012|Beta Lambda

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¡Hola! 

PREGUNTA: ¿Han ido o van al psicólogo? 

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g.

Probablemente muera joven.

No soy fan del suicidio, pero admitámoslo, todo el mundo se suicida lentamente.

La gente como yo solamente alcanza el pedal para acelerar.

No sé quién se ha tomado el derecho de señalarme y hacerme gordo, o con déficit de atención, o indiferente. No sé quién creyó que eso sería gracioso. No sé por qué no pude ser normal jamás. No busco ser extraordinario, no busco la atención de nadie, no busco nada más que ser ordinario. Solo eso. Solo un típico niño, con los típicos problemas de no querer hacer tarea, con el típico dilema de si salir con esta chica o la otra, con los típicos consejos de papá o los típicos cariños de mamá.

Solo ordinario.

Solo Gerard.

No Gerard el niño que toma drogas para poder funcionar bien en la escuela, no el Gerard que tiene que hablar con un señor cada domingo explicándole cómo le fue en la semana, no el Gerard que tiene que ver películas de amor para saber qué era, o pornografía para escuchar cómo se siente el placer.

Solo Gerard.

Y pues no, soy un chico débil desde nacimiento. Introduciéndome en el mundo de las drogas, alcohol y antipatía. Sin ser capaz de sentir algo bonito por alguien, mucho menos por mí mismo. Es p eso que digo que moriré más rápido que otros, porque no sé si algún día, podré despertarme otra vez. Estoy pisando el acelerador sin querer hacerlo, y la desesperación de no querer hacerlo más, me lleva a conducir sin tomar el maldito volante.

- ¡DESAYUNO! ¡HICE DESAYUNO! - ¿eso es un sartén? - ¡RYAN ROSS HIZO EL DESAYUNO! ¡LEVANTENSE! ¡LALALALALA!

Mis oídos explotan al igual que mi pecho. Estoy vivo. ¿Para qué estoy vivo?

Ryan golpea un sartén con una de esas palas de cocina y yo siento que me va a estallar la cabeza de una manera horripilante. Agradezco al Gerard del pasado por dejar cerrada la cortina, sino mis córneas estarían a otro nivel de ceguera. Mi cuerpo se siente como una piedra pesada pegada a la cama y siento cómo una tira de baba ha convertido mi almohada en un charco.

Un mechón de cabello anaranjado se interpone entre mi vista y las sábanas.

- Escucha sé que está prohibido entrar a habitaciones ajenas sin permiso, pero—

Estoy desnudo en mi cama, enseñándole el trasero al mundo. No me importa mucho, sinceramente. Siento con tibieza una manta sobre mi cuerpo desnudo y reúno todas mis fuerzas sobre mi brazo para poder levantarme un poco. Mi rostro es una mierda, lo puedo sentir y a juzgar por el rostro de espanto de mi compañero de fraternidad, lo puedo asegurar.

- Oye, hermano... ¿Todo bien? – se sienta a un lado mío y yo espabilo.

- Todo bien – le sonrío y espero no verme sombrío, porque me acabo de despertar de un coma. No sé ni qué día es hoy.

- ¿Y entonces por qué de pronto te ves tan mal? Tenemos clase de escritura en veinte minutos y he hecho el desayuno.

Asiento. Nada..., solo estoy enfermo.

- Vístete, tienes qué comer – dice serio después de no haberle respondido la pregunta - ¡Hice huevos revueltos! – de pronto aplaude feliz.

- Voy...

No es necesario pedirle que se marche, él solo se levanta y se va corriendo de mi habitación. Estiro mi cuerpo y todo truena, lo disfruto como no tienen una idea. Tomo unos calzoncillos que están tirados en el piso y los huelo para saber si pueden ser reutilizados.

Psicólogo Frank [Frerard] Y [Ryden] PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora