24 Primera parte: Epílogo

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Motivo para matar,Epílogo

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Motivo para matar,
Epílogo

Unas horas más tardes confirmaron toda la información de la extorsión que le hacía a Alicia y arrestaron a Cheshire por el asesinato de la niña desconocida a modo de amenaza directa. Por lo que se rumoraba, no saldría de la cárcel por el resto de su vida.

Luna, su esposa, se marchó de Casa Uno en busca de un camino que la ayudase a reconstruir los pedazos que quedaban de sí misma; Reina y Liebre empacaron sus pertenencias ese mismo día, tenían muchas cosas por resolver dentro de su relación de madre e hija, y ambas llegaron a coincidir en que no podrían conseguirlo estando tan cerca de Alicia —a la que no le importó mucho esa partida, en realidad, ya conseguiría a otra que pisaría con la intención de volverse más grande a ella misma—. El único que no se marchó fue el señor Conejo, sentía una especie de yugo moral que lo ataba a Casa Uno, sobre todo entonces con lo que había pasado su dueña; sin embargo eso no significa que no guardara cierto resentimiento hacia ella por su desconfianza.

Pero todavía quedaba algo inconcluso, una pista insulsa a la que nadie prestó atención porque no tenía explicación dentro de la historia que condenó a Cheshire. Un trozo de tela amarilla. Desde mi percepción, esa ha sido la única pista real. No digo que el resto no las haya dejado el Sombrerero, no, claro que las dejó: deliberadamente. Lo que he querido transmitir con mis anteriores palabras es que doy por seguro que el pedazo de tela es el único objeto en la escena que el asesino no planificó.

Alicia sabe que la muerte no es un castigo, sino una muestra de piedad. La verdadera venganza se consuma destruyendo desde adentro los cimientos que mantienen a flote una vida, no quitándola. Por eso la niña asesinada no sufrió, bastó de una inyección que la sumiera en un sueño inquebrantable, porque su idea no era lastimarla a ella, sino a ese hombre que por tanto tiempo se había creído dueño de su cuerpo y de su integridad. Si Cheshire fue llevado preso sucedió porque así estaba previsto, no porque fuese culpable.

Lo único que ella no había podido controlar fue que el gancho que llevaba la niña en el cabello mientras la cargaba se quedara con un trozo de su camisa amarilla favorita. Por suerte, a nadie le importaba ese detalle luego de que montara tan convincente acto.

Alicia nunca se había sentido tan orgullosa de sus clases de actuación.

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Lectores, acaban de leer junto a Iván Garfio el tan codiciado Epílogo de Motivo para matar.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora