6: Un relato de protagonista dudoso

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Menos de una semana más tarde fue mi cumpleaños

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Menos de una semana más tarde fue mi cumpleaños. Aproveché el momento para pedirle a mamá salir temprano, cuando la mañana estaba fresca y la neblina se arremolinaba con personalidad propia, fluyendo y flotando alrededor, espesa en su tranquilidad y dispersa cuando la atravesabas.

El perfume del viento se impregnaba en la ropa con el andar gracias a los cristales húmedos que caían del cielo. Desde mi llegada a Larem nunca había presenciado una lluvia tan serena, casi inexistente. Pero ahí estaba, en una chispa que de vez en cuando descendía, en una perla que te tocaba la nariz o la frente.

Mamá me hizo desayunar y me besó al menos veinte veces hasta que no pudo seguir postergando el momento y, todavía a regañadientes, me dejó marchar.

Entonces fui corriendo al La locomotora, mi segundo lugar favorito en Larem para entonces. Al llegar tuve que sentarme a leer, o fingir que lo hacía, mientras esperaba la aparición de Claxon, o del chico misterioso del traje elegante, en su defecto.

Me sentí nervioso, nunca había estado por aquel lugar tan temprano. Existía una gran posibilidad de que ninguno de ellos apareciera por esas horas, incluso que tuvieran mejores cosas que hacer, a diferencia de mí.

Ese día un grupo de niños de tamaños varios se congregaron a jugar a la pelota. Más de uno patinó por el barro y pegó la cabeza del suelo persiguiendo a sus compañeros en un intento de anotar un gol.

No sé decir en qué momento dejé de concentrarme en mi espera y me fusioné con sus risas, su entusiasmo y la perseverancia con la que volvían a levantarse de sus vergonzosas caídas.

—Puedes ir a jugar con ellos si eso quieres —dijo una voz junto a mí.

En medio de mi observación habían llegado tantos niños que no me percaté del momento en que él hizo su aparición, con su caja de piezas y herramientas bajo el brazo. Se sentó, satisfecho con haberme sacado de mi inmersión al partido, y comenzó a extraer los objetos que iba a necesitar de la caja.

Sus artefactos estaban ordenados en compartimientos en los que solo él comprendía la clasificación, y estos a su vez se abrían con un mecanismo de cuerda que no accionaba si antes no colocabas los números exactos en el teclado incorporado y las coordenadas específicas en un híbrido entre reloj y brújula de manipulación manual.

—El localizador —explicó señalando el gran reloj-brújula del centro— recibe la orden de qué compartimento abrir. Y este es el cerebro. —Señaló el teclado pequeño debajo del localizador, hecho apenas con quince letras, diez números y varios símbolos, construidos con piezas de madera y suspendidos con resortes—. El cerebro no da la orden hasta que reconoce mi código que hace accionar el engranaje exacto del compartimento seleccionado.

—¡Wow! ¿Dónde lo compraste?

De nuevo, lo vi alzar una ceja. Me tenía impresionado la personalidad de aquellas gemelas, cada una con libertad de expresión, sin límites, curvas hasta donde querían y elevadas cuando se les antojaba. En secreto practicaba en el espejo para poder hacer algo más con mi ceño que solo fruncirlo, como él.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora