capítulo diecinueve.

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''Quiero salir de esto, pero no puedo con esas putas voces en mi cabeza torturándome todo el puto día.''

Desperté con fuertes dolores en mí cuerpo golpeado y dañado. Sentía mis piernas como gelatina, al igual que mis brazos. Nada cómodo. Es como el dolor que sientes cuando haces ejercicios y no estás acostumbrada, tus músculos duelen. Ojalá fuera por esa razón, pero no. El dolor era peor, muchísimo peor.

Me levanté de la cama con sumo cuidado y caminé al baño para lavar mí cara, hacer mis necesidades y salir de allí. Me vestí teniendo cuidado al ponerlo, ya que tenía los cortes en mi muñeca, moretones en mis piernas, brazos y estómago. Mi ojo ya no estaba hinchado, pero seguía morado, seguramente lo cubriría con maquillaje.

Tomé mi pelo en una cola desordenada, sin tomarle mucha importancia. Miré mi cara, al entrar al baño. Ésta se notaba pálida y seca, iugh. Para qué peor.

Cogí mi bolso lleno de maquillaje, y saqué un pequeño cristal que dentro tenía ese tipo de crema de color piel, que ni idea de como se llama. Saqué un poco con dos de mis dedos y lo esparcí debajo de mi ojo y a sus alrededores, lo cubría un poco. Seguía notándose, así que tendría que echarme una capa de sombra negra y encrespar-me las pestañas, con la idea de que se viera como que 'quisiera' estar maquillada. Pero no, aunque se veía bien. Me gustaba la idea de que mis ojos verdes agua se resaltaran y se vieran con un poco de brillo. Pero mi subconsciente seguía susurrando cosas, que hacían que no me sintiera bien, y claro, tenía razón, habían chicas que se verían mucho mejor maquilladas así, en cambio, yo no.

Tomé mi mochila y salí de allí, aspirando el olor a tranquilidad y tristeza en mí pieza. Cerré la puerta y bajé las escaleras, afirmándome de la manilla para tener más cuidado. Al llegar abajo, me fijé en la mirada de mi hermana, quién sacaba las llaves de su auto.

—Eh gorda, saliste de tu pieza, ¿te dio hambre? —Preguntó mi hermana, con su risa burlesca. Negué con la cabeza y suspiré, cálmate _____. Es solo una perra perfecta, quiere lastimarte, nada más. Eres fuerte.

—Por favor, detente. —Murmuré y abrí la puerta de la casa para salir, pero me sorprendí al ver a Mario afuera, y recordé que pasaría a recordarme.

—Tú noviecito vino a buscarte, más problemas tendrás, ______. —Me ruborizó sentirla susurrar en mí oído. Cerré la puerta en su cara y subí al auto de Mario, no lo dejaría.

La mayoría del camino estuvo en silencio, me fijaba en el paisaje, en los niños yendo felizmente a la primaria, con sus mochilas de monos animados y a las niñas fabulosamente peinadas, de la mano con su madre, riendo. Recordaba esa época, en la que era feliz, cuándo iba a la primaria con Sebastián y jugábamos todo el día. En la secundaria todo cambió, ya nada es igual. Yo cambié, Sebastián cambió, todos cambiáremos algún día.

—¿Por qué tienes moretones, _____? —Preguntó Mario, queriendo saber. Su pregunta hizo que me preocupara, queriendo matarme. No quería mentirle, le diría la verdad.

—Mi padre me golpeó y abusó de mi. —Respondí, sintiendo los nervios, mi corazón latir aceleradamente. Sus ojos se abrieron como platos, y aceleró el automóvil rápidamente, haciendo que de un impulso me fuera para adelante. Alcancé a poner mis manos para no golpearme. Mario hizo lo mismo, intentando volver a conducir tranquilo.

—¿¡Qué?! Pero, ¿por qué? Joder. —Hizo una pausa, parando en un semáforo en rojo. —Cuéntamelo todo, ahora, ya.

—Me pillaron escapando a la fiesta, y por bajar mis calificaciones. —Respondí encogiéndome de hombros, intentando no llorar.

—¿Y te da igual? _____, yo lo voy a denunciar. Sí no lo haces tú, lo haré yo. —Exclamó enojado, la furia en sus ojos se notaba. Me hacía preocuparme, me ponía los pelos de punta.

—Ni se te ocurra, por favor. Eso sería peor. —Rogué. —Si quieres...

—Te vienes a vivir conmigo. Sí o sí. —Insistió, relajando su respiración. Asentí débilmente y me fijé que ya habíamos llegado.

Abrí la puerta del auto a penas estacionó este y bajé lentamente, para no tener más dolores. Cerré mis ojos al sentir una punzada, y entré al establecimiento. En una de las bancas se encontraba Sebastián con sus amigos.

—Hoy mismo te acompañaré a tu casa, sacaremos lo más importante, para disimular. Queda poco para qué termine el año, y nos graduemos. Algo bueno, pf. —Susurró y asentí.

—Iré al baño, ya vuelvo. —Avisé y me dirigí al baño.

Al entrar me encontré con Miranda, momento incómodo. Ella sonrió y se susurró cosas sobre mí con sus amigas, las cinco rieron y se acercaron a mí.

—¡Qué sorpresa! —Exclamó Natalie, con el mayor sarcasmo posible.

—Vaya, vaya... —Murmuró otra, y así fueron murmurando y exclamando cosas sin sentido, hasta que una pregunta llamó mi atención.

—¿Qué hacías con Mario? ¿es tu nueva presa? —Obviamente, la preguntó Miranda, reí por la ironía e hice una mueca.

—El solo me trajo, ¿t-tiene algo de malo? —Respondí, tratando de sonar leve y sin ''levantar el tono'', para que ellas no se enojaran, y para no quedar peor de lo que estoy.

—¿Gustas de Mario? —Preguntó y sonó una fuerte carcajada de su boca, seguida de las demás. Hizo un puchero y dijo: —Lástima que el no gusta de ti, y Sebastián tampoco, nunca lo harán. Nunca nadie se fijará en ti.

''Nunca nadie se fijará en ti''

Quizá tenía razón.

"Depression" Sebastián Villalobos y tu-1° TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora