Epílogo

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Soy un mentiroso. Abrí este relato contándoles una mentira.

No soy el único sobreviviente de la masacre de Nunca Jamás.

No me juzguen, no sabía si podía confiar en ustedes. Todo Larem cree que Aiden Pan murió esa noche en el bosque, su sangre estaba por todos lados y su camisa quedó tirada junto al cuerpo de Eliot Marquina, Martina Dupin y Tinker Bell.

Mi padre tiró el cuerpo de Martina junto al de los demás para que la señora Anita no se culpara por el suicidio de su hija. Es increíble como hasta los peores criminales pueden tener un poco de bondad en sí mismos. Un homicida puede ser bueno con los animales, un buen marido, un buen vecino, incluso un excelente padre.

Cierto, también se encontró el cuerpo mutilado de Peter Pan, o al menos los restos de este, lo que no devoró cada animal del bosque. Pero de eso ya hablaremos, porque hay un transfondo que tal vez les consuele.

—¿Cómo? ¿Por qué? —Le pregunté a mi padre esa noche en Casa Uno mientras en otra habitación un hombre operaba a Nadie por más dinero del que se puede ganar en un año. La herida no era mortal, podría morir desangrado pero viviría si se intervenía a tiempo. El hombre no cobraba por su trabajo, cobraba por su silencio.

—Nos mudaremos —dijo entonces mi padre—. Tu madre ya está fuera de Larem, no tenemos que volver aquí.

—¿Ella sabe todo esto?

—No puede saberlo. Era mi única manera de mantenerla lejos de los brazos de Peter, convertirlo en un monstruo.

—Y el monstruo eras tú.

—No había tenido que matar a nadie, hijo. Y la intención nunca fue esa. Lo juro por el amor que te tengo —lo dijo exhausto, como si entendiera lo retorcida que era su afirmación en esas circunstancias y no tuviera fuerzas para luchar contra eso. Yo estaba igual de cansado, con la mirada perdida en la pared para no verle la cara—. Todo estaba controlado. Pero Tinker hace tiempo que quería contar el secreto de lo que tu madre hizo esa noche en Nunca Jamás, y cuando supe que te estabas acercando a ella supe que era cuestión de tiempo para que hablara. Fue una situación desesperada, necesitaba de una solución igual de desesperada. Al cruzar esa línea y dado el lazo que tú y yo habíamos formado, supe que era el momento de dejar de mentir. Al menos a ti. Por eso te cité fingiendo ser Peter, para contarte todo, no se me ocurría otra forma de comenzar la conversación. Pero complicaste todo llevando a Eliot y al hijo de Pencil. Y ahí estaba Peter...

—¿Por qué Alister no te delató? —inquirí en una demanda fría y violenta. Definitivamente no parecía que acababa de descubrir que mi padre era el peor homicida de todos los que conocería jamás, solo simulaba ser una rabieta más—. Porque le has estado comprando la poción todo este tiempo, ¿no? Tuvo que ser obvio para él que si eres su único cliente de esa posición es porque tú eres el culpable.

—Alister no me delató porque el único perjudicado realmente era Peter, y Alister nunca lo perdonó por lo que le hizo a su hermana. Alister se hacía el ciego porque le pagaba sumas estratosféricas por cada dosis de esa poción, gracias a mí podían vivir tranquilos en Lomas del Viento, de no ser por mí habrían tenido que vender la torre. Los Bell estaban en bancarrota.

Asentí, aunque seguía sin entender una mierda, básicamente. Era demasiado para procesar en muy poco tiempo.

Estaba encerrado con mi padre, el responsable de la masacre en Nunca Jamás, el que había estado transformando Larem en un cuento de terror protagonizado por Niños Perdidos, y solo estaba ridículamente molesto, enterrando la desolación de mis pérdidas en esa ira, ignorando el temor a que Aiden no se recuperara, pero sin un rastro de miedo.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora