Grrr

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Ser amigo de dos gatitos juguetones era una verdadera tarea difícil que no cualquiera podía realizar y, aunque Taehyung se consideraba a sí mismo como todo un ganador, tenía que admitir que en ocasiones sólo quería rendirse frente a Yoongi y Jimin.

Por lo general, su mejor amigo se comportaba como un gatito manso. Maullaba para pedir mimos, pero jamás exigía. A veces lo amasaba cuando estaba muy cariñoso y se echaba sobre su lomo para dormir tranquilamente con sus patitas dobladas; como ambos amaban dormir, pasaban largas horas en un sueño profundo.

En las noches era otro caso, por supuesto. Yoongi brincaba y tiraba cosas, pero sólo pasaba cuando estaba de buen humor o cuando consumía demasiado catnip. Taehyung no tenía grandes quejas. Era algo a lo que se había acostumbrado con el pasar de los años. Y, referente a los presentes muertos que le llevaba, bien, no había mucho que hacer ahí. Era la naturaleza de Yoongi y él la amaba tal cual.

No obstante, el problema surgía cuando el pelinegro se reunía con su novio. El gato calico era un caso completamente distinto que Taehyung no terminaba de comprender y que iba en contra de su especie. Se suponía que los calicos eran gatos pacíficos y cariñosos, hogareños. Jimin, en cambio, era lo opuesto. Era coqueto, cínico y revoltoso. Siempre lograba que Yoongi saliera de su zona de confort para unirse a sus locuras.

Desde que esos dos estaban juntos,  hacía dos meses aproximadamente, Taehyung había perdido horas valiosas de sueño que jamás iba a poder recuperar. Había perdido también tazas nuevas y tazas llenas de mucho valor sentimental y otros objetos preciados y brillantes. Sus colchas estaban llenas de pelos de distintos colores y sus paredes habían sido marcadas con hilos de algo amarillento que no se molestaba en olfatear.

De verdad que su rutina había cambiado, pero, si tenía que ser sincero, él no podía ser más feliz de lo que ya era. Taehyung amaba con locura a sus amigos.

—Yo sé que están ahí... Lo sé—les dijo con voz gutural, cansado por ser despertado por cuarta vez en la semana y por comprender que definitivamente ya no volvería a dormir esa noche. Un ruido lo suficientemente fuerte como para despertarlo le había hecho sentarse en medio de la oscuridad sólo para descubrir que estaba acompañado.

Miau—dijo una pequeña vocecita hasta el fondo de la habitación. Taehyung cambió sus orejas de humano por las de tigre y agudizó sus sentidos.

Miau—le siguió una segunda voz, al parecer, debajo de su cama.

Grrrr—dijo él con hartazgo y brincó del colchón al piso, ya completamente transformado en felino. Si algo había aprendido de esos dos, había sido que atraparlos en su forma humana era imposible, a menos que lograra echarles agua en el momento justo, cosa que hacía que Yoongi se pusiera malhumorado y erizado todo el día.

Sin pensarlo mucho, caminó sigiloso a lo largo de su extensa habitación-decorada especialmente para que un tigre pudiera moverse sin problema- y olfateó el aire, buscando los aromas ya conocidos de sus amigos. Por lo que podía notar, habían estado merodeando por cada esquina del sitio.

No fue hasta que sus oídos se percataron de los sonidos de suaves patitas caminando hacia él que descubrió donde estaban: Ambos en lo alto del gabinete donde guardaba sus boinas. Si sus sospechas eran correctas, ambos se habían aliado para cazarlo como siempre, con un ataque en picado hacia su lomo.

No esa vez. Taehyung se giró tranquilamente sobre su eje y dejó al descubierto su pancita, levantando sus amplias patas hacia arriba para fingir rendición, esperando pacientemente. Como previó, los dos gatitos se lanzaron hacia él para rebotar entre su pelaje, pero justo cuando estaban a punto de caer, el tigre volvió a girar y los aplastó sin ninguna pizca de remordimiento.

The Purring Club [ym] [tk]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora