27: Nadie

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Ustedes que me conocen ya habrán adivinado que mi conversación con Julia, o parte importante de ella, se condujo por el camino que yo había anticipado, aunque con la delicadeza suficiente para que pareciese una desviación espontánea como en aquell...

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Ustedes que me conocen ya habrán adivinado que mi conversación con Julia, o parte importante de ella, se condujo por el camino que yo había anticipado, aunque con la delicadeza suficiente para que pareciese una desviación espontánea como en aquellos monólogos que comienzan explicando una ida al cine y terminan en una demonización de la política. Yo necesitaba información de los Bell y además de mis padres y los Pan, la única persona que sabía que había tenido conexión al menos con una era la madre de Claxon.

Al menos esa parte del plan resultó solo con un efecto colateral: me había condenado a perpetuar mis visitas a un viejo amigo que ni recordaba quién era él, mucho menos lo que yo signifiqué en un punto de su vida.

Ahora que sabía la ubicación de los Bell, o tenía una idea de ella, solo me faltaba pulir los detalles de mi acercamiento.

En ese momento, mientras saboreaba mi victoria a medias y pensaba en lo cada vez más parecido que era a mi padre, Martina ojeaba una versión ilustrada de Mujercitas solo para admirar la ambientación de la época.

—Los vestidos son tan bellos —comentó con los ojos chispeantes.

—¿Cómo vas a decir eso? Jamás te he visto con uno. Jamás, y te conozco desde los doce.

—Eso no significa que no me parezcan lindos.

—Ahora que lo pienso, mi madre, la tuya y todas las mujeres que conozco usan vestidos pero tú…

—Mi madre no usa vestidos todo el tiempo, solo cuando es uno de sus diseños.

—Pero «a veces» es más que «nunca».

Martina rodó los ojos, me di cuenta de que lo hacía para desviar la conversación.

—¿Por qué no los usas, Marti? Si hasta dices que te gustan.

—No lo entenderías…

—No, sí, aparte de gafo, me llamas retrasado. —Mi amiga se mordió los labios para no reír—. Vamos, explícame, haré un intento sobrenatural para que mi retraso no interfiera a la interpretación de tus palabras. 

—Bien, gafo. —Tomó aire—. Es que cuando usas vestidos la gente está predispuesta a esperar de ti que seas prudente y refinada, con modales de ejemplo. Prefiero vestir de forma que la gente cuando me vea esté preparada y consciente de que sea lo que sea que salga de su boca, si no me parece, lo refutaré. Sé que no tiene nada que ver, pero la gente ya tiene suficientes expectativas sobre las mujeres. Mi mamá dice que es problema de la gente, pero no es cierto. Siempre es problema nuestro. Por eso no uso vestidos, ayuda a que vean el golpe venir.

—Eres la niña más extraña del mundo —respondí con cara de que los cables de mi cerebro se habían cruzado.

—Técnicamente deberías dejar de llamarme niña si se supone que llevo uno adentro.

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora