El eco resonó por todo el gran teatro, la gente se levantó de sus asientos aplaudiendo fuertemente luego de que la última nota más el silencio que le siguió indicaran que la canción había terminado, y con ella, la presentación de una hora donde tan solo dos instrumentos: el violín del chico, el piano de una chica, ambos acompañándose mutuamente luciéndose con elegancia y un amplio profesionalismo. Apenas terminó de tocar, su mirada viajó a la fila donde siempre se solía sentar él con una sonrisa, revisó toda la fila a medida de que el dolor punzante en su garganta incrementaba, la de arriba, la de abajo, luego comenzó a mirar por todo el lugar buscándolo con una desesperación que le asfixió.
Pero no lo encontró por ningún lado, tan solo vio un asiento vacío entre todos los ocupados. Era el que había reservado para Sabito.
El sonido de los autos que pasaban a gran velocidad no era nada exquisito de oír para él, le estaba haciendo dudar entre si esperar a escuchar su nombre pronunciado por el de cabello color melocotón corriendo bajo la nieve que descendía, o en si aceptar el hecho de que él no vendría porque estaba con aquella chiquilla, Makomo.
Ya se aprendió su nombre de tantas veces que Sabito llegó con una sonrisa boba al departamento contándole –como si le importase– lo fantástica que es, las cosas que hicieron juntos aquel día, el que ella lo espera del trabajo para luego salir corriendo mientras van riendo al parque más próximo. Son cuchillas en su pecho los "La quiero muchísimo, 'Yū"; son fríos que congelan el calor de su felicidad cuando le ve cruzar la puerta sonriendo por ella; le matan lentamente las charlas que giran en todo a la sonrisa de la inocente mujer.
Quizás, de "ser tan hombre", le habría dicho que no se sentía cómodo... Quizás, solamente quizás, de haber llegado Makomo al día siguiente y no esa misma tarde, él hubiera podido confesársele.
Pero ahora estaba ahí, de rodillas en el suelo, tratando de detener la fuerte tos que le rompía la garganta, la misma que aprisionaba sus pulmones haciéndole agonizar de dolor antes de que la sensación de ahogo floreciera en su interior rápidamente como el crisantemo azul que llegaba a sus manos cada vez más manchado por el líquido carmesí que caía desde su garganta hasta sus labios y desde sus labios a sus manos.
No es la primera vez, ya lleva casi dos meses estando así...
Sabito no se dio ni se dará cuenta, se han alejado el uno del otro desde que él comenzó una relación.
Cuando llegó al departamento, estaba todo tan silencioso que no supo si dejarse caer al suelo y llorar o llamarlo para pedirle ayuda, para decirle que no ha estado bien. ¿Y si la cosa empeoraba? ¿Llegaría a morir o se operaría como lo hicieron otras personas? Odiaba la idea de lo segundo, la verdad, el rumor que luego fue confirmado por los doctores es que luego de ella no tan solo dejas de sentir amor por esa persona, sino también muchos otros sentimiento, tanto positivos como negativos y, Dios, él no podría hacerle daño a Sabito de tal manera... ¿No hay una forma para simplemente no sentir más amor? ¿Una en donde después de la operación sigan siendo los mejores amigos? Estaba atrapado, no sabía qué hacer, y sin Sabito que siempre lo ayudaba con sus problemas las cosas se hicieron más difíciles de llevar.
Estaba cansado física y emocionalmente, por lo que fue una sorpresa para el más alto de ojos lavanda llegar a eso de las once y encontrarse a su compañero de departamento durmiendo.
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Encontrarse a Sabito en la mañana era algo destinado a pasar, por lo que se mantuvo inmóvil en cuanto despertó, mirando el techo como si eso fuese a aliviar el dolor de su garganta desgarrada o esperando a que posiblemente él se fuera pensando que aun dormía. Tampoco se limpió la sangre en su mentón, su cuerpo pesaba un poco menos de lo que le ardían los ojos de tanto haber llorado en la almohada.
¿Sería bueno decirle a él? Siguió preguntándose una vez se sentó con desanimo en la cama. Con respecto a su presentación con Shinobu, bueno, siempre él fue a todas y cada una de ellas... pero eso no quita el enorme dolor de no verlo ahí sentado o el que lo haya olvidado.
La distancia crecía, el tiempo avanzaba y había decidido no operarse, ¿se daría él cuenta de su ausencia...?
Estaba cayendo en la tristeza cada vez más, las ramas en su interior crecieron más rápido ahora que no se daba ánimos a sí mismo... Se sintió morir cada día.
Entonces llegó el principio del mes siguiente, donde el dolor fue más allá del límite, donde las ramas hicieron algo que nunca habían hecho antes. Estaba caminando a paso calmado, escuchando lo que decía Rengoku con respecto al entusiasta chico Kamado, a quien ambos siguieron ayudando incluso después de que Sabito se excusara diciendo que no podría continuar, cuando la respiración se le fue, el dolor en su pecho le sacó un jadeo en busca de aire, y todo dio una, dos, tres vueltas... Ya había la sangre manchado el blanco puro de la nieve a sus pies cuando él se desmayó con las flores acariciando sus labios, cuando su pulmón fue perforado inmediatamente pasado unos minutos de tortura en las cuales el chico trató de ayudarle.
En definitiva él había llamado a la ambulancia.
Escuchaba el eco de las voces de las enfermeras, de la doctora, todas hablando sobre lo avanzado que estaba la enfermedad que tanto solía aterrar a los jóvenes y adultos. Él estaba invadido por el miedo, no se trataba ahora de: operarse o morir, la segunda era inevitable... Trató de respirar, mas su faringe estaba tan obstruida; arqueó su espalda completamente desesperado.
No se imaginó lo aterrado que estaría, lo arrepentido, lo mucho que desearía vivir para poder ver el rostro de su mejor amigo con esa sonrisa preciosa.
No estaba listo.
¿Y sabes quién más no estaba listo? Exacto, Sabito.
— ¡Giyū! ¡Por favor, quédate conmigo! —su voz quebrada sonó antes de que lograra apreciar el toque suave de su mano rodeando la suya, afirmándola con un temblor que notó a duras penas— ¡Te dije que no podías morir! —el dueño de aquella cicatriz –que tantas veces de niños lució con orgullo diciendo que la obtuvo protegiendo a la persona más importante para él de un perro– apretó el agarre como si eso fuese lo suficiente para mejorar el estado del contrario— ¡'Yū, en serio, no sé qué haré sin ti!
El problema de Giyū siempre fue el hacerse ideas anticipadamente...
— ¡Te amo, Tomioka!
Era de esperar que una no fuera correcta.
Pero su mente estaba tan convencida de que había un amor fuerte entre su mejor amigo y la chica, que no se dio cuenta de que cada vez que Sabito llegaba sonriendo a casa era porque tuvo una charla en la cual la joven le dio ideas para confesársele, ni de su presencia en una de las esquinas del escenario sonriéndole con un extremo cariño antes de ser llamado justo cuando terminó para volver al trabajo con urgencia, su cansancio tampoco le permitió ver el daikon de salmón en el comedor con un mensajito de felicitaciones acompañado con halagos.
Su mente hizo una jugada que le llevó a la muerte con el tiempo, asesinándolo con flores.
Más las palabras de Sabito tuvieron un efecto más rápido en todo su ser.
Y tal como las flores se marchitan, el dolor disminuyó permitiéndole respirar.
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『«雨男 | Ame Otoko»』||Demon Slayer/Kimetsu no Yaiba||《SabiGiyuu》
Fiksi Penggemar❝Ame otoko literalmente quiere decir Hombre-Lluvia, y se refiere a la persona cuya presencia siempre va acompañada de lluvia o el mal tiempo.❞ El tiempo y los sentimientos son un arma de doble filo, y eso lo tenían más que claro los dos. ・・・・・・・・ ❃¡...