Friends.

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Y dolía ver como sufría, dolía verla llorar, dolía saber que no la podía sanar. Dolía porque no la podía tocar, no podía darle un abrazo y prometerle que todo estaría bien, no podía hacer nada por mejorar su situación.

Ya no podía aconsejarla ni hacerla reír, no podía ayudarla, pero después de todo hacía mucho que ya no formaba parte de su vida. Me tocaba observarla cuando no se daba cuenta, mirarla cuando estaba distraída, cuando leía un libro o intentaba hablar con ese imbécil que lo único que hacía era hacerla sentir mal, la hacía sentir insuficiente, la comparaba constantemente con otras chicas y ella pensaba que tenía que cambiar, pensaba que había algo malo en ella pero en realidad el único que estaba mal era él. Ella era y es la chica más hermosa e inteligente de todas, siempre fue más lista que otras niñas, hasta que llegó él y la cambió, hizo que la chica perfecta desapareciera dejando en su lugar a una niña insegura de sí misma, la transformó, la cambió totalmente, la manipuló hasta tal punto que hizo que ella se volviera totalmente dependiente de él.

Y yo, yo sufría, yo sufría porque no podía hacer nada al respecto, la única que podía parar todo era ella misma y no quería hacerlo. Quería quedarse con él sin importar el precio que tuviese que pagar, sin importar que el precio fuese su destrucción.

Aunque no podía tocarla ni acercarme decidí que no podía dejar que el amor de mi vida siguiera perdiendo el tiempo con alguien así. Armé un plan, un sencillo pero efectivo plan, cuando él vuelva y las luces se apaguen saldré, saldré y haré lo que hace mucho tiempo debí hacer, acabaré con su insignificante vida, quizás y luego de eso ella me recuerde, y vuelva a ser parte de su día a día, pero no puedo mostrarme, ella no puede verme, ese es el precio que tengo que pagar por ser su amigo imaginario.

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