Sexto maullido.

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Decir que sus pupilas no estaban completamente dilatadas hubiera sido una mentira porque, ciertamente, lo estaban. De hecho, parecía que sus ojos carecían de esclerótica por lo negro que se encontraban. Cuando Jimin le dijo que lo llevaría a un sitio divertido e íntimo, se imaginó mil tantos más (y le daba pena admitirlo, pero tenía que hacerlo, su mente recreó cierto lugar en específico), pero jamás idealizó estar en el que se encontraban en ese momento (aunque no se quejaba en absoluto).

Delante de él, se encontraba un edificio de mediano tamaño que lucía, sobre su puerta, un cartel de letras rojas que dictaba entre parpadeos "SandBox Club." Un sitio de paredes de cristal y habitaciones contiguas que parecían tener diversas actividades para cambiaformas de felino. Yoongi apenas pudo registrar que un cuarto estaba lleno de cajas de cartón vacías y que en otro había rascadores colgados por toda la pared cuando su instinto de gato lo hizo casi brincar hacia adentro. De no ser que le aterraba mostrarse en su forma animal, suponía que seguramente su gato interior hubiera estado arrastrándose con sus patitas tratando de tocar todo cuanto pudiera.

—Dios, ¿qué es este lugar? —murmuró entre dientes, tratando de que su voz no sonara tan impresionada, ni de soltar los ronroneos que a duras penas contenía. Jimin, a su lado, soltó una risa angelical y levantó el brazo para empujar las tiras de tela que colgaban encima de la entrada.

—Es una nueva propuesta—dijo, jugueteando ahora con las pulseras que llevaba en su muñeca—. Mi primo es un visionario y un día se despertó pensando en un sitio igual a este. Simplemente fue a por ello y, bien, aquí estamos.

—Jodido genio que es—Yoongi relamió sus labios mirando de lado a lado— ¿Y estás seguro de que es para nosotros solos?

—Solo por hoy, ya sabes... Negocios son negocios, umh... ¿Quieres entrar? También tiene cafetería y el menú es bastante interesante.

Yoongi asintió y se dejó guiar por el lugar que se volvía más y más interesante al ritmo de sus pasos. No sólo había rascadores y cajas vacías, sino que también había, hasta el fondo del pasillo, un cuarto que prometía tener luces láser en el interior. O eso esperaba. Como CEO, pocas veces podía jugar como tanto le gustaba.

—Este lugar es fantástico—comentó divertido, dejando que por fin su lado curioso lo hiciera jalar libremente de un juguete que caía del techo y, sin querer, dejó a relucir sus orejitas negras, casi como si su lado animal quisiera tomar su lugar para jugar a sus anchas, aunque realmente era él mismo quien quería divertirse.

Jimin, quien no se perdió detalle de lo que ocurría, sonrió enternecido y asintió de acuerdo.

—Supuse que te gustaría—le dijo, atreviéndose a también dejar a la vista sus propias orejas que, contrario a Yoongi, no eran de un color uniforme; la derecha era de un anaranjado profundo y la izquierda era completamente negra—. ¿Qué quieres hacer primero? Podríamos jugar en la piscina de pelotas o mordisquear las orillas de los muebles, lo que más te guste.

Yoongi quería brincar por todas partes, era la única verdad, pero, antes que nada, quería que primero Jimin expresara sus deseos. Su gatito interior era inconsciente y juguetón y se dejaba llevar por sus instintos constantemente, pero esta vez él quería hacer las cosas bien. Quería ser un buen chico (aunque no como un perro, los perros eran sucios y ridículos y no le gustaba cuando lo lamían y le dejaban sus pelitos tiesos y levantados), así que contó hasta diez para calmar su agitación interna y le dedicó al chico una sonrisa tímida.

— ¿Qué quieres hacer tú?

Jimin parpadeó un poco extrañado, adquiriendo en el rostro un gesto contrariado y confundido. Yoongi se preguntó cómo fue que una pregunta tan simple pudo hacer que alguien así de bonito se desarmara repentinamente. 

The Purring Club [ym] [tk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora