Capítulo doce

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'¿Qué pasaría si te dijera que no soy feliz y que cada "estoy bien" es una mentira?''

—Vi-viniste. —Murmuró Sebastián, ya reaccionando. Agaché la mirada y asentí, sonreí a medias. —Me alegra.

—¿Te alegra que haya venido? —Pregunté extrañada, no me lo esperaba. Pase un mechón rebelde detrás de mis cabello, haciendo una mueca.

—Quizá, no lo sé. —Respondió, soltando una risa burlesca. Sonreí a medias y lo miré a los ojos, él se notaba tan concentrado en mí.

—Uhm, bien, hablamos... pronto. —Susurré y pasé por su lado, dirigiéndome nuevamente donde se encontraba Mario. El me miraba sonriente.

Me senté nuevamente a su lado, tomando del exquisito jugo de frambuesa, mientras Mario tomaba de su cerveza sin parar de observarme. Sonreí algo incómoda y dejé mi vaso encima de la mesa.

—Sí quieres puedes ir a coquetear con otras chicas, yo te vigilo de aquí. —Bromeé y reí por su cara de '¿estás hablando en serio?' y negué con la cabeza. Sus facciones se volvieron a relajar.

—¿Sabes? Prefiero ir a bailar contigo, eres la más hermosa de aquí. ¿Para qué perder tiempo con otras... perras sucias? —Susurró en mi oreja, haciendo que me ruborizara y sonriera. Su voz ronca de chico rudo me encantaba.

—Estás loco. —Dije rodando mis ojos. —Debes estar ciego, aquí hay chicas muchísimo más hermosas que yo.

—Tú eres la ciega aquí. —Murmuró divertido y tomó mi mano, llevándome a la pista. Donde se encontraban la mayoría de las parejas, la música era divertida y fuerte. —Espérame aquí, no te muevas. Ya vuelvo.

Asentí y esperé a que volviera, parada en medio de la pista... intentando disimular mirando mis uñas largas que ahora estaban pintadas de un rosa que me encantaba. Aunque prefería más los negros, este me quedaba bien.

Sin darme cuenta la música romántica empezó a sonar, la pista esta vez se llenó de más parejas que empezaban a bailar con el ritmo lento. Mario se acercó nuevamente a mí, agarrándome de la cintura. Haciendo que colocara mis brazos alrededor de su cuello y pegáramos nuestras frentes tierna-mente, me sonrojé al instante y le sonreí.

—¿Tú pediste la canción? —Pregunté, interesada por su actitud de chico romántico; dejando de lado su rudeza.

—Síp, ¿buena elección? —Respondió, dándome una cálida sonrisa, moviéndonos al ritmo de la música.

—Excelente elección, Mario. —Admití y reí, mirando al suelo, intentando ocultar mi vergonzosa cara. —Me sorprendes.

El soltó una risa y seguimos bailando, hasta que la gente nos rodeó, tomándonos como el centro de la atención. Maldita sea, esto era entre bueno y malo. No me gustaba ser el centró de la atención, y me gustaba estar bailando con Mario.

—No sabía que tú Mario, tenías tan mal gusto. —Habló Miranda, haciendo que la mayoría rieran. Me separé de Mario, agachando la mirada. —Pobre, ¿ya te dejó que la follaras? es una zo*rra.

—Ella no es como tú y todas tus amigas, Miranda. —Disparó Mario, realmente enojado. Mirándola con asco y frunciendo el ceño.

—¿Lo dices en serio? ¡Mírala! —Hizo una pausa, mirándome con asco. —Quiere llamar la atención, es una cerda asquerosa. ¿Qué le vez? ¿Eres ciego?

—Tienes razón, Miranda. ¿Qué le vez, Mario? —Preguntó Sebas, haciendo que mi corazón se rompiera en infinitos pedazos, como ya lo había echo muchísimas veces anteriormente.

—Y-yo sabía que esto pasaría. No debí venir. —Murmuré al borde de las lágrimas. Salí de allí lo más rápido posible, escuchando los gritos de Mario, que me decían que me detuviera, pero no le hice caso alguno. Seguí corriendo, mi casa quedaba lejos. Eso sí era mala suerte.

Paré dos cuadras más lejos, el cansancio me consumía. Y la fatiga que tenía hacía que no tuviera ganas de nada, sentía que me iba a desmayar. Pero sentí a alguien tomarme, sin saber quién era, me desmayé inconscientemente en sus brazos.

Desperté en mí cama, ¿cómo había llegado hasta acá?. Intenté levantarme, pero sentí un peso a mí lado. Delicadamente giré mi cabeza para ver que cosa, o quién era. Y adivinen a quién me encontré, al mismísimo Mario. Asustada lo desperté, pero sentí un dolor en mí cabeza. ¿A qué se debía? anoche no bebí nada fuerte.

—¿Estás bien? —Preguntó Mario preocupado, tocándome la frente. —Dios, tienes fiebre. Te traeré algo de agua del lavamanos, ¿está bien? —Asentí indiferente, y él en menos de cinco minutos, ya me había traído un vaso de agua, que tenía para cuando me levaba los dientes, lleno de agua. Tomé un poco y se lo entregué.

—¿Qué haces acá? —Ahora pregunté yo, volviendo a acostarme. —¿Y por qué dormimos juntos? Oh dios, ¿acaso tuvimos... eso?

—Cálmate, _____. Estoy acá porque anoche te vine a dejar, y me pediste que me quedara contigo. ¿No recuerdas? —Hizo una pausa, esperando mi respuesta, yo solamente negué con la cabeza. —Y no, no tuvimos... ''eso'' —Dijo haciendo comillas con sus dedos.

—Oh, gracias. —Le agradecí y el asintió, con una de sus sonrisas cálidas y reconfortantes. Las cortinas estaban cerradas pero igual sentía mis ojos pesados, sin ganas de abrirlos. —¿Dormiste bien?

—No muy bien, me duele el cuello un poco. Pero no te preocupes, yo ya me voy. —Respondió y se colocó su sudadera. ¡Oh dios mío! Su abdomen.. su abdomen, creo que me voy a desmayar. No podía ver, no podía ver. ¡Es perfecto! —Sí quieres me saca una foto, te durará más.

—E-eh, no... gracias. —Susurré avergonzada y el rió, besando mí frente antes de abrir las ventanas. —Adiós.

—Adiós, princesa. Algún otro día te vendré a buscar para que te escapes nuevamente conmigo. —Propuso y yo asentí divertida.

—Me gustan los chicos rudos. —Admití y el rió, despidiéndose con la mano y bajando poco a poco cómo yo lo hice ayer.

¿Cómo hacía para alegrarme los días, las tardes y las noches? Él simplemente era único.

"Depression" Sebastián Villalobos y tu-1° TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora