No es poco lo que lamenta lo que había hecho siendo un niño, aunque si le dieran a elegir entre evitarlo o ser exiliado preferiría la segunda una y mil veces. Cuando el rey de Lócrida lo exilió a Ftía, intentando evitar que la venganza de la dolida familia noble cayera sobre él, su joven hijo, quien en un desafortunado accidente arrebató la vida otro chico, no tan solo lo privó de su herencia, del trono y de todo eso, cosas que no le importaban en lo absoluto, sino que le dio una vida nueva bajo el acogimiento de Urokodaki Sakonji, el rey de la antigua región de Grecia.
Y fue bajo el ala de él que conoció al primogénito de la familia, Sabito; Un chico que, muy contrario a como era Giyū, tenía una pasión impregnada en su mirada, una seguridad propia que le hacía actuar sin vacilar y un talento innato para ser tan perfecto a su vista incluso siendo ambos muy jóvenes.
Se volvió su ídolo, su héroe, y su mejor amigo.
Sabito no le vio tan diferente, y en más de una ocasión se debatió consigo mismo, mientras estudiaban todo lo relacionado a la curación, cómo fue el conflicto que terminó exiliando al dulce chico sin poder imaginarse la escena. Giyū no era un hombre, o bueno, no en actitud... Él era frágil, puro, debía ser protegido a toda costa, porque muy probablemente se pondría a sollozar en silencio si le llegasen a gritar, insultar o golpear.
Pero ambos eran fuertes, eso era muy sabido por el joven semidiós. La actitud de él cambió con los años, principalmente cuando fueron a entrenar juntos, se volvió un poco más tolerante a los constantes insultos o a los golpes, manteniendo esa sonrisa suave en su rostro... Esa preciosa sonrisa que se perdió cuando estalló la guerra con Troya. Quizás Giyū tenga uno que otro problema al tomar las espadas, pero los dioses saben lo magnifico que era en el campo de batalla aun así, dirigiendo a los caballos con tanta habilidad entre los griegos y troyanos mientras que él se encargaba de atacar al enemigo.
Mas bastó una ofensa, por muy pequeña que fuese, para que dejase de luchar. No hay nada más que odie que el desgraciado que se aprovecha del trabajo, del sacrificio de los demás gracias a su poder e impunidad, por lo que su orgullo e ira no dejarían que perdonase a aquel despreciable rey; entonces ordenó a sus hombres retirarse, y Giyū, como siempre, le siguió fielmente.
En su mente están muy claros aquellos días descansando en una de las tiendas de campaña, sintiendo el ruido a las afueras, los latidos ajenos en uno de sus oídos cada vez que se apoyaba en el pecho del de negros cabellos para descansar plácidamente, o esos hermosos suspiros bajos vacilantes que su "mejor amigo" dejaba escapar por accidente cuando sus manos viajaban sobre su piel acariciando hasta lo innombrable, a la par que dejaba húmedos besos sobre su cuello y hombro apreciando su nombre en un quejido de parte del más bajo.
Esos días le hicieron olvidar la guerra de una forma que consiguió alejarlo de toda preocupación, de todos los recuerdos de los cuerpos sin vida esparcidos por los suelos como las hojas de los árboles en otoño. El día en que llegó la primera comitiva de reyes suplicando su regreso se mantuvo firme, poniendo su rotundo "No" al que rápidamente se le agregaría con un ardiente odio "Que venga ese infeliz de Kaigaku a suplicar mi regreso". Porque quería verlo arrepentirse, verlo entender la situación, el que la gente no tan solo sudaba por tomar ventajas sobre los milicianos de Troya, sino que también moría en el proceso, quería sacarlo de esa burbuja en la que estaba encerrado cómodamente para golpearlo.
No espero ver la espalda de Giyū caminando hacia ellos, dispuesto a continuar luchando por Grecia. Porque él podía considerarse inferior, pero no podía ser capaz de no hacer nada sabiendo que sus compañeros llegaban a la inevitable muerte que atormenta a tantos mortales a causa de una espada o lanza enemiga. Vio su mano extendida hacia él, invitándole, como quienes fuesen a bailar, a ir a la guerra; Volvió a decir que no. Y con el rostro del chico nacido en febrero insistiendo con una expresión lastimada, se dio la vuelta regresando a la tienda.
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『«雨男 | Ame Otoko»』||Demon Slayer/Kimetsu no Yaiba||《SabiGiyuu》
Fanfiction❝Ame otoko literalmente quiere decir Hombre-Lluvia, y se refiere a la persona cuya presencia siempre va acompañada de lluvia o el mal tiempo.❞ El tiempo y los sentimientos son un arma de doble filo, y eso lo tenían más que claro los dos. ・・・・・・・・ ❃¡...