22: No la conocía

4.8K 1K 1.8K
                                    

Lo peor de todo pueblo es la lengua de quienes lo habitan

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Lo peor de todo pueblo es la lengua de quienes lo habitan.

Al cerrarme a recibir visitas, al no agradecer los regalos a la cara y en ausencia de cualquier explicación con respecto a mis días desaparecido, se comenzó a especular todo tipo de cosas.

Bebía café en la sala de Anita en la misma mesa en que Martina hacía su tarea cuando esta levantó el rostro de sus cuadernos y me miró.

—Ya saben lo del garfio.

—Bien. —Asentí, aunque no estaba bien—. Tarde o temprano se iban a enterar, no es como si pudiera salir siempre con las manos en los bolsillos.

—¿Salir a dónde, señor? —inquirió con sarcasmo—. Si apenas vienes a mi casa y por la ventana de la alcoba bajo la escalera, no dejas que te vea ni Dios.

—Bueno, me metí no con uno, sino con todos los Pan que hay en Larem, tengo razones para estar enterrado en mi aislamiento.

Martina resopló con escepticismo.

—A veces me pregunto si de verdad viste lo que dices que viste ahí.

—No estaba drogado, Marti, y volví sin una mano. ¿Qué más prueba necesitas?

Mi amiga fingió pensárselo mientras jugaba con su lápiz.

—¿Un cocodrilo? —inquirió tan ceñuda que me quedé pasmado por cómo se veía. Sus mejillas graciosas habían desaparecido dejando en custodia unos pómulos realzados, el comienzo de una profunda definición en su rostro. Sus pecas menguaron, más espolvoreadas que antes, y sus cejas estaban depiladas y peinadas hacia arriba.

Había crecido frente a mis propios ojos y jamás percibí el cambio.

—Tal vez el dolor te hizo ver cosas —siguió al meterse una galleta en la boca—. Yo apuesto a que te hicieron algo más normal, como agarrarte con un machete. Tu mente debió alucinar el resto.

Negué para deshacerme de mis pensamientos previos, adoptando de súbito una estupefacción por sus palabras.

—Martina, por Cristo, ¿en dónde es normal que te agarren con un machete y te quiten la mano?

—Bueno, es normal si te metes a robar a la casa de cualquiera…

Mi amiga todavía no me perdonaba lo que hice, no solo por el susto que pasaron ella y su madre, sino todo lo que estuve ocultándole, las cosas que hacía a sus espaldas. Me reprochó desde mis días de vigilancia, cada una de las conversaciones que entablé con personas del pueblo sin hacerla partícipe, hasta el momento en que se me ocurrió la brillante idea de meterme en esa casa y el instante en que di el primer paso dentro de la cerca de entrada.

Le conté con pelos y señales hasta el más insignificante de los detalles de mi investigación, mi travesía dentro de la propiedad y mi intento de escape de ella. Ni siquiera edité los detalles que incluían las fotos de mi madre y padre. Le conté todo. Menos mi incursión a Nunca Jamás con un Pan al que ni siquiera le conocía el verdadero nombre, esa parte era mía y de él, y en algunos y muy vagos detalles también de mi padre.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora