy escondida y pasaba desapercibida. Era cierto que la FPB no era una organización secreta del todo, solo era como un tema del que no podías hablar así como así por la calle. Era complicado. Porque éramos y no éramos, al mismo tiempo, una organización secreta.
Se podría definir más bien como que todos sabían de nuestra existencia pero nadie hablaba de ella.
-Missy. –El muchacho a mi lado me llamó la atención.
-¿Sí? –le dije, mirándolo.
-¿Crees que me dejen volver a Alemania si alcanzo el nivel de perfección?
La pregunta me cayó mal al estómago. Yo no sabía la respuesta. Y no era justo que lo ilusionara, aunque tampoco lo era si le destruyera todas sus esperanzas.
-No sé, Roth. Ojalá pudiera saber. –le dije sinceramente. Él suspiró.
-No importa. De todos modos, estoy muy agradecido por todo lo que estás haciendo por mí. ¿Lo sabes, verdad?
Bajé la cabeza, al mismo tiempo que una sonrisa se pintaba en mis labios.
-Me agradas, por eso lo hago. –le respondí.
-Y tú a mí. –Me dijo, y me obligó a que lo mirara a los ojos.
Esos ojos celestes azulinos, que parecían un mar en un día de sol. Tan perfectos.
Y él tan imperfecto.
Ni siquiera percibí que él se me acercaba, hasta que esos dos mares azules estuvieron tan cerca como para poder apreciarlos mucho mejor.
Sin previo aviso, él sonrió y apoyó sus labios en los míos por unos segundos.
Se separó luego, mirándome, sus ojos también transmitían la sonrisa de sus labios.
-Si no fuera imperfecto, tal vez, ¿me querrías? –me preguntó, mirándome fijamente.
-Roth, el que seas imperfecto solo te hace más especial que ningún otro hombre. –le respondí. –No quiero cambiarte, nunca lo quise, solo lo hago por obligación. Pero no quiero que te quiten tu esencia, tu personalidad. Eres quién eres, perfecto o imperfecto, eres solo tú: Roth.
-Supongo que nadie me ve de ese modo. –contestó con la cabeza entre sus manos. –Quizás las mujeres de la FPB sean todas falsas e imperfectas, pero tú eres lo más cercano a perfección que he conocido.
-No soy perfecta, ni de cerca. –objeté mirándolo, e intentando que me devolviera la mirada. –Roth. –lo llamé. Alzó la cabeza, y sus ojos denotaban un par de lágrimas.
Él sí que estaba cambiando.
Sin pensarlo dos segundos más, tomé el medidor de perfección de mi bolsillo, y conecté todo rápidamente.
Nivel de perfección del experimento POEB: 65%
Se lo mostré, y una sonrisa genuina lo iluminó por completo.
-¡Ya casi, Roth! –le anuncié con una sonrisa. Él no podía creerlo.
Pero yo sí, porque siempre creí que él podía cambiar por sí solo.