El canto de las aves a lo no muy lejos fueron una melodía que, con el acompañamiento de las risas contentas y juguetonas de los dos chicos, pudieron hacerla sonreír con extrema felicidad.
Desde que Giyū era muy pequeño, lo ha visto llorar con pánico al ser rodeado de gente de su edad y mayores, ser regaloneado por las señoras que lo veían en la cocina buscando comida para saciar su hambre con una carita que delataba la culpa que sentía por no poder aguantarse hasta la hora del almuerzo, dudando de sí mismo sin saber cómo hablar con los otros niños por su enorme timidez que, hasta el día de hoy, con unos diecisiete años, mantiene; Por eso le tomó por sorpresa el día que miró a los ojos por más de un segundo a un niño que se había colado –obviamente– al palacio, y el que incluso haya corrido hacía él para abrazarlo con una sonrisa.
Ese es uno de los recuerdos que más se le viene a la mente, al notar como su hermano menor se despedía para irse al jardín buscando al chico con esa cicatriz en la mejilla.
Sabito era el nombre del "aprendiz" del mago del reino, Urokodaki-san. Aunque ella, incluso desde antes de estar sentada en el trono, está muy consciente de que el chico era para el mayor como un hijo.
Observo desde la distancia los rostros de los dos mejores amigos, contagiada por la sonrisa de ellos dos. El brillo en los ojos azules de su hermano era tan especial, tan único y puro, que su expresión de sorpresa e increíble emoción al ver como el líquido que flotaba sobre las manos ajenas se congelaba haciendo que permaneciera temporalmente la forma de la flor seguida de una sonrisa fue algo que, de haber podido, lo volvería inmortal en una pintura. La risa del más alto llegó a sus oídos, más no las palabras que hicieron al menor de la familia real tomar una expresión de confusión que, después de unos minutos quizás, cambió a una avergonzada.
Luego vino otra risa de parte de Sabito, una que motivó a Giyū a empujarle el hombro con algo de –tímida– fuerza antes de ser atrapado en un abrazo.
Y pensar que desde chicos los encontraba en la cocina, escondidos debajo de la mesa robando una que otra manzana sin saber que las mujeres adultas del lugar fingían no verlos; después de todo, sus risas bajas y sus susurros no son algo que pasen desapercibidos en pleno silencio.
Siempre hicieron todo juntos, desde que se conocieron. Él es quien ayudará y cuidará a Giyū en el amplio camino de la vida, le prometió con tanta determinación –y atrevimiento, por lo que fue castigado por Urokodaki-san apenas se enteró– uno de esos días en los que su mejor amigo no salió de su habitación por una alta fiebre, será para él el hombro que ella no tuvo para derramar sus inseguridades una vez la corona pase al actual príncipe, le juró. Y ella estaba más que segura de que cumpliría su promesa a cualquier costo.
Con eso en mente, le tomó con la guardia baja –y por ende le sorprendió muchísimo–, el encontrarse a Sabito totalmente silencioso sentado lejos del otro chico de su edad, observando el suelo de tal manera que fue evidente lo muy concentrado que estaba en lo suyo. Se sentó a su lado en ese momento, respetando el silencio que él mantenía, esperando a que expresara lo que tenía como conflicto interno.
— Giyū será rey un día de estos —comenzó él—, en un futuro; también se casará... tal y como tú lo hiciste. —expresó sin mirarle, olvidando las formalidades, cerrando sus ojos con el ceño un poco fruncido y una mueca que remarcó lo desanimado que estaba con ese pensamiento.
— Sí, lo hará. —respondió suavemente, con el tono más maternal que pudo adquirir con sus años.
— Y... Y yo la verdad no puedo ni imaginármelo —nunca pensó en ver a Sabito tan desastroso, con la voz atrapada en la garganta, tartamudeando susurros incoherentes. Él, que siempre habló de ser un hombre, que siempre practicó desde muy joven los hechizos con la intención de proteger a la gente, que le decía al resto que no vacilara, ahora era tan inseguro como su hermano menor en plena niñez—. Digo, no es que piense que nunca estará listo para ser coronado, no, él es muy capaz de reinar perfectamente... Lo que quiero decir es que-, ahg, maldición. —murmuró llevándose las manos a la cabeza.
— Ya veo...
El silencio se posó con calma entre los dos. Tsutako continuó mirando hacia el frente, notando la figura alta y delgada de su hermano no tan lejos de donde estaban, mirando con preocupación a su mejor amigo sin saber cómo ayudarlo o si debe acercársele; ella le sonrió para calmarle, diciéndole con la mano de que esperara un poco.
— Me gusta —aclaró, aun nervioso—. Me enamoré de él, Tsutako. ¡Sé que no está bien! ¡Que aparte de que es socialmente erróneo somos dos hombres! Pero... —y por primera vez, desde que comenzó la charla, él la miró. Con el corazón a punto de salírsele, tratando de la mujer entendiese y que no le expulsara del reino por el sentimiento—, Dios, lo amo tanto que me duele el pecho al intentar imaginarlo con alguien más.
Sonrió con calma, sintiendo la mirada vacilante de Sabito esperando que ella de su opinión al respecto.
Había pensado en todos los años en los que los vería juntos, e incluso pensó en que si ambos llegaban a tener pareja buscarían una u otra manera para juntarse como los buenos amigos que son, pero obviamente no había imaginado en lo grande que podía llegar a ser el sentimiento de cariño o amor entre ambos.
O quizás fue porque trató de buscarle una explicación a la calma, la sensación de seguridad y bienestar que traía acompañada de una felicidad silenciosa su hermano cada vez que volvía después de estar un día entero con Sabito, conversando o tratando de aprender sobre la poderosa magia, que no notó la vergüenza del mago al estar con Giyū. La felicidad del menor de la familia no era por su interés en el mundo mágico, como pensó en primer lugar, era por el más joven de cabellos color melocotón, hijo adoptivo y aprendiz de Urokodaki-san y hermano menor de Makomo.
— Sé que lo protegerás, lo has hecho todos estos años incluso cuando te has sentido morir luego de haber entrenado tan duro para perfeccionar las técnicas en las que fallas y en las que no —inició ella bajo la mirada preocupada del menor—, sé que lo amas más que a nadie; por eso no tengo problema si él te corresponde, si quieren estar juntos por mi está bien.
Él dejó una sonrisa tranquila, aguantándose las ganas de abrazarla y agradecerle lo comprensiva que era. Makomo de haber sido la primera en enterarse de seguro hubiera comenzado a molestarlo o a empujarlo sobre el príncipe con una expresión calmada.
Aunque, ahora que Tsutako lo piensa, esto va a ser algo simpático de ver: Sabito y Giyū enamorados de pies a cabeza el uno del otro, queriendo abrazarse... Mas ninguno siendo capaz de ser directo, el primero quizás lo intente, pero, siendo sinceros, su hermano nunca a siendo un maestro en relacionarse con la gente, por lo que es muy posible que no entienda a lo que se refiere, y bueno, Giyū es demasiado tímido como para decir algo.
Ya se imagina la escena, el mago diciéndole un claro "Te amo" y su hermano respondiéndole un "Yo igual" tal y como lo hacían cuando niños, sin darse cuenta de que él está confesándosele. O al chico con el que comparte sangre, llegando a su lado hablándole del ajeno con la idea de que él lo ve solo como un amigo.
Moriría internamente de la risa y la dulzura.
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『«雨男 | Ame Otoko»』||Demon Slayer/Kimetsu no Yaiba||《SabiGiyuu》
Fiksi Penggemar❝Ame otoko literalmente quiere decir Hombre-Lluvia, y se refiere a la persona cuya presencia siempre va acompañada de lluvia o el mal tiempo.❞ El tiempo y los sentimientos son un arma de doble filo, y eso lo tenían más que claro los dos. ・・・・・・・・ ❃¡...