capítulo dieciséis.

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''Ella estaba tan enamorada que ni siquiera imaginaba que era una más de tantas...''

—Yo... tengo que irme. —Susurré, empujando levemente a Sebastián, afirmando mí bolso. Corrí sin más, tratando de coordinarme y no caerme. Entré al establecimiento agitada-mente.

Me dirigí al baño, seguro esperaría que tocaran el timbre de recreo y entrar en la siguiente clase. Espero que Mario  no se preocupe, me gustaría llamarlo. Pero no quiero interrumpir las clases, ni que lo regañen.

Entré al baño y cerré la puerta, sacando de mi bolso algún pañuelo, mis ojos se veían hinchados. Pasé el pañuelo debajo de mis ojos y luego lo boté en el basurero. Saqué nuevamente mi pequeño tarro de maquillaje y lo esparcí debajo de mi ojo, haciendo que luciera normal. Hice un intento de sonreír, pero lo único que conseguí fue hacer una mueca.

Sentí la puerta abrirse e inmediatamente un gruñido se escuchó. Era una voz femenina pero desconocida. Se espantó al verme, apenas entraba. Me sentí mal y agaché la mirada.

—Joder, pensaba que no había nadie. Perdón pero, me asustaste. —Dijo mientras se intentaba calmar. Me miro extrañada. —¿Eres ______ Blair?

—Lo siento, y sí. —Respondí, desesperada por salir de allí. Mi miraba lo hacía notar. Intenté abrir la puerta, pero la chica pelirroja se interpuso en mí camino.

—Uhm, supongo que quieres irte... —Murmuró y se hizo a un lado para pasar, le agradecí con una sonrisa fingida. Pasé por su lado y salí de ahí, caminando a mi casillero, para sentarme en alguna banca del patio con un libro, intentando despejar mí mente.

Sentí el timbre resonar en mis oídos, esperé a Mario afuera del salón. Al verme me abrazó con preocupación y solo me digné a sonreír con una pizca de engaño. Me tomó de la mano como si fuéramos novios, aunque no lo somos. Sebastián al vernos de la mano se sorprendió y me dedicó una linda mirada de odio---nótese el sarcasmo.

—¿Tienes hambre? —Preguntó Mario, mirándome intensamente. Negué con la cabeza y volví a sonreír, causando ternura en Mario. —¿Desayunaste?

Asentí, para evitar problemas. No saben cuánto odiaba mentirle a mí ''mejor amigo'', sí es que así lo puedo llamar.

—¿Tú tienes hambre? —Pregunté yo ésta vez. El asintió y sonreí, acompañándolo al negocio. Nos sentamos juntos en unas bancas cercanas, mientras yo lo miraba devorarse su sandwich.

Sí yo nunca hubiera cambiado mí personalidad que todos extrañan, seguramente lo habría devorado también, sin problema alguno. Siguiendo encontrándome perfectamente perfecta; sin preocuparme de la opinión de los demás.

Pero ahora sí me importaba la opinión de los demás, en especial la de Sebastián. ¿Saben cuánto daría por un 'te vez hermosa' saliera de su boca, dirigido a mí? No, no lo saben. En fin, a penas Mario terminó de comer, conversamos un rato más, cosas sin importancia y totalmente ''normales''...

El timbre sonó y entramos a clases de Lenguaje, hoy teníamos que recitar un poema cualquiera, y yo elegí uno fácil, conocido por la mayoría. El problema eran los nervios, los nervios me comían viva. Sí me equivocaba aunque sea en una palabra, se burlarían de aquello por siempre. Nunca lo olvidarían, mejor dicho.

Saludamos al profesor y tomamos nuestros cuadernos con el estuche---como el indicó. Nos dirigimos al auditorio, sentándonos cada uno en un asiento diferente. Obviamente, Mario tomó asiento al lado mío.

Miré por la ventana, las gotas caían velozmente. ¿En qué jodido minuto empezó a llover? Seguro estaba metida en mis pensamientos, pero de igual manera, no importaba.

—Sebastián Villalobos, adelante. —Escuché el nombre de sebas e inmediatamente reaccioné a la realidad. Mis otros compañeros ya habían dado el poema con nota, y luego seguía yo. No, no, no.

—No hice el poema, tampoco me aprendí otro. —Respondió Sebas a su llamado, sin importancia alguna. Rió con su grupo de amigos.

—Será la nota mínima, Villalobos. —Murmuró para él y anotó algo en su cuaderno. —______ Blair, adelante.

Sentí los pelos de punta y asentí, Mario me miraba con una sonrisa tranquilizadora, sonreí a su dirección y me dirigí frente a la pizarra. Mirando a la bola de adolescentes que decían cosas---malas, obviamente... de mí.

—Bien, empiece. —Asentí a sus palabras y tomé una larga respiración, me puse nerviosa al instante. No podía hacerlo.

Iba a hablar pero un ''Largo'' de un grupo de personas me hizo entristecerme, se me fueron todas las ganas de hablar y me dirigí donde estaba el profesor. Ahora la mayoría de los que se encontraban allí me abucheaban.

—Yo.. lo siento, de verdad. Pero no puedo, los nervios no me dejan. —Susurré y el asintió, pensando que me daría la oportunidad.

—Otra nota mínima, tome asiento.

Asentí y caminé a mi banco, pero tropecé torpemente por el píe de Miranda, intencionalmente puesto en mí camino. Caí al suelo rápidamente, sintiendo las manos de Mario tomar de mis brazos, levantándome. Limpié mi pecho que estaba sucio.

—¡Por favor! Silencio, alumnos. —Gruñó el profesor, quedando la sala en silencio. Volví a sentarme en mi banco, tapando mi cara con mis pequeñas manos. Sintiendo las ganas de llorar, y tirarle un montón de mierda en la cara a Miranda.

—Maldita zorra. —Refunfuñó Mario enojado, frunciendo el ceño. Lo tranquilicé con unas suaves caricias en sus manos, dedicándole una sonrisa.

—Está bien, yo ya me he adaptado a todo esto. No queda más que esperar que el año termine. ¿Bien? —Dije y el asintió no tan aliviado con lo que dije.

—Es que... joder, no pueden tratarte así. Tú tampoco tienes que dejar que te pasen a llevar, ______. —Asentí tristemente a sus palabras y me acomodé en el banco, esperando que las clases terminaran.

"Depression" Sebastián Villalobos y tu-1° TemporadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora