29: La decisión más dura es escoger no hacer nada

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Esa fue la gota que derramó el vaso

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Esa fue la gota que derramó el vaso.

—No pudo haber sido Eliot —dijo Martina con seguridad—. No sé si lo sabías pero Eliot tiene a una especie de compromiso justo ahora, no mucho, simplemente un bebé dentro de una adolescente a la que ha jurado amar todos los días de su existencia…

—Yo lo vi con mis propios ojos, no me lo contó nadie.

Me dolía camuflar mi propio dolor haciéndolo pasar por un chisme, no explicando que la verdadera razón por la que tenía esa charla con Martina era para poder al fin soltar el ácido atrapado en mi garganta.

Tuve miles de impulsos al verlos. Quise correr a la comisaría para llorar en brazos de mi padre, quise arreglar las cosas con mamá solo para poder deprimirme en una cama y que ella se encargara de mí; quise correr, separarlos, pedir explicaciones, partirle la cara a Eliot una segunda vez, pero comprendí lo irracional de mi idea y opté por alejarme. Quería tragarme mi despecho y que el mismo me asfixiara para no tener que despertar un nuevo día bajo la realidad de que me había obsesionado con algo imposible y que tal vez, todo eso que creí real, solo era una ilusión mía, un error de interpretación.

Pero Martina me conocía tanto que leyó en mi rostro que una gota gruesa había caído sobre mí para derramar el contenido de mi vaso.

Y tuve que inventarle algo para no admitir mi decepción, decirle que solo estaba preocupado por cómo decirle lo que acababa de descubrir.

—No puede ser, Iván, Eliot… él no…

Entonces fue ella la que se echó a llorar.

—Ese desgraciado manipulador ha estado jugando conmigo todo este tiempo. Yo… yo por dentro lo sabía, soy demasiado pequeña para que su interés haya sido tan real… No, pequeña no, estúpida es lo que soy.

—Eso no lo sabemos, tranquila. Lo-lo de si Eliot jugaba contigo, no lo de si eres estúpida, por supuesto que no eres estúpida.

Martina estaba tan mal que no hizo comentarios sobre mi torpeza al hablar ni mi tartamudeo.

—¿Y cómo llamas tú a eso? ¿Qué crees que estaban haciendo? ¿Intercambiando información por medio de las lenguas? Ese tipo no me estima en lo más mínimo, le vale tres pepinos toda mi situación y yo aquí como una estúpida pensando que al menos él en alguna parte de Larem comparte mi dolor y se preocupa por mí.

—Hey. —Le tomé las manitos. Sus lágrimas caían tan de prisa que me mojaron los dedos apenas la toqué—. Yo me preocupo por ti, yo estoy para ti.

—Iván hay que escaparnos de toda esta... mierda —pronunció la palabra final con un gran esfuerzo y odio—. No aguanto más. Todo esto y ahora Eliot… Quisiera morirme. Larem me asfixia.

—Pero, Marti, ¿a dónde vamos a ir que sea mejor que Larem?

Ella sorbió por la nariz.

—Entonces a un lugar de Larem recluido, solitario, donde solo seamos tú y yo y los libros.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora