003| A Ryan no se le para

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- Buenas tardes, ¿aquí es el centro deportivo de la universidad?

- Aquí es, ¿en qué puedo servirle?

La negra secretaria se me queda viendo como si fuera un junkie mal parido. Por mi cabello, de seguro, o por mis ojeras, o por mi cuerpo entero, estoy desnutrido. Pues ella no se ve precisamente como corista de una iglesia, ¿eh? Solo lo digo. Ambos nos estamos sonriendo de una manera hipócrita, y como ya me quiero ir a la mierda, me apresuro a hablar.

- Quiero inscribirme a soccer – pido con un tono cortés. Ella hace sus papeleos que no entiendo y quien sabe qué más.

Aprovecho para mirarle la ropa. Tiene un abrigo largo color café con rayas verticales negras, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... ¿ocho? Son ocho por delante, y cuantos botones... uno, dos, tres, cuatro... uh, tiene pelusitas, una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, die—

- Uy, está lleno.

- ¿eh? – la miro. Ella ya me mira con un rostro de: "Puedes irte a la mierda".

- Está lleno.

- Bueno, boxeo.

- Lleno... - canturrea, como si estuviera burlándose de mí.

- ¿Qué es lo que no está lleno? – reformulo la pregunta.

- Atletismo.

- ¡mierda! – blasfemo.

No hice cuatro años de gimnasio para nada, ¿verdad? Mi nutriólogo me dijo que tenía que hacer algo sí o sí, si no quería terminar como los de la televisión, gordos, gordos, gordos que parece que se están derritiendo. Hago una mueca. Si es la única clase extracurricular que está vacía, debe ser pésima. Pero necesito hacerlo, todo esto necesito hacerlo.

Porque nací mal.

- Pues ya qué – digo grosero – inscríbame a esa porquería.

- ¿No te educaron bien? – me pregunta con el entrecejo fruncido - ¿En qué momento te vas a dar cuenta de que a las señoras mayores se les respeta?

- ¿Y usted cuando se dará cuenta de que tiene el saco lleno de pelusa y pelos de gato? Debería llevarlo a la tintorería.

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Miro la hoja que me dio la secretaria esa. Dice que me he inscrito a una de las mejores y competitivas clases extracurriculares, claro, como si no todos los folletos dijeran lo mismo de cualquier otra actividad.

Empiezo a caminar y cuando menos me doy cuenta, ya estoy buscando la llave para entrar a la fraternidad. Estoy cansado y deprimido por haber llegado aquí, ni siquiera me gusta Washington. No, ni siquiera me gusta estados unidos.

Maldigo aquel día de sobredosis, creo que de haber sabido que terminaría así, no hubiera despertado. Aquel puto día de mierda en el que descubrieron que el angelical y perfecto (medicado) Gerard Way, era un drogadicto sin futuro y sin metas, ¿quién iba a imaginarlo? Vaya putiza que me metió mi papá y vaya decepción que le regalé a mamá.

Aun así, sabiendo que soy esto y no tengo más opciones, no tengo el valor suficiente como para usar camisetas de manga corta. Mis brazos están llenos de cicatrices de aguja cuando me inyectaba metanfetaminas junto con mi mejor amigo Joshua. También tengo raspones y mis manos se ven peores a las de un vagabundo: sucias, llenas de sangre que no sé de dónde sale y algo esqueléticas. Así que a veces me muero de calor.

Psicólogo Frank [Frerard] Y [Ryden] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora